8/22/2010

La femme Narkita

Recientemente, en estas Crónicas Profanas hablamos de los “sicarios”, verdadera minoría que no tiene nada de ridícula y que actualmente tiene asolada a la población civil.

Se trató el tema desde una perspectiva que difiere sustancialmente de la “realidad” que nos ofrecen los medios de comunicación, ya que existen diferencias que no se ven confirmadas por los hechos.

Una de estas diferencias radica en su número. Mientras los medios hablan de miles de estos sicarios, el Gobierno Federal y el autor de estas crónicas los reducen a una minoría. Esta hipótesis se basa en lo siguiente: 1) El promedio de homicidios cometidos por cada sicario comúnmente rebasa los 30, lo cual indica que no se necesitan muchos asesinos a sueldo para explicar el numero de ejecuciones (28,000 en un período de cuatro años) registradas a la fecha. 2) El “rescate” de sicarios encarcelados por las autoridades nos indica que no es fácil para el crimen organizado sustituir a los que se encuentran presos, por lo cual prefiere “reciclarlos”. 3) Aunque se aduce que las faltas de oportunidades de los jóvenes, la pobreza y la desigualdad social orillan a miles a convertirse en asesinos, la verdad es que sólo un número reducido de ellos es capaz de asesinar. La pobreza puede producir criminales, pero no asesinos. No al menos por miles.

Otra de las diferencias era la de su función. Porque la función del sicario que trabaja para el narco tiene que ver con dar protección a sus jefes, intimidar bandas rivales, facilitar el cobro de deudas y eliminar traidores e informantes, y no con secuestros, extorsiones, robo de autos y cobro de “derechos de piso” a los que se ven sometidos los ciudadanos comunes.

¿Acaso los 29 mil millones de dólares que supuestamente ingresan al país cada año como producto de la venta de drogas a los EUA no son suficientes para los cárteles mexicanos? Una de dos: O los narcos mexicanos son en extremo ambiciosos o esos 29 mil millones de dólares son tan sólo otra estadística ficción cuyo propósito es apoyar algún punto de vista de algún “experto” y que tanto contaminan el problema del narcotráfico en México.

Otra posibilidad es que los narcos realmente estén perdiendo la batalla. Con la frontera cada vez más cerrada, con la crisis económica en los EUA, con los decomisos de armas y droga y con la captura y muerte de algunos “capos”, el negocio de las drogas parece que ya no es el jugoso negocio de antaño. Ahora hay que buscar “la papa” en otros negocios ajenos al tráfico de drogas. Puede ser.

Todo esto viene a cuento porque la semana pasada leí en el periódico El Norte una noticia que apoyaba el punto de vista sostenido en estas crónicas (los sicarios como minoría) pero a la vez presentaba un hecho aterrador: la llegada de un nuevo género de sicario.

La nota decía: “En el material difundido por la SSP, Rogelio Amaya Martínez, uno de los detenidos por su supuesta participación en el atentado con coche-bomba en Ciudad Juárez, aseguró que va en aumento la incorporación de mujeres adolescentes a la organización criminal (La Línea) para fungir como asesinas”.

"Ya han realizado varios trabajos, igual, como cualquier sicario hombre, trocas, carros, van con armas largas o cortas. Son bonitas, adolescentes de buen ver, para engañar más a los contrarios, es lo que más se usa, sí ha resultado”, afirmó el detenido.

Sicarios mujeres, ¿qué tal? Podrá decirse cualquier cosa de los narcos, pero de tontos no tienen nada.

En 1990 se estrenó la película La femme Nikita, dirigida por Luc Besson. En la película, una mujer adicta a las drogas (interpretada por Anne Parillaud) es encarcelada después de haber cometido varios robos y asesinatos. Pero las autoridades se dan cuenta de que tiene algo especial que la hace diferente a los demás y que puede convertirse en un arma mortal. Por eso le entrenan de manera especial y le asignan una nueva identidad: Nikita. Desde entonces, su misión será luchar contra el mal.

Me imagino al jefe de sicarios de La Línea, estresado porque no sabe cómo suplir a “sus muchachos” que han sido atrapados o muertos. Para calmar el estrés, echa mano a unas películas (piratas, por supuesto) que compró por ahí y se pone a ver La femme Nikita.

Mujer drogadicta con antecedentes delictivos encarcelada… es agresiva, pelea bien… de seguro sabe manejar armas… la entrenan… ¡Bang, eso es! Él conoce a varias mujeres que tienen los mismos problemas que la Nikita esa. ¿Qué tal si las reclutara como sicarios?

Se dice que la realidad supera a la ficción. En el caso de México, realidad y ficción están yuxtapuestas, con asesinos que son reos de día y ejecutores de noche; y ahora con mujeres adolescentes que se dedican a asesinar por dinero.

“Narkitas” de verdad, que luchan no contra el mal, sino con éste. En un país tan machista como México es lo peor que podría pasarnos.

A fuerza de atentar cotidianamente contra los derechos más elementales de las mujeres, por menospreciarlas, golpearlas, explotarlas y vejarlas de todas las formas imaginables, el macho mexicano se ha ganado a pulso el derecho a ser odiado.

¿Cuántas mujeres maltratadas, sumidas en las drogas o en el alcohol, no estarían dispuestas a matar a hombres desconocidos, sólo por dinero?

Son bonitas, adolescentes de buen ver, para engañar más a los contrarios, es lo que más se usa, sí ha resultado” dijo el detenido en la nota del periódico.

¡Por supuesto que ha resultado! Y lo va a seguir haciendo…

Afuera de un bar en Ciudad Juárez, Narkita espera pacientemente. Apenas una semana antes estuvo a punto de morir por una pelea en un picadero. Después de la pelea, un tipo se le acercó con una propuesta que no pudo rechazar.

En esos momentos frente al bar, un rondín del ejército pasa a su lado y ni siquiera la miran, ya que buscan sicarios, no mujeres.

Narkita ve salir a sus dos víctimas del bar. No necesita acercarse a ellos. Ya la vieron y se dirigen hacia donde está ella fumando, recargada en una camioneta. La abordan y le prometen una noche de placer como nunca se ha imaginado: ¡Un trío de antología! Narkita acepta y los tres suben a la camioneta.

Al día siguiente son encontrados los cuerpos acribillados de dos hombres, arrojados a la orilla de la carretera, en un basurero.

Mientras se recogen las evidencias, Narkita pasa por ahí con su camioneta, despacio. Un policía de tránsito le hace vigorosas señas para que avance. Él tampoco se fija en ella.

En Ciudad Juárez nadie se fija en las mujeres.

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