1/28/2011

No me gustan los lunes

Hace treinta y dos años, en la mañana del lunes 29 de enero de 1979, Brenda Ann Spencer, de dieciséis años, se acomodó en una ventana de su casa en San Diego, California y empezó a disparar al azar hacia el otro lado de la calle, en donde se encontraba la escuela primaria Grover Cleveland. En ese momento, los alumnos esperaban a que el director de la escuela abriera la puerta.

Brenda Ann Spencer disparó treinta veces con su regalo de Navidad paterno: un rifle semi automático calibre .22. El director que intentó proteger a los niños y un ayudante que intentó proteger al director fueron asesinados por las balas. Ocho alumnos y un policía resultaron heridos. Brenda Ann dejó de disparar y se apertrechó en su casa durante siete horas, tras lo cual se rindió a la policía.

Cuando se le preguntó el por qué lo había hecho, Brenda Ann respondió: “Yo sólo lo hice por el gusto de hacerlo. No me gustan los lunes. Esto anima el día”. También dijo: “Yo no tenía ninguna razón para hacerlo, sólo fue muy divertido. Fue como disparar a los patos en un estanque. Los niños se parecían a un rebaño de vacas de pie, eran una presa fácil”.

El mismo día, el cantante del grupo The Boomtown Rats, Bob Geldof, se encontraba en Atlanta, Georgia, en una entrevista de radio. Había una máquina de télex detrás de él y leyó la noticia como salió. Bob Geldof dijo más tarde: “Que no te gusten los lunes como una razón para hacer algo así es un poco extraño. Pensé en ello en el camino de regreso al hotel y me dije: ‘El chip de silicona dentro de su cabeza había sido cambiado a sobrecarga’. Así lo escribí. Y los periodistas que la entrevistaron le preguntaban: ‘¿Dime por qué?’ Fue un acto tan sin sentido. Fue el acto perfecto de sin sentido y fue la perfecta razón de sin sentido para hacerlo. Así que quizá yo escribí la perfecta canción de sin sentido para ilustrarlo. No fue un intento para explotar una tragedia”.



La canción “I don’t like Mondays” es una hermosa canción. Su ritmo es alegre y está embellecido por unas notas ligeras de piano. Para el que escuche la letra y la melodía sin conocer su origen, I don’t like Mondays le parecerá una canción sin sentido, pero agradable y pegajosa. Bob Geldof realmente alcanzó con esta canción su obra maestra. Una canción sin sentido acerca de un acto sin sentido.


Hay muchas cuestiones interesantes en este hecho atroz. Lo primero que llama la atención es el regalo que el padre de Brenda Ann le hizo a ésta en la Navidad de 1978. ¿A qué padre en sus cabales se le ocurre regalarle un arma semi automática a su hija adolescente?

Todos los adolescentes son unos monstruos. Todos. Además, ellos vivían en San Diego, no en las colinas de Kentucky o en Montana, donde el regalar armas a los hijos no propicia ningún alzamiento de cejas.

Llama también la atención el que se tratara de una chica. No me he puesto a investigar, pero no creo que exista otro caso de alguna otra mujer disparando indiscriminadamente contra un grupo de personas, en especial tratándose de niños.

Porque las mujeres son la válvula de seguridad de la humanidad. Son ellas las encargadas de mantener, aunque sea precariamente, este mundo nuestro que los hombres intentamos destruir a cada instante. Así que no se vale. Si ver a un hombre llevar a cabo esos actos abominables causa estupor, ver a una mujer hacer lo mismo causa una infinita tristeza.

También, en nuestro ambiente actual de inseguridad y violencia, I don’t like Mondays nos puede llevar a la reflexión.

Por un lado, nos recuerda que la violencia no necesita una razón de ser. Muchas veces no son el dinero, ni el poder, ni la venganza, ni los celos, ni las ansias de libertad lo que nos llevan a ejercer la violencia. Es simplemente una razón sin sentido, como que no nos gusten los lunes.

¿Cuál son las razones por las que “El Chapo” o “El Mayo” sigan como narcos? Ninguna en absoluto. No hay una razón válida para que ambos no se “jubilen” y se dediquen a disfrutar su fortuna mal habida, sin necesidad de andar escondiéndose de rivales y autoridades.

Tampoco hay razón alguna para que algún secuestrador mate a su víctima después de haber recibido el pago de rescate. O para que un hombre golpee a una mujer; o para que un esposo golpee a su esposa o a sus hijos; no hay razón para que alguien ataque a un judío, a un negro o a un homosexual, ni tampoco para atacar a nadie que piense diferente que nosotros.

Por otro lado, I don’t like Mondays nos recuerda de que aún ante el más abyecto acto de violencia es posible oponer la belleza. Bob Geldof se basó en un acto de violencia sin sentido para crear una canción sin sentido. De la muerte salió un mensaje de vida: ahora alguien puede cantar I don’t like Mondays sin necesidad de causar algún dolor.




Debido a la gravedad de su crimen, Brenda Ann Spencer  fue juzgada como adulta. Se le declaró culpable de dos asesinatos y de ataque con arma mortal. Fue sentenciada a cadena perpetua con un mínimo de 25 años. Actualmente está purgando su pena en la Institución de California para Mujeres, en Chino, California. Después de que Brenda Ann Spencer fuera elegible para libertad condicional, ésta le ha sido negada cuatro veces, la última en agosto 13 de 2009. No será elegible de nuevo hasta 2019, cuando tenga 57 años.



1/18/2011

Un penacho, un cuerno de chivo y un cambio de signo

Recientemente he leído en los medios algunas noticias que me han causado un profundo malestar, no por ellas mismas, sino por los comentarios del público que las lee. Es triste, pero ello confirma que si no avanzamos es por causa de nosotros mismos.

Empecemos por el cambio de signo. Resulta que la Sociedad Planetaria de Minnesota nos recordó a los que vivimos en este siglo XXI que la luna influye sobre nuestro planeta: su jalón gravitacional ha hecho que la alineación de las estrellas haya sido “empujada” hacia delante casi un mes.

¿Y qué hay con esto? Nada, que el Zodiaco ha cambiado: aquellos nacidos entre noviembre 29 y diciembre 17 han dejado de ser Capricornios o Sagitarios: ahora son Ofiucos. Además, este cambio ha afectado a los demás signos del Zodiaco.

Yo no creo en horóscopos. Me parecen una reverenda tontería. Más adelante escribiré algún post (aunque no sea correcto, me gusta usar el término post, en lugar de “entrada”) sobre el asunto de los horóscopos, explicando el porqué son una tontería.

En estos momentos lo que me interesa comentar aquí es la reacción que tuvo la gente al enterarse de ello. Yo creí que muchos estarían emocionados por estrenar un nuevo signo: me equivoqué. La mayoría de los que habían cambiado de signo decían: “¡Ah, no. Yo nací Capricornio y moriré Capricornio!”, o “¿Cómo es posible que esos astrónomos nos vengan con esos cuentos de que la alineación de las estrellas ha cambiado por la luna? ¡Soy Escorpión y los escorpiones no nos dejamos engañar fácilmente!”. (Estos comentarios no fueron exactamente así, pero resumen el sentir general).

O sea que una parte significativa de la población que cree en los horóscopos (31% en los EUA, según Time Magazine) creen compartir con todos los de su mismo signo, digamos Leo, una gran fortaleza de carácter, al tiempo en que rehúsan creer que los controles de precios son dañinos para la economía.

En otro orden de cosas, el día de ayer Carlos Marín, del periódico Milenio, escribió un comentario acerca del préstamo que Austria quería hacer a México del penacho que supuestamente perteneció a Moctezuma.

Pues bien, sólo hizo falta que Carlos Marín se refiriera a Moctezuma como un tirano, para que el foro entero empezara una diatriba acerca de la tiranía azteca y su costumbre de los sacrificios humanos.

¿Cómo era posible que alguien llamara a los aztecas tiranos? ¡Los sacrificios humanos de los aztecas fueron un mito inventado por los conquistadores! El foro se llenó de insultos, enlaces a fuentes científicas y pseudocientíficas, descalificaciones y argumentos vanos.

Aquellos que defendían la causa azteca (los cuales eran mayoría) cayeron en un error muy común: intentar explicar los actos del siglo XIV en base a la mentalidad del siglo XXI. Y esto simplemente no es posible.

Por más reprensibles y abominables que nos resulten actualmente algunos actos (como la esclavitud o los sacrificios humanos) la mentalidad de nuestros antepasados es cosa aparte.

No nos vayamos muy lejos en la historia. Bástenos con recordar que en el siglo XIX no era mal vista socialmente la costumbre de exhibir a personas con alguna deformidad física. Los espectáculos con “fenómenos” eran muy populares (recordemos a John Merrick, el hombre elefante) y se veían más como una especie de curiosidad científica que como una falta total de respeto hacia la dignidad humana.

Los aztecas mantenían sojuzgados a muchos pueblos y practicaban sacrificios humanos. ¿Y qué hay de malo en ello? Es algo que pasó —nos guste o no— y no debe servirnos como excusa para envenenar un debate. Además, los aztecas eran unos y los mexicanos somos otros. No hay punto de comparación. Las creencias y valores de ambos son diferentes.

La tercera noticia cuyos comentarios me causaron malestar fue la de la matanza en Tucson, Arizona. Debido a este hecho trágico, subió de nuevo a la superficie el debate acerca del control de armas. Después de todo, el asesino había utilizado una pistola Glock con un cargador para 30 balas.

Ya he expresado en estas crónicas mi parecer acerca del control de armas, e incluso pienso que se debería flexibilizar la legislación mexicana al respecto (ver Mexicanos al grito de guerra...). Pero en lo que no estoy de acuerdo es en la postura equivocada que los gringos se aferran por conservar.

Me refiero a las armas de asalto. Estoy completamente de acuerdo en que una persona pueda poseer y utilizar armas para defensa personal. En lo que difiero es que esa defensa se realice con armas de asalto. ¿Para qué demonios necesita alguien un AK-47 para defensa? ¿Qué cazador en sus cabales querría una ametralladora Barret calibre 50 para cazar ciervos? ¿Quiere un trofeo de caza o picadillo de ciervo?

Pero igual que el Sagitario defendiendo su signo o que el mexicano cantando las loas a la pureza de sentimientos de los aztecas, el fanático de las armas de asalto hará todo lo que esté de su alcance para acomodar la realidad a sus deseos.

La realidad es complicada —demencialmente complicada— y de nada nos sirve intentar simplificarla tratando de adaptarla a la fuerza a nuestros estrechos criterios personales. Esto sólo nos lleva a la polaridad, al desacuerdo, a querer defender lo indefendible.

Nos aferramos a nuestras ideas y puntos de vista como si estos realmente fueran los únicos verdaderos, cerrándonos al diálogo, a compartir ideas. Somos nosotros contra ellos, lo que nos lleva a la intolerancia, al fanatismo.

Y después nos preguntamos el por qué están tan mal las cosas y el por qué no avanzamos.

Patético.

1/13/2011

Tsunami

No podía creer lo que veía en las imágenes por televisión: decenas o cientos de personas (hombres, mujeres y niños) acercándose a la orilla de la playa para ver el espectáculo que se desarrollaba ante ellos: el mar se había retirado casi cien metros de la playa. Muchos tomaban fotografías o videos, mientras otros se adentraban en la arena recién abandonada por el agua, conscientes de que estaban experimentando un fenómeno inusual.

Sin embargo, ninguno de estos curiosos cayó en cuenta de que estaban viviendo sus últimos momentos, que muy pronto iban a morir.

26 de diciembre de 2004. Océano Índico. Indonesia.

El mar regresó, con olas de hasta 30 metros de altura y causó el mayor número de muertos en un desastre natural en la era moderna (le sigue, por supuesto, al terremoto de hace un año en Haití): al menos 230,000 personas perecieron.

Si en un principio dije que no podía creer lo que veía por televisión, es por la sencilla razón de que nadie reaccionó (ni siquiera los habitantes de Sri Lanka) cuando el mar se retiró tan espectacularmente. Porque cuando eso sucede sólo hay una explicación posible: ha tenido lugar un terremoto submarino, lo cual causa, a su vez, lo que se llama un tsunami.

El terremoto sucede sin aviso, pero el tsunami no. La onda expansiva del maremoto avanza furtiva por el océano. En aguas profundas la ola no rebasa el metro y medio de altura. Pero cuando se acerca a la costa comienza a crecer desmesuradamente. Y para crecer necesita esa agua que está junto a la costa, así que la absorbe. Y a esa absorción de agua acudieron curiosos cientos de turistas y habitantes del lugar, creyendo que veían algo fascinante. ¡¿Por qué no reaccionaron?! Porque ignoraban lo que estaban presenciando.

Una vez que las marejadas hubieron golpeado la costa y matado a miles de personas, los sobrevivientes dieron rienda suelta a su dolor y su indignación: ¿Por qué nadie les avisó que se acercaba un tsunami? ¿Por qué el gobierno no dio la alerta? ¿Qué no sabían las autoridades que así se hubiera evitado un número de víctimas tan elevado?

Porque como sucede frecuentemente en los países subdesarrollados, el sentir general fue  que las autoridades fueron las responsables de la tragedia. Nadie culpó a las víctimas (sobre todo a aquellas que acudieron voluntariamente a su muerte) de ser las responsables.

Pues bien, en México estamos sufriendo actualmente una especie de tsunami. Los índices de inseguridad, corrupción e impunidad han llegado a niveles espantosos. El tejido social es absorbido mar adentro y la mayoría de los mexicanos no han hecho otra cosa que acercarse a la orilla de la playa para fascinarse con el espectáculo, sin saber que ello puede costarles la vida. El crimen (organizado y no) se ha apoderado del país y una tremenda marejada amenaza con destruirnos.

¿Y qué hacemos los mexicanos mientras la tragedia se gesta? Nada: paseamos inquietos, pero fascinados, por las zonas recién liberadas por el agua, culpando al gobierno o a “los demás”, de un fenómeno potencialmente mortal que no comprendemos, ni procuramos entender, ni mucho menos actuar en consecuencia.

En mi libro “Retorno 2012” (léanlo, se les va a pasar el tren) uno de los personajes habla de una posible causa: el síndrome del damnificado. Porque México es un país de víctimas, en donde cuando ocurre un desastre natural (o artificial como en el caso de la criminalidad) todos de autonombran “damnificados” y esperan que el gobierno o terceras personas les resuelvan la vida.

Por supuesto, la relación con el gobierno es ambivalente, ya que así como se le exige que repare los daños, se le culpa de todo lo malo.

Y ahora a los mexicanos les ha dado por echarle la culpa al gobierno de los muertos por la violencia originada por el narco y se les exculpa a los criminales, que ya fueron absorbidos por el maremoto que se gestó desde hace años ante nuestra indiferencia y que vuelve ahora con fuerza hasta la costa mientras nosotros nos paseamos tranquilamente por la playa vacía, indignados por el espectáculo, pero sin hacer nada por nuestra parte para actuar: correr hacia un sitio elevado y así salvar nuestras vidas y la de los nuestros seres queridos.