8/03/2010

Los lentes de Clark Kent

Si en una prueba psicológica de asociación libre alguien me dice “tecnología informática” la primera palabra que se me viene a la mente es “magia”.

Porque, para mí, todos los procesos de tecnología informática son mágicos. Pero mágicos no en el sentido de algo sobrenatural que implique hechizos ni nada por el estilo, sino en el sentido que Arthur Weasley (el padre de Ron, compañero de Harry Potter) daba a todos los artefactos muggles.

Así como el señor Weasley se sorprendía de que con sólo meter dos rebanadas de pan en las rejillas de un tostador y bajar una palanca, éstas salieran tostadas después de un minuto sin que hubiera necesidad de invocar algún hechizo, a mí me sorprende que con sólo dar unos cuantos “clicks”, estas palabras que escribo salgan impresas en una hoja blanca.

Y esa sorpresa mía da paso al asombro cuando sale al mercado una nueva tecnología que no sólo parece sacada de un libro de ciencia-ficción, sino que altera el significado mismo de un antiguo concepto filosófico.

Me refiero a la tecnología de la Realidad Aumentada.

Básicamente, la tecnología de Realidad Aumentada consiste en un conjunto de dispositivos que añaden información virtual a la información física ya existente, creando una realidad mixta en tiempo real.

Un ejemplo de ello es un “app” para smartphone que recientemente salió en Alemania. La aplicación consiste en que en ciertos puntos de la ciudad de Berlín puedes ver el muro que cayó en 1989. Por ejemplo, si te paras enfrente de alguna avenida que hace treinta años estaba dividida por el muro y levantas tu teléfono a la altura de tus ojos ¡puedes ver el muro en medio de la avenida mientras los autos lo atraviesan en ambos sentidos!

Las aplicaciones de la Realidad Aumentada son múltiples y abarcan diferentes campos. Con esta tecnología podemos recuperar esa sensación de estar viviendo en el mundo del futuro que perdimos cuando llegó y pasó el año 2000 sin pena ni gloria. (¿Quién no sintió cierta decepción al no ver en las ciudades autos voladores?).

Sin embargo, toda tecnología nueva trae consigo un lado oscuro que, aún y cuando tarda en aparecer, siempre llega. Como en Internet, por ejemplo, en donde la multiplicación de los canales de comunicación entre los seres humanos nos ha llevado paradójicamente— a una mayor sensación de soledad individual.

La Realidad Aumentada no es la excepción. En lo personal, encuentro aspectos inquietantes que van desde simples contradicciones filosóficas, hasta una anti-utopía.

Yo me pregunto, para empezar: ¿cómo puede ser posible aumentar algo que aún no ha sido definido? Desde hace siglos, los filósofos han intentado definir lo que es la realidad, sin conseguirlo. A lo más que han llegado ha sido a colocarse en alguna de las dos posiciones antagónicas: o se dicen idealistas o se dicen materialistas. (No pretendo realizar aquí un análisis filosófico de ambas posiciones. Sólo quiero señalar que las dos vertientes de pensamiento resultan inútiles cuando de Realidad Aumentada se refiere).

Por otro lado, la Realidad Aumentada la hemos venido sufriendo hace mucho tiempo, sin necesidad de utilizar dispositivos tecnológicos de vanguardia: los medios de comunicación impresos y electrónicos se han encargado de ello.

Abrimos un periódico o vemos un noticiero y nos encontramos con una realidad aumentada hasta niveles de vértigo: asesinatos, violencia, narcotráfico y desastres naturales o causados por el hombre. Toda una serie de acontecimientos que han ocurrido desde los albores de la civilización se nos presentan bajo una lupa catastrofista que magnifica la realidad cotidiana.

¡Por supuesto que hay violencia en México! ¡Por supuesto que hay accidentes, fenómenos meteorológicos, desigualdad social y crisis económica! Pero eso no significa que estemos inmersos en el caos y la desesperación. Eso no significa que México esté derrotado.

Para darnos cuenta de qué tanto está aumentada la realidad cotidiana por los medios de comunicación podemos realizar un sencillo experimento: durante dos semanas completas hay que abstenerse de ver algún periódico o escuchar algún noticiario. Nada que tenga que ver con sucesos actuales.

Algunos dirán que eso es imposible, pero no es verdad. Con un poco de voluntad (yo mismo lo he hecho) podemos lograr evitar ver la realidad aumentada que nos presentan los medios y experimentar por nosotros mismos lo que verdaderamente es la realidad.

No se trata de un acto de negación. Se trata de un acto de liberación. Inténtenlo, quedarán asombrados.

Por otro lado, en lo que se refiere a la tecnología de la Realidad Aumentada en sí, podemos especular acerca de sus posibles efectos negativos futuros.

Como base, tomemos la que yo considero como la mejor novela de ciencia-ficción de todos los tiempos: El congreso de futurología, de Stanislaw Lem, misma que escribió en 1971.

En dicha novela (que recomiendo muchísimo) la sociedad ha llegado a un punto en la que el sistema de gobierno puede definirse como una farmacocracia. Multitud de sustancias químicas son utilizadas para dirigir a los ciudadanos y, sobre todo, para enmascarar una realidad espantosa.

Así que no me es difícil imaginar un futuro no muy lejano en el que el Gobierno utilice la tecnología de Realidad Aumentada para mantener sumisos a los ciudadanos que, llevados a la impotencia por el estado de miedo generado por los medios de comunicación, se dejan conducir ciegamente por sus gobernantes, olvidando toda iniciativa individual:

Imaginemos que estamos en el año 2029, en una colonia popular, donde conviven casuchas de cartón y lámina y un modesto asentamiento de casas de interés social. Recientemente ha caído una fuerte lluvia y en las angostas calles se acumulan los baches, la basura y el lodo.

Es un sábado por la tarde y la colonia bulle de actividad. Los vecinos han estado encerrados en sus casas por el mal tiempo y tienen ganas de salir a pasear y divertirse.

Aunque algunos de los vecinos llevan aún sus lentes viejos, la mayoría luce con agrado sus nuevos lentes de contacto repartidos gratuitamente por uno de los candidatos a gobernador.

Estos lentes de contacto no sólo son cómodos, sino que vienen en varios colores y son el avance más reciente de la tecnología de Realidad Aumentada.

Juan Hernández lo sabe, al igual que todos sus vecinos lo saben: esos lentes de contacto te hacen ver las cosas de manera diferente.

Juan y su hijo Manuel salen de su casa de interés social y se dirigen a la tienda de abarrotes del barrio a comprar unos refrescos. Avanzan con dificultad sobre el barro y al llegar a la esquina de la cuadra tienen que subirse a un tablón de madera que alguien colocó sobre un enorme bache lleno de agua y en el que flota el cadáver de un gato.

Los dos atraviesan el precario puente improvisado y se internan por una angosta senda de tierra mojada a cuyos lados se yerguen precariamente casuchas de cartón y techo de lámina, muchas de las cuales presentan graves daños ocasionados por la lluvia.

Multitud de chiquillos, todos con sus lentes de contacto nuevos, juegan encantados entre montones de basura y ramas. Juan saluda a uno de ellos mientras su hijo Manuel entra a la minúscula tienda de abarrotes a comprar los refrescos.

Luego regresan a su casa, charlando alegremente. Antes de entrar, Juan inspecciona la fachada de su casa para ver si resultó dañada por la lluvia. No encontró nada malo, así que entra, satisfecho.

¿Y cómo no iba a estar satisfecho? Esos lentes de contacto de Realidad Aumentada eran magníficos: al salir de su casa, Juan y su hijo habían visto la ancha calle perfectamente asfaltada y limpia por la lluvia. Al llegar a la esquina habían atravesado la avenida por un hermoso puente y admirado el estanque en el que nadaba un cisne.

Después del puente se adentraron en un camino empedrado de un modo rústico a cuyos lados se veían pequeños chalets con tejados rojos y ventanas enmarcadas en blanco. Unos niños jugaban en diversos juegos infantiles entre los que destacaban dos resbaladeros y un sube y baja muy largo.

Juan saludó al hijo de su compadre Ramón mientras Manuel recorría los amplios pasillos de la tienda, cuyos estantes con mercancías diversas llegaban hasta el alto techo.

Mientras regresaban, padre e hijo platicaban animadamente sobre lo afortunados que eran por vivir en esa colonia tan bonita. Antes de entrar a su casa, Juan echó un vistazo a la elegante fachada de mármol.

…Y a todo esto, ¿qué pasó con los lentes de Clark Kent? No sé. Fue lo primero que se me ocurrió cuando pensé en escribir acerca de la Realidad Aumentada. Existe alguna relación con el tema (siempre que titulo un escrito lo hago pensando en el tema), pero ésta se perdió en el proceso.

¿Sería acaso porque, al ponerse los lentes, Clark Kent ocultaba la realidad de su súper poder a los demás? Quizás fuera eso.

Lo único que puedo decir en este momento acerca de los lentes de Clark Kent es que estos son una de las razones por las que nunca me he sentido atraído por las historias de súper héroes: ese disfraz de los lentes que escogió superman para ocultar su identidad es el disfraz más estúpido que he visto nunca.

Y lo que es peor: ¡le funcionaba!

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