8/28/2010

Ni las mujeres son de Venus...

Mientras las feministas nos dicen que las mujeres y los hombres son iguales, llegando al extremo de que hay chicas que boxean, los misóginos dicen que las mujeres y los hombres son diferentes, llegando al extremo de colocarlos separados en distintos planetas.

Feministas y misóginos apoyan sus argumentos en libros, tratados, estudios y prejuicios, pero a la fecha aún no se ha llegado (después de miles de años de disputa) a un consenso.

Yo me precio de no ser un experto en nada, pero si de algo puedo decir que cuento con una amplia experiencia es en el trato con las mujeres, el cual empezó prácticamente el día en que nací, ya que en mi casa se respiraba un ambiente cargado de estrógenos.

Mi abuela, mi madre y mis tres hermanas (la última nació cuando yo era pre-adolescente) formaban mayoría. Mi abuelo, mi padre y yo formábamos una especie de comparsas en ese hogar donde, aún y cuando no se podría hablar de un matriarcado, la presencia femenina era ineludible.

Resultaría exagerado siquiera insinuar que comprendo a las mujeres, ya que ni ellas mismas se comprenden. Pero desde muy temprana edad empecé a estudiar su comportamiento (en materia de estudio no hay criatura más fascinante que la mujer) y eso me permite el tener al menos cierta autoridad en la materia.

Empezaré con algo que quizá trastorne a las feministas: Las mujeres son diferentes a los hombres. Quizá no tanto para colocarlas en otro planeta, pero sí lo suficiente para tomarlo en cuenta y empezar a deshacernos de algunos mitos que no sirven para nada y sólo alimentan o perpetúan prejuicios.

Uno de estos mitos es el que dice que las mujeres pertenecen al sexo débil. ¡JA! Créanme, no hay nada más falso que eso. Y esto se puede probar desde que nacen: un bebé prematuro del sexo femenino tiene más posibilidades de vivir (en igualdad de circunstancias) que uno de sexo masculino.

También, el umbral del dolor en las mujeres es más alto que el de los hombres. Esto lo pude constatar más de una vez en mis dos hijos cuando eran pequeños: Ahí me tienen a las tres de la mañana viendo a Bob Esponja en la tele junto con mi hija de tres años. A la niña la acabamos de bañar y le dimos Cataflán para bajarle la fiebre por debajo de los 40° C, pero aún así tiene el ánimo suficiente para ver a Bob Esponja.

¿Mi hijo? 37.3 °C y parece que acaba de subir el edificio Empire State por las escaleras. (A todas las mujeres que estén leyendo esto: ¡Tengan piedad de nosotros! Les juro que a los hombres nos duele más que ustedes).

Otro mito muy difundido es el que dice que las mujeres son más sentimentales que los hombres, lo cual es una mentira enorme: la mayoría de las mujeres son tan sentimentales como el iceberg que hundió al Titanic.

Lo que pasa es que lloran muy fácilmente. Y no por ser mujeres, sino porque a nosotros los hombres se nos condiciona desde pequeños a nunca llorar. Es por eso que los hombres nos morimos antes que las mujeres.

El jefe le alza la voz y ya las lágrimas de la mujer amenazan con desbordarse, lo cual hace que el muy idiota del jefe modere su tono y le diga simplemente que tenga cuidado para la próxima. Mi jefe me arma una bronca tremenda y todo lo que puedo hacer es mantener una actitud de “me vale madre” mientras mis tripas amenazan con enredarse.

Y eso no es lo peor. Lo peor es cuando vas con tu novia al cine a ver una de esas películas para chicas (chick flicks las llaman los gringos) del tipo “Magnolias de Acero” o “Un aceite para Lorenzo”. ¡Una vez más, piedad! A los hombres también nos conmueven esas cosas y es muy desagradable tener que fingir que se te metió una basurita al ojo mientras caminas por el pasillo de salida. Y la novia que exclama en voz alta delante de todos en el pasillo: “¿Estás llorando o te entró algo en el ojo?”, como si la muy ruin no supiera la respuesta.

¿Otro mito? La compasión y la solidaridad. Se dice que las mujeres son más compasivas y solidarias que los hombres y que tienden a ayudar a los demás más que éstos.

¿Algún hombre de los que leen esto ha estado es un “baby shower” o en una despedida de soltera? Aunque a mí nunca me invitaron a ninguno, sí tuve la oportunidad de estar presente durante un ratito en este tipo de eventos (recuerden: tres hermanas, mamá y abuela).

¿Cuál creen que es el tema preferido en los Baby shower?: Niños que nacieron mal o que tienen enfermedades raras. ¡En serio!, ahí está la pobre embarazada primeriza y todas las demás le hablan de casos que parecen sacados de “Misterios médicos” o “Diagnóstico X”, además de que todas las que ya son mamás se sienten expertas en bebés. (Como cuando mi hermana Claudia le aconsejó a una amiga que, como el bebé por nacer iba a ser niño, lo más recomendable era ¡hacerle la vasectomía!... La tontuela confundió “vasectomía” con “circuncisión”).

¿Y el tema preferido en las despedidas de soltera? Los matrimonios que acaban mal y el espeluznante caso del novio que resultó ser joto en la luna de miel.

¿Y yo como sé que todos los “baby shower” y todas las despedidas de solteras son iguales? Esto lo sé porque he visto sus reuniones desde que eran niñas hasta que cumplen 50 años de casadas. Es impresionante.

Lo primero que llama la atención es que el nivel de ruido permanece invariable, ya se trate de una fiesta en que alguna niña cumple cinco años, una “piyamada”, una despedida de soltera o una reunión de abuelas.

La causa de este ruido (de muy altos decibeles) la llamo “conversaciones cruzadas”, y es que las mujeres tienen la asombrosa capacidad de mantener varias conversaciones a un mismo tiempo. Si en una reunión hay diez mujeres es posible oír siete conversaciones diferentes simultáneamente. ¿Cómo le hacen? Ni idea. De seguro ellas se entienden, pero a nosotros los hombres nos recuerdan a una parvada de cotorras. Sin ofender.

Hay muchas otras cosas que hacen que las mujeres sean diferentes de los hombres, pero estas diferencias, más que de una desigualdad, nos señalan un complemento.

Digan lo que digan las feministas o los misóginos, la verdad es que la mujer y el hombre están hechos uno para el otro.

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