3/04/2011

La e-Familia

El miércoles apareció la noticia de que en el estado de Nuevo León ya no es mayoría la familia tradicional. Como era de esperarse, el anuncio causó la respuesta inmediata de los dos extremos del espectro político, derecha e izquierda —no pongo conservador y liberal, porque hay izquierdistas conservadores y derechistas liberales— predominando la visión de la izquierda, que considera la defensa de la familia nuclear por parte de la derecha como algo retrógrado y poco menos que ridículo.

Los hechos parecen favorecer la argumentación de izquierda: los divorcios han aumentado y los matrimonios disminuido, lo que ha ocasionado que se haya elevado el número de familias en las que hay un padre biológico y uno no biológico, las familias monoparentales y las familias conformadas por abuelos. (La investigación base de la noticia fue realizada en Nuevo León por los investigadores de la Facultad de Trabajo Social Manuel Ribeiro y Sagrario Garay, y señala que sólo 4 de 10 familias en el Estado son nucleares, o sea están formadas por ambos padres e hijos).

Sin embargo, dicha argumentación de izquierda adolece de un error fundamental: confunde causa y efecto. Y esto la lleva a dos conclusiones: 1) La familia evoluciona, nos guste o no y 2) La familia nuclear no es por definición mejor que una familia no nuclear.

Antes de explicar la falacia de ambas conclusiones, conviene recordar que el autor de estas Crónicas Profanas (o sea, yo) no comulga con ninguna ideología política: no soy de derecha ni de izquierda y, no sé, acaso ni de centro. Y no es por falta de convicciones, sino por simple sentido común: estoy convencido de que si yo adoptara una única e inamovible  posición ideológica ante la complejidad del mundo, estaría perdido. Así que lo que aquí argumente es lo que me dicta el sentido común y no otra cosa. No argumento como de derechas o de izquierdas, ¿quedó claro?

Dicho lo anterior, pasemos a la explicación. Falacia número uno: La familia evoluciona, nos guste o no. Esta falacia no descansa en el hecho incontrovertible de que la familia se transforma para adaptarse a factores geográficos, sociales, culturales y económicos, sino en el hecho de que se tome dicha transformación/adaptación como si fuera un proceso dialéctico. Esto es, como si la sucesión y encadenamiento de los hechos nos llevara sin remedio a la transformación constante de la familia sin que podamos influir en nada para detener dicha transformación. ¿Y por qué habríamos de detenerla? Pues para evitar que dentro de diez años se considere a una mujer, un loro y su dueño como una familia. (Esto puede parecer una broma, pero el estudio de referencia distingue 27 composiciones diferentes de familia en la actualidad).

En su afán taxonómico, los sociólogos al parecer han clasificado como familia a cualquier grupo que sea superior a un individuo. De otra manera, no es posible explicar esas 27 composiciones diferentes de familia. Y el problema con ello es que esto no nos muestra la diversidad real de la familia, sino tan solo una acusada flexibilización de su definición.

Si tomamos, por ejemplo, la definición de familia proporcionada por la escritora Rosaura Barahona: “grupo de personas diferentes entre sí, con o sin lazos sanguíneos, vinculados a un apellido, un objetivo o una autoridad”, bien podemos decir que mis compañeros de empleo y yo formamos una familia o que los secuestradores forman una familia.

Así, entre tantas “familias” diferentes, es imposible establecer políticas sociales efectivas. Perdidos en un océano de clasificaciones, somos náufragos navegando a la deriva.

La segunda falacia es la que dice: Por definición, la familia nuclear no es mejor que una familia no nuclear. Esto, simplemente, es una estupidez. Resulta por demás obvio que una familia nuclear (padre, madre, hijos) no garantiza seguridad, educación y protección y que no debe ser vista como la única opción válida de familia. Sin embargo, no por ello deja de ser la forma más idónea de familia. ¿Por qué? Pues porque para los hijos es estimulante ver las interacciones de las figuras de autoridad paterna y materna, cada uno en su rol genérico, enseñando a sus hijos cómo manejan su entrono según sus particulares puntos de vista.

Esto no es posible en la mayoría de las familias no nucleares, en donde la ausencia del padre o la madre o de ambos propicia vacíos que son muy difíciles de superar. Muchas figuras de autoridad en familias no nucleares logran llenar con éxitos estos vacíos, pero a costa de grandes sacrificios. Además, sé que puede sonar crudo, pero estadísticamente está comprobado que la mayor parte de los que cometen algún crimen provienen de familias no nucleares. (Antes de poner el grito en el cielo por esta aseveración, sigan leyendo).

Lo que voy a comentar a continuación puede no ser del agrado de muchos, pero ahí les va: en el libro Freakonomics del economista Steven Levitt y el periodista Stephen J. Dubner que salió en 2005, el capítulo cuatro comenta el controvertido impacto del aborto en la reducción del crimen. Resulta que en los años noventa del siglo pasado se vio una drástica disminución en los índices de criminalidad en los Estados Unidos. Nadie se explicaba el porqué (sobre todo después de que durante los años ochentas se profetizara una explosión criminal similar a la que estamos viviendo actualmente en México). Los gringos podrán estar mejor que nosotros en muchos aspectos, pero ellos también tienen políticos, así que éstos se alzaron el cuello y pregonaron que habían sido sus iniciativas las que le habían puesto el alto a la criminalidad.

Por supuesto, muchos no les creyeron, entre ellos Levitt y Dubner, y se pusieron a indagar por su lado. Lo que encontraron fue que la causa más probable del descenso del crimen se podía encontrar 32 años atrás, cuando la Suprema Corte de Justicia falló a favor de Norma L. McCorvey, alias Jane Roe y reconoció el derecho al aborto inducido, en el famoso caso Roe vs. Wade en 1973.

Levitt y Dubner recabaron estadísticas y efectuaron estudios de correlación, llegando a una conclusión sorprendente: el índice de criminalidad había bajado a niveles históricos debido a que muchos niños no deseados habían sido abortados años atrás. Y la gran mayoría de las mujeres que decidieron abortar eran madres solteras, muchas de ellas provenientes de familias no nucleares. Por primera vez alguien se atrevió a mostrar que el aborto no era sólo una cuestión de mujeres egoístas y pecadoras que desearan deshacerse de hijos indeseables, sino de mujeres que no estaban preparadas para ser madres y no querían que sus hijos sufrieran un futuro espantoso. (Si alguno de los lectores de estas Crónicas Profanas no quiere aceptar la terrible verdad de ésta conclusión está en su derecho, pero le recomiendo que reflexione).

Mi esposa tiene cuarenta y dos años, es maestra e hija de padres divorciados. Cuando era niña y estudiaba en primero de primaria, en los tres grupos del grado conformado por 95 niñas, solo ella y otra compañera suya tenían padres divorciados. Actualmente, siendo ella maestra de un grupo de 28 niños, casi la mitad tienen padres divorciados. Y ambos colegios (en el que estudió y en el que da clases actualmente) son colegios Católicos.

Cuando alguien trata de dar explicaciones acerca del grado de inseguridad y violencia que sufrimos en México actualmente siempre recurre a lugares comunes: falta de educación, desigualdad en el ingreso, falta de oportunidades, crisis económica, etcétera, sin pararse a reflexionar de que esos factores siempre han estado presentes en México, sin que nunca se hubiera presentado el grado de violencia e inseguridad actuales.

¿Y entonces, por qué estamos hoy como estamos? Simple: por el desmoronamiento de la familia nuclear. En los Estados Unidos se despenalizó el aborto en 1973 y veintitantos años después el índice de criminalidad se desplomó. En México, la familia nuclear ha perdido relevancia en los últimos diez o quince años y el índice de criminalidad y violencia se ha disparado, sin que haya habido un cambio sustantivo en los niveles de educación ni en la desigualdad del ingreso ni en la falta de oportunidades.

Se dice popularmente de los sicarios y secuestradores que no tienen madre, pero esto no es verdad: no tienen padre; o tienen abuelos, pero no padres; o tienen hermanos de su mamá y hermanastros de su papá o… los lectores completen los restantes 24 tipos de familia, yo no puedo hacerlo.



Nota: El presente post es mi respuesta al artículo “Ya no es mayoría” de Rosaura Barahona, publicado el 3 de marzo 2011 en el periódico El Norte. En este post tomé algunas frases de dicho artículo para poder hilar mejor mis argumentos. No incluyo el enlace al artículo del periódico El Norte, ya que el sitio sólo permite acceder a los artículos publicados si se cuenta con suscripción.