7/30/2010

Un velorio Facebook

“¡Si vieras qué bonito estuvo el velorio!” Sólo conozco a una persona capaz de hacer un comentario como ese: mi madre.

Durante años, este fue un enigma que yo no había podido resolver. ¿Por qué a mi madre parecía gustarle ir a los velorios? Su actitud no parecía corresponder a su comportamiento, ya que al leer un obituario en el periódico o al recibir alguna llamada con la mala nueva reaccionaba con tristeza y estupor. Realmente le dolían esas muertes, como si ella misma y no otra persona hubiera perdido a un ser querido.

El sábado pasado volví a pensar en el viejo enigma cuando recibí una llamada precisamente de mi madre. En dicha llamada me pasaba un recado de parte de mi primo Roberto: el padre de Andrés (un amigo mutuo) había fallecido.

“¿Vas a ir al velorio, verdad?” me preguntó mamá, aunque más que una pregunta fue una orden velada, ya que ella me conoce muy bien y sabe que, al contrario que ella y casi todo el resto de la humanidad, odio ir a un velorio.

“Si, voy a ir”, le respondí sinceramente. Fue una respuesta sincera porque sabía que podría contar con la compañía de mi amigo Luis (con el que había quedado de vernos esa misma tarde) sabiendo que éste sí querría ir al velorio del papá de Andrés.

Y efectivamente, cuando Luis me habló para ponernos de acuerdo, le comenté lo del papá de Andrés y aceptó cambiar los planes e ir al velorio.

Mi fobia a los velorios empezó desde que era niño y se deriva de un exceso de empatía, lo que me lleva a la imposibilidad práctica de dar un pésame. Frases sencillas como “mi más sentido pésame” o “lo siento mucho” simplemente se me atoran en la garganta.

Y mucho menos puede esperarse de mí que, después de decir algo ininteligible mientras abrazo a algún deudo, le pregunte cosas como “¿Y de qué murió? o ¿Cómo te sientes?”

Porque cuando veo gente triste, me pongo triste. Es así de simple.

La última vez que había asistido a un acontecimiento luctuoso fue en 2006, cuando fui a una misa de cuerpo presente del esposo de una prima. En esa ocasión el acontecimiento era peor que un velorio normal, ya que el esposo de mi prima fue una de las primeras víctimas del crimen organizado (era director de la policía de San Pedro Garza García).

Si dar el pésame a quien perdió a un ser querido en un accidente o tras una enfermedad es muy duro, darle el pésame a una viuda que perdió a su esposo porque alguien pagó dinero por ello es sencillamente imposible.

Cuando terminó la misa y varios de los presentes nos acercamos a mi prima para darle el pésame, me formé en la fila preparándome mentalmente para decir un “lo siento mucho, estamos contigo” mientras le daba el abrazo.

Sin embargo, al llegar mi turno para dar el pésame vi tal tristeza en el rostro de mi prima que no pude articular ninguna palabra de consuelo. Simplemente la abracé y… lloramos juntos. Y mi prima alargó el abrazo, quizá porque ya estaba harta de palabras y prefirió las lágrimas.

Cuando me acercaba con Luis a la entrada de las capillas en donde se velaba al papá de nuestro amigo Andrés, me asaltó ese amargo recuerdo. Sabía que esta vez no sería igual, pero aún así tenía mis reservas.

Afortunadamente, Luis estaba conmigo. Así que él fue el encargado de llevar la plática una vez que ofrecimos nuestro sentido pésame a Andrés.

Después de platicar un rato con éste, nos presentó a un amigo suyo y se fue a saludar a otras personas. Luis, como siempre, siguió con la batuta de la conversación ante el nuevo conocido y sucedió algo extraño: se estableció un contacto. Resultó que los tres teníamos en común que escribíamos.

En amena plática entramos a las capillas. Definitivamente el ambiente era diferente al de mi último acto luctuoso. Aquí no se lloraba una tragedia, sino más bien había resignación ante lo inevitable: el padre de nuestro amigo Andrés estaba por cumplir 75 años.

Aunque había jóvenes y algunos niños, la mayoría de los presentes eran gente mayor, como de la edad de mis padres. Se oía el susurro de las conversaciones, de las que de cuando en cuando se desprendía una risa tranquila.

Saludé a mi primo Roberto y éste saludó efusivamente a Luis, a quien no había visto en mucho tiempo. Luis, mientras tanto, había recabado la dirección de correo electrónico y el número de celular de su nuevo contacto.

Estábamos a punto de irnos, cuando Andrés nos pidió quedarnos un rato más para ver una película-homenaje de su padre.

Así, asistimos a la función de cine más extraña en la que haya estado nunca. Mientras unos diminutos altavoces nos narraban la biografía del difunto —que descansaba en su ataúd en una esquina de la sala— diversas imágenes en blanco y negro discurrían sobre la pantalla: escenas de la Segunda Guerra Mundial; el padre de Andrés en traje de primera comunión; ahora sonriendo mientras descansaba en el cofre de un auto; ahora en una fiesta de cabaret con amigos, luciendo un sombrero chusco; una foto de su primer consultorio dental… Las imágenes se sucedían y todos escuchaban la narración, con respeto.

A mí esas imágenes no me decían nada acerca del padre de Andrés, porque eran una serie de fotografías que sólo me mostraban esos momentos en los que un ser humano (aunque lo niegue) alcanza eso que llamamos felicidad. Esas son las fotos que compartimos.

Las fotos que realmente te dicen quién es (o, en este caso, quién fue) un ser humano no existen, porque nadie te toma fotos en los momentos decisivos que te hacen un hombre o una mujer: nadie te toma fotos en tus momentos de duda, o cuando haces fila de madrugada para comprarle una medicina a tu bebé, o cuando te despiden de tu trabajo, o cuando gritas ese insulto que más te valía no haber dicho, o cuando alcanzas a ver entre la multitud a ese hombre o a esa mujer que nunca te correspondió… Los momentos importantes de tu vida, aquellos que te definen como ser humano, que hicieron de ti esa mujer o ese hombre que eres ahora, esos momentos te pertenecen sólo a ti y raramente los compartes.

Al retirarnos del velorio comenté con Luis mis impresiones. Llegamos a la conclusión de que aquello se parecía bastante a una sesión de Facebook.

En ese momento resolví el enigma que me había intrigado por tanto tiempo.

¡Mi madre decía haber ido a un velorio “tan bonito” porque con su presencia asistía a una sesión off-line de Facebook!

Porque en un velorio, mi madre se encontraba con sus amigos y conocidos, algunos de los cuales no había visto en años. También compartía opiniones y se ponía al día. Quizá alguien le mostrara algunas fotos de sus hijos o nietos y tal vez establecía nuevos contactos.

Me di de alta en Facebook en 2007 por la insistencia de Luis. En esos tres años mi cuenta permaneció sin actividad, ya que no encontraba una razón válida para utilizarla.

Pero ya encontré esa razón. Tengo una semana de haber reactivado mi cuenta en Facebook, porque no me atrae la idea de utilizar Facebook a la manera de mi madre.

Estoy buscando amigos. ¿Aceptas unirte a mi lista de amigos en Facebook?

7/22/2010

CSI Latinoamérica

El domingo 30 de mayo los restos de 14 próceres mexicanos fueron sacados de la Columna de la Independencia en el Paseo de la Reforma en una ceremonia trasmitida por televisión. El fin de la grotesca ceremonia fue el preparar los restos para ser exhibidos públicamente en Palacio Nacional, luego de que antropólogos físicos del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) certificaran la identidad de los restos.

No es la primera vez que los huesos peregrinan por Ciudad de México. El 17 de septiembre de 1823 fueron trasladados en un magnífico funeral a la Capilla de San Felipe de Jesús, en donde permanecieron sólo dos días, ya que la devoción mostrada quienes se hincaban frente a las urnas con los restos de los 14 próceres hizo que los canónigos solicitaran llevarlos a la bóveda del Altar de los Reyes, en donde permanecieron hasta el 16 de septiembre de 1925, cuando el presidente Plutarco Elías Calles (peleado a muerte con la Iglesia Católica) los trasladó a la Columna de la Independencia.

En 2010 no hubo nadie quien se hincara ante los restos de los próceres en el desfile militar rumbo al Castillo de Chapultepec precedido por el presidente Felipe Calderón, en parte por no ver algún sentido en la ceremonia, en parte por dudar de que los restos paseados fueran realmente de los 14 próceres muertos hace dos siglos, ya que algunos fueron muertos en campos de batallas y otros fusilados y decapitados por las fuerzas realistas.

Ya sé que México es surrealista, pero aún el surrealismo tiene sus límites. No es posible que un Estado que se supone laico lleve a cabo una de las ceremonias más retrógradas de la Iglesia católica: la veneración de huesos.

Pareciera que con ello quieren refrendar uno de los grandes mitos de la sociedad mexicana que aún cuenta con una vigencia popular que asusta: me refiero al mito de que el mexicano se burla de la muerte.

Cada año, el día dos de noviembre se convierte en el día oficial de la simulación. En ese día se exhiben todas las artes posibles con el fin de demostrarle al mundo de que el mito ese es verdad: se alzan simulacros de “altares de muertos” (son simulacros porque la mayoría de los mexicanos no creen que los espíritus de los muertos regresen a los altares para disfrutar de sus diversas ofrendas); se escriben breves rimas burlescas llamadas “calaveras” por mera tradición; los supermercados venden “pan de muerto” y calaveras de azúcar destinadas al montaje de los simulacros… Sin embargo, basta ver a los deudos de alguien que perdió la vida por cualquier circunstancia para constatar que el mito es mentira: a los mexicanos nos duele la muerte de un ser querido como a cualquier habitante de este planeta. La muerte no tiene nada de graciosa. No nos burlamos de ella. La tememos y la negamos, como todos.

Pero si el objetivo del Gobierno no fue perpetuar el mito, ¿cuál fue? Según lo que se deja entrever en las notas periodísticas, el objetivo real fue el intentar establecer la identidad de los 14 próceres, no fuera a ser que Andrés Quintana Roo presumiera la cadera de Leona Vicario.

La pregunta aquí es: ¿realmente tiene importancia eso? ¿En verdad es importante que en los restos de Miguel Hidalgo lo más probable sea que el cráneo no le pertenezca, ya que fue decapitado y su cabeza exhibida?

Estén juntos o estén revueltos, sean o no sean nuestros próceres, esos restos óseos de hace dos siglos no representan nada. Si algo nos queda son sus ideas, sus motivos, sus acciones y sus fracasos, no sus huesos.

Pero esta falta de sentido común al intentar vendernos a los mexicanos la idea de unos huesos “patrióticos” palidece frente a otro hecho que tuvo lugar el pasado 16 de Julio en Venezuela, donde Hugo Chávez anunció por twitter la exhumación de los restos de Simón Bolívar.

Así como no presencié el desfile de huesos por Paseo de la Reforma, tampoco he tenido la oportunidad de ver la exhumación del Libertador (voy a ver si encuentro el video en You Tube), por lo cual me quedo con el artículo de Xavier Velasco en Milenio donde se narra el hecho.

Coincido con la conclusión de Xavier Velasco: Hugo Chávez no está buscando confirmar qué mató a Simón Bolívar (si fue la tuberculosis —sus padres murieron por esa misma enfermedad— o la malaria, como afirman algunos historiadores). No, lo que busca el presidente Chávez es quién mató a Simón Bolívar, ya que está convencido que ¡el libertador fue asesinado!

Aunque todos sabemos que la región de Latinoamérica no se caracteriza precisamente por un sistema de justicia expedito, estas investigaciones forenses con dos siglos de antigüedad nos muestran el por qué las sociedades latinoamericanas no logran emerger del atraso y la desigualdad: porque son sociedades aferradas a un pasado que consideran idílico.

Sin embargo, tal Edad de Oro no existió jamás. Desde sus anárquicos y convulsos inicios como sociedades independientes, los distintos países latinoamericanos siempre han tenido en su seno a “patriotas” miopes ante el porvenir. Ni uno solo de sus “próceres” ha obrado con miras a un futuro lejano. El concepto de largo plazo está ausente en esta región del mundo.

Es por eso que las pugnas electorales que se viven en México actualmente —y que tendrán su culminación en Julio 2012— se parecen de manera tan escalofriante a las luchas intestinas de la Revolución Mexicana de 1910; es por eso que el presidente Chávez intenta distraer la atención de todos con un supuesto asesinato cometido hace casi dos siglos.

Y mientras nuestros gobernantes sigan aferrados a su miope visión de corto plazo, aquí en Latinoamérica seguiremos estancados en un presente perpetuo, viendo cómo los forenses examinan unos frágiles huesos viejos en busca de una identidad o la huella de un asesino.

7/20/2010

El rey tuerto (Update)

A un mes de la muerte de Carlos Monsiváis me encontré con un artículo escrito en 2008 que apoya mis argumentos utilizados en el post “El rey tuerto” del 22 de junio pasado.

Ese post resultó —como muchas veces me ha pasado— “políticamente incorrecto”. En todos los medios electrónicos y escritos que había leído o visto sólo venían comentarios favorables acerca de la obra de Carlos Monsiváis, muchas de ellas escritas por intelectuales o comentadores a los que respeto y admiro, por lo que llegué a preguntarme si acaso yo sería el único que no alcanzaba a ver grandeza alguna en la vida y obra del fallecido periodista.

Por supuesto, esto nunca me ha importado. Como acostumbro decir: si yo hubiera nacido animal, de seguro habría nacido salmón, ya que siempre nado contra la corriente, quizá por algún instinto innato.

Sea como fuere, hoy me encontré con un artículo en Milenio.com escrito por Jairo Calixto Albarrán que, como la mayoría de sus artículos, no tienen la mayor trascendencia y sólo los leo para pasar el rato. Sin embargo, en esta ocasión, un comentario al artículo del lector Guadalupebravo me llevó al artículo que les comento, escrito por Luis González de Alba en Letras Libres.

Eso quiere decir que, aunque en ocasiones me equivoco, al parecer no soy el único salmón que nada contra la corriente.

7/16/2010

El único gay del pueblo

Los que siguen estas crónicas saben que odio hablar de política. Para mí, la política es un mal necesario que no merece ser comentado. Porque, ¿para qué hablar sobre un tema en el que cada participante se cree poseedor de la verdad absoluta? ¿Por qué hablar de algo en donde los argumentos contrarios no son escuchados, donde no se llega a ningún lado?

Para mí, todos aquellos que hablan de política tienen el síndrome de Daffyd Thomas, el genial personaje de la serie humorística Little Britain caracterizado por Matt Lucas.

Para los que no han visto la serie: Daffyd Thomas es un homosexual que vive en el pueblo de Llandewi Breffi, en Gales. Daffdy tiene un espíritu rebelde que desea sublevarse ante la opresión de una sociedad que él considera homofóbica. Sin embargo, todos los habitantes del pueblo aceptan su homosexualidad sin darle mayor importancia y le prestan todo su apoyo.

Entonces, ¿dónde está el problema? El problema de Daffdy Thomas es que se cree el único gay del pueblo. Daffdy constantemente niega la presencia de otros gays en Llandewi Breffi, pese a que el pueblo está literalmente plagado de ellos.

Daffdy usa su homosexualidad de distintas formas, empleando diversas frases según se presente la ocasión: cuando no quiere realizar alguna tarea o conseguirse un trabajo, Daffdy se escuda tras la frase: “Pero soy gay”; cuando alguien le dirige el saludo o le hace alguna observación cualquiera Daffdy, creyéndose atacado, exclama “Sí, soy gay, ¡supéralo!”. Y, por supuesto, su frase preferida es recordarle a todo el mundo: “Soy el único gay del pueblo”.

Daffdy Thomas se siente víctima de la intolerancia sin darse cuenta de que él mismo es un intolerante mayúsculo. En un episodio memorable Daffdy es invitado a la boda de su amiga Mifanwy, la propietaria del pub local.

Es una boda gay, ya que Mifanwy es lesbiana. Todos los asistentes a la boda —incluso el vicario que casó a Mifanwy— son gays, pero Daffdy se presenta ante todos como “el único gay del pueblo”.

Cuando Mifanwy y su nueva esposa le dicen a Daffdy que ahora que están casadas planean adoptar a un niño y le piden que si les puede servir como referencia, Daffdy se horroriza y les dice: “Iiiiuuuuu… pero si son dos “come-conejos”. ¡No deben criar niños, no está bien! ¡Matrimonios gay, adopción! ¿Qué hay de quedarse viendo la tele poniéndose a cien con Sandy Toksvig? (comediante inglesa de origen danés, quien es lesbiana y madre de tres niños).

También se enfrenta con una de las amigas de las nuevas esposas que le dice que ella también es lesbiana. “¿Tú, lesbiana? Pero eso es imposible. Eres muy guapa y se supone que las lesbianas son aquellas que no encuentran novio”.

Al final Daffdy se retira del pub diciendo que no tolerará la homofobia en el pueblo.

Si trasladamos la forma de ser de Daffdy al escenario de la política nos podemos dar cuenta de que todos se comportan del mismo modo que éste. Sólo hay que cambiar la palabra “gay” por “demócrata”.

“Soy el único demócrata del pueblo”. Esta es la frase que resume el sentir de todos aquellos involucrados en el quehacer político, ya se trate de un político profesional o de un simple ciudadano que exprese su opinión sobre tal o cual política. Nadie parece ser capaz de ver en “el otro” (en política es una regla no escrita el considerar al interlocutor con diferente punto de vista como un contrario) a un “demócrata”, como él mismo se auto nombra.

Algo parecido pasa con los integrantes del “pueblo”, ese indefinido concepto del que tanto se abusa en política. Cuando no quiere hacer algo, Daffdy Thomas exclama “Pero soy gay”. Del mismo modo, aquellos que se dicen “pueblo” y que tampoco quieren hacer nada y son felices en sus papeles de víctimas exclaman “Pero somos el pueblo”.

Recientemente, tras el paso del huracán “Alex” por el estado de Nuevo León, me tocó presenciar un vergonzoso ejemplo de lo anterior: como sucede siempre en caso de desastres naturales, se implementó el Plan de Emergencias DN3 en el cual intervienen elementos del ejército mexicano mediante ayudas diversas a la población civil, que incluyen labores de limpieza y remoción de escombros.

Pues bien, por televisión me tocó ver cómo los soldados se afanaban quitando escombros, recogiendo ramas y basura en una colonia popular del municipio de Santa Catarina o García Nuevo León (no recuerdo cuál) mientras eran observados por los habitantes, muchos de ellos hombres y jóvenes, sentados o simplemente parados con los brazos cruzados.

A ninguno de los habitantes de esa colonia se le ocurrió ayudar a los soldados. Ninguno fue lo suficientemente lúcido para razonar que habitantes y soldados trabajando juntos podrían resolver más pronto la situación. “Pero soy el pueblo”, parecía decir la indolencia mostrada por los habitantes de esa colonia.

México está hundido en la partidocracia, asfixiado por una clase política que representa al verdadero crimen organizado. Individuos sin escrúpulos que se dedican a engañar, robar, extorsionar y mentir; cínicos descarados que viven en la impunidad protegidos por fueros y connivencia mutua. Sólo buscan vivir del presupuesto.

Por desgracia, los ciudadanos —el verdadero pueblo— son incapaces de unirse para evitar que los políticos sigan haciendo de las suyas. Y esta incapacidad les viene del hecho de que también sufren el síndrome de Daffdy Thomas.

Para constatarlo sólo basta darse una vuelta por los foros de discusión en línea de Milenio, El Universal, El Norte o Reforma. Como lo comenté en el post “Quinceañeras de bigote y barba”, esos espacios de discusión son cualquier cosa menos “foros”.

Cada quien defiende su postura, sin importarle nada más. Los articulistas y columnistas son atacados sin piedad alguna cuando no apoyan el punto de vista de todos los “foristas”. Y como es imposible que alguien escriba algo que satisfaga todos los puntos de vista, aquello se convierte en un compendio de descalificaciones, groserías, ataques ad hominem (esto es, atacar a quien escribe y no a sus argumentos) y calumnias.

Todos los que escriben en los foros se creen los únicos poseedores de la razón. Cada uno de ellos se siente “el único demócrata del pueblo”.

Lo único en lo que son diferentes políticos, “el pueblo” y “foristas” de Daffdy Thomas es que por lo menos éste último sí es gracioso.

7/06/2010

Alemania: Entre España, un pulpo psíquico y una reportera mexicana

A estas alturas de la Copa del Mundo en Sudáfrica ya todos saben quién es Paul, el pulpo “psíquico” que ha tenido un récord de aciertos al predecir el resultado de todos los partidos de la selección alemana.

El pulpo Paul incluso predijo que Alemania perdería 1-0 con Serbia en la primera fase del mundial. Fue una buena predicción, ya que Alemania no había perdido ningún partido de la primera fase desde la Copa del Mundo de 1986.

El día de mañana la selección de Alemania se enfrenta a España, y esta vez Paul —para la desesperación de los alemanes— ha predicho que España va a vencer a Alemania.

(Aquellos que se pregunten el cómo es posible que los alemanes se crean eso de los poderes psíquicos de un pulpo en pleno siglo XXI, deben de recordar que en los años 30 del siglo pasado los alemanes eran el pueblo más culto de todo el mundo y permitieron y apoyaron el ascenso al poder de Adolfo Hitler).

Como no podía ser de otra manera, ya muchos alemanes empezaron a dudar del pulpo Paul, en proporción inversa al número de españoles que empiezan a considerar a Paul a un nuevo Nostradamus.

Sin embargo, para aquellos alemanes que nunca han creído en la clarividencia de un pulpo, el semanario alemán Der Spiegel señaló que el periódico “Bild” reportó que la mexicana Inés Sainz —quien trabaja para TV Azteca y forma parte del equipo de “Los protagonistas”— fue a la conferencia de prensa del equipo de la selección alemana.

Y resulta que la presencia de Inés Sainz en las conferencias de prensa de algunos equipos ha demostrado ser fatal para éstos.

Porque Inés Sainz ha hecho acto de presencia en las conferencias de prensa que dieron los equipos de Inglaterra, Brasil y Argentina. Y los tres equipos ya se fueron a sus casas.

El pulpo Paul sólo se ha equivocado en una ocasión: en la final del campeonato europeo del 2008 predijo erróneamente que Alemania le ganaría a España, quien resultó campeón.

Sin embargo, Inés Sainz lleva un récord impecable. De tres conferencias de prensa a las que ha asistido, los tres equipos han quedado fuera.

¿Un pulpo psíquico y una reportera mexicana lograrán que Alemania quede fuera de la Copa del Mundo? No lo creo.

Si Alemania queda eliminada de la Copa del Mundo sólo habrá un causante: el equipo de la selección española.

7/03/2010

Billones y billones de gotas

30 de junio 2010. Miércoles. 11:54 PM

El huracán “Alex”, degradado a depresión tropical, deja caer su primera gota sobre tierras neolonesas. Millones de gotas la siguen. Billones de gotas esperan, aguardando su turno de caer a tierra.

En tierra, millones de neoloneses miran con recelo a las nubes que cubren ominosas un cielo en el que predomina el blanco y el gris. Están preocupados, ya que recuerdan (en este México del tiempo cíclico) otro huracán, otra depresión tropical.

23 de septiembre 1988. 9:40 PM

En Seúl, Corea, las delegaciones de los países competidores desfilan. Se inauguran los juegos olímpicos. En Monterrey, mucha gente sigue por televisión el desarrollo de la inauguración. El momento es propicio. Es de noche y ha estado lloviendo todo el día.

Es una lluvia curiosa. Gotas pequeñas, poco viento, muy profusa. Nada que llame la atención. Es cierto que las autoridades han alertado acerca de la aproximación del huracán “Gilberto” (que había tocado tierra tamaulipeca hacía unas cuantas horas) pero, como siempre, las altas montañas que rodean a Monterrey hacen imposible que un huracán caiga sobre la ciudad. El paso del huracán “Gilberto” por tierra adentro lo ha degradado a tormenta tropical. Las montañas se encargaron de degradarlo aún más, a una simple depresión.

En un momento dado, aquellos que ven la inauguración de las olimpiadas empiezan a cambiar de canal, ya que recibieron la llamada de algún familiar o amigo. Sintonizan los canales locales y se encuentran con unas imágenes asombrosas: el río Santa Catarina se encuentra lleno de agua, con una corriente tumultuosa que en su ímpetu se alza en olas embravecidas de color marrón.

Pero el espanto no es sólo ante esas imágenes de un río seco que resucita, sino ante la visión de un autobús lleno de gente que está siendo arrastrado por la corriente. Algunos de los pasajeros hacen señales de socorro desde las ventanillas y hay quienes intentan salir y subirse al techo del autobús.

La inauguración de los juegos olímpicos en la lejana Seúl queda olvidada ante el espectáculo de la tragedia en medio de un río tumultuoso.

Y éste fue sólo una muestra de las diversas tragedias que se sucedían en diversos puntos de la ciudad: vehículos varados debajo de pasos a nivel inundados, personas siendo arrastradas por fortísimas corrientes, calles desgajadas, bardas caídas…

El saldo oficial de muertos fue de 206, aunque algunos hablan de hasta 1,200. Hubo más muertos en Nuevo León por “Gilberto” que en otros países del caribe como Haití, República Dominicana y Cuba. Hubo más muertos en Nuevo León que en las costas del estado de Tamaulipas donde el huracán “Gilberto” tocó tierra.

3 de julio 2010 (Durante el día)

¿Por qué sucedió esto en un estado localizado a 260 kilómetros de la costa, rodeado por montañas que sirven como barrera natural contra los huracanes?

La respuesta se encuentra precisamente en esa barrera natural: si bien los huracanes son disipados por las montañas, la enorme cantidad de agua que cae sobre éstas no puede ser absorbida en su mayor parte por las empinadas laderas, por lo que se escurre hacia abajo encontrándose con miles cauces de arroyos. Y estos arroyos son los que alimentan a los distintos ríos del estado.

Quienes conocen la capital del estado de Nuevo León, Monterrey, saben que un río atraviesa la ciudad, dividiéndola en norte y sur. Este río es el Santa Catarina, cuyo lecho permanece seco la mayor parte del tiempo (Prácticamente todos los ríos que atraviesan el estado de Nuevo León están secos o presentan un caudal mínimo).

Y un río con un lecho seco es una contradicción que invita al engaño. Después de todo, esa sinuosa hondonada de tierra resulta un desperdicio si no se le utiliza, ¿no es así?

Así que a lo largo de muchos años, el lecho del río Santa Catarina se ha utilizado en los más variados proyectos: canchas deportivas, pistas de go-karts, ferias, circos, mercado de pulgas y hasta campos de golf.

Cuando uno oye que incluso hay un proyecto de construir un lago artificial en el lecho del río Santa Catarina bajo el puente “atirantado” no queda más que sacudir la cabeza y preguntarse el por qué no aprendemos del pasado.

O los regiomontanos tienen una memoria colectiva muy corta o son unos insensatos o son simplemente arrogantes.

El amanecer del día dos de julio de 2010 nos dice que quizá sean las tres anteriores. No sólo a lo largo del río Santa Catarina fue la ruta de la destrucción, también en muchas de las colonias construidas sobre lechos de arroyos en apariencia secos.

Recuerden, para que un río seco o los arroyos resuciten sólo necesitan que caiga una gota a la que siguen cientos, miles, millones, billones y billones de otras gotas.