4/06/2009

Los condones de Benedicto (Segunda parte)

Para todos aquellos lectores extraviados (estas Crónicas Profanas se encuentran dentro de la categoría de los blogs más ignorados de Internet) que no les quedó muy claro mi argumento expuesto en el “post” anterior quiero compartiles una noticia impactante que leí en Time Magazine del 17 de marzo 2009: Resulta que existe una verdadera epidemia de VIH/SIDA en … ¡Washington, D.C.!

Sí, de acuerdo al reporte del Departamento de Salud de la capital de los EEUU un 3% los residentes de dicha ciudad sufre de VIH/SIDA colocándose así como el porcentaje más alto de ese país. Esa tasa de infección sobrepasa ¡al Este de África y está a la par con Uganda y ciertas partes de Kenia!

¿Qué más dice el reporte, que documenta casos hasta finales de 2007? Veamos:

-Casi todos los grupos poblacionales y edades están experimentando una “epidemia severa”.

-Las 15,120 personas afectadas representan un incremento del 22% con respecto a 2006. (El número de afectados es ciertamente mayor, ya que los investigadores señalan que de un tercio a la mitad de las personas infectadas no saben que portan el virus).

-Aún y cuando el virus no discrimina, más del 75% del los residentes de Washington que han contraído el virus son negros (7% de todos los hombres negros han dado positivo y 4% de afroamericanos han sido afectados. Por contraste, un 2% de “hispanos” y el 1% de blancos se sabe que portan el virus).

-El VIH y el SIDA afectan predominantemente a los individuos de mediana edad, con las más altas tasas de incidencia entre los grupos de edades de 40-49 años (7%) y 50-59 años (5%). En total, el 70% de los afectados se encuentran en edades mayores a los 40 años.

-El principal modo de transmisión del virus es el sexo entre hombre gay (37% de los casos activos) pero también son importantes la infección por medio del sexo heterosexual (modo de transmisión más importante entre los afroamericanos) y el uso de drogas, que permanecen en niveles elevados en todos los grupos étnicos.

El Departamento de Salud de Washington, D.C. —que enfrenta severas críticas por su respuesta al problema— ha intentado frenar la epidemia de VIH/SIDA sometiendo a pruebas a más jóvenes, repartiendo gratuitamente 1.5 millones de condones (al parecer es muy popular eso de repartir condones gratis) y promovido programas de intercambio de jeringas.

El alcalde Adrian Fenty reconoce la responsabilidad de los oficiales electos para educar al público sobre el alcance de la epidemia y los riesgos inherentes. Pero también se lamenta de la nula voluntad del público para confrontar la enfermedad: “Tienes este problema afectándonos y le dices a la gente lo serio que es pero, literalmente, les entra por un oído y les sale por el otro”.

Esta noticia me impactó por varias razones:

1° Estamos hablando no de un lugar aislado o de uno de los llamados “destinos exóticos” sino de la capital política del —hasta ahora— país más poderoso de la Tierra, en donde se supone que tanto el nivel de educación de sus habitantes, como su estándar de vida, como la calidad de los servicios sanitarios son superiores, de “primer mundo”.

2° Los rangos de edades de los afectados. Estos no están conformados (como se podría esperar) por adolescentes y jóvenes con sus niveles hormonales al máximo y creyendo firmemente ser invulnerables e inmortales, sino por personas de mediana edad: ¡El 70% de los infectados son mayores de 40 años!

3° El que el principal medio de transmisión del virus continúe siendo el sexo entre hombres gay. ¿Qué no aprendieron nada de las terribles experiencias de los años ochentas y noventas del siglo pasado o es que quizá ya le perdieron el miedo al contagio?

4° Si acaso no lees regularmente Time Magazine o no caes por accidente en este oscuro blog, nunca te hubieras enterado de ese reporte. No supe de ningún medio o de algún comentarista mexicano que hablara del caso. Y si en los EEUU se le dio una mayor cobertura fuera de Washington, D.C. entonces a los gringos les sucedió lo mismo que a los habitantes de la capital según cuenta el alcalde: “Les entró por un oído y les salió por el otro”.

¿Por qué?

No tengo la menor idea. Porque, según se desprende del reporte, estamos ante un caso de una población adulta, supuestamente racional (o al menos mentalmente maduros) a los que no les importa infectar o ser infectados por el virus. ¿Faltan programas de prevención? No. ¿Faltan recursos económicos para conseguir condones? No. ¿Falta experiencia de los terribles estragos que puede causar el virus? Tampoco. ¿Entonces?

Retomando el argumento del "post" anterior: Cuando nos enfrentamos a un problema complejo optamos por evadir su complejidad y, creyéndolo simple, encontramos siempre una solución parcial e ineficaz.

El SIDA en un problema complejo. La legalización de las drogas es un problema complejo, como también son complejos el clima, el derecho a portar armas, el aborto y otros muchos problemas que enfrentamos cotidianamente.

Benedicto XVI no está del todo equivocado, pero tampoco tiene la razón. El gobierno español tampoco tiene la razón, pero no está del todo equivocado.

Ni la abstinencia ni los condones ni la experiencia parecen haber funcionado en el caso de los habitantes de Washington, D.C. ¿Qué será necesario para que entiendan la necesidad de protegerse y detener la epidemia de VIH/SIDA?

De todos los problemas que enfrenta el hombre, ninguno es más complejo que él mismo.

3/20/2009

Los condones de Benedicto y la mota pura o pura mota

No cabe duda: resulta asombrosa la capacidad que tienen las sociedades humanas para auto-engañarse. Ante un problema difícil, lo simplifican al máximo y tarde que temprano dan con la solución… una solución equivocada, por cierto, pero que posee la gran ventaja de que se adapta perfectamente a sus más íntimos deseos. (¿De qué otra manera se explica, por ejemplo, que la sociedad más culta de la tierra en la década de los treinta del siglo pasado haya abrazado una doctrina tan pedestre como la del nacionalsocialismo? Los alemanes elevaron a Hitler no por sus problemas, sino a pesar de éstos).

Dos noticias recientes ilustran el hecho que el auto-engaño de las sociedades sigue tan vivo como siempre: España mandará un millón de condones a África en respuesta a la afirmación del Papa de que los condones fomentan el SIDA y Holanda promulga una ley para protección de los no fumadores que entrará en vigor en Julio próximo.

No creo que el Papa sea infalible (de hecho no creo que nadie sea infalible) pero ante la precipitada respuesta española no me queda otra que darle a Benedicto XVI el beneficio de la duda. Un millón de condones españoles en África tendrán sobre el SIDA el mismo efecto que los miles de millones de dólares de ayuda internacional de las últimas tres décadas han tenido sobre la economía africana: ninguno en absoluto.

El problema está en el condón mismo. Para que un condón sea eficaz es necesario, en primer lugar, usarlo. Pero, además, hay que usarlo adecuadamente. Y las estadísticas de las elevadas tasas de embarazos no deseados y contagios de enfermedades sexuales nos indican que no se hace ni una cosa ni la otra. (Y eso en el “occidente civilizado”, en donde el estar infectado del virus VIH no implica necesariamente una sentencia de muerte, como hace algunos años. En los países desarrollados, el SIDA ha pasado a formar parte de las llamadas enfermedades crónicas, como la diabetes).

Así que repartir un millón de condones entre los africanos en el supuesto de quien los recibe aceptará los consejos de prevención del virus VIH y el uso correcto del preservativo es, por decirlo de una manera suave, iluso.

Pregunta: ¿En qué se parece un condón al modelo económico neo-liberal? Respuesta: En que ambos presuponen la racionalidad de los individuos. (La crisis económica global que sufrimos actualmente nos demuestra que este supuesto de racionalidad está ausente).

Y en África, precisamente, hay una ausencia atroz de racionalidad. Es una cuestión cultural. Mientras no se ataquen de raíz los profundos miasmas culturales que mantienen empantanados a los africanos —arcanos “usos y costumbres” y la ignorancia endémica— ese millón de condones españoles caducarán en sus empaques o los ingeniosos africanos les hallarán un uso alterno que les proporcione alguna utilidad. (En la primera guerra del Golfo Pérsico, por ejemplo, los soldados franceses utilizaban los condones para cubrir las bocas de sus fusiles para que no les entrara la arena).

Además, ¿por qué pensar que el millón de condones españoles sea la primera remesa que se manda a África a fin de detener la epidemia de SIDA? ¿Cuántos millones o decenas de millones de condones no se han mandado anteriormente?

Con los elevados costos de los medicamentos para el tratamiento del virus VIH no es necesario ser un genio para darse cuenta que si algo de ayuda médica ha sido mandada a los pobres africanos, ésta les ha llegado en la forma de humildes condones, los cuales han demostrado su ineficacia, sobre todo para contener la epidemia. Y si bien no puede decirse que los condones —como lo afirmó el antipático Benedicto XVI— hayan contribuido a la propagación del virus, la elevada cifra de infectados actuales parece dar la razón al Papa, al menos en parte.

Pero las conciencias españolas están tranquilas, creyendo haber aportado una solución racional a una arenga irracional. Es el triunfo de lo “políticamente correcto” sobre el mundo real.

Este tipo de “triunfos” sobre la vida real se está volviendo algo común en nuestros días.

El ejemplo más destacado es el del gobierno holandés el cual, al promulgar su ley de defensa a los no fumadores (ley que prohíbe fumar en lugares públicos, como bares y restaurantes) que entra en vigor el próximo mes de Julio, se olvidó tomar en cuenta a los “coffee shops”, que son aquellos sitios en donde es legal la venta y el consumo de marihuana y hachís.

Las quejas no se hicieron esperar, ya que dentro de los coffee shops no sólo se compra, sino también se consume la marihuana.

La solución que encontró el gobierno holandés es tan sencilla como absurda: puedes fumar marihuana dentro de un coffee shop siempre y cuando sea marihuana pura, o sea, que no esté mezclada con tabaco.

En otras palabras, el humo de “segunda mano” es dañino para los no fumadores cuando es humo de tabaco solamente. El humo de la marihuana es por completo inocuo.

Este absurdo argumento nos muestra que la satanización de la que ha sido objeto el tabaco ha llegado a niveles verdaderamente alarmantes. No contentos con establecer prohibiciones basadas mayormente en lo molesto y apestoso del humo del tabaco y no en la ciencia, ahora utilizan argumentos que carecen no sólo de base científica, sino lógica.

Además, pone en evidencia la profunda hipocresía de los gobiernos “políticamente correctos”, la cual impide atacar de fondo un problema grave —este sí— como es el del narcotráfico.

Porque acciones como la del gobierno holandés ponen en entredicho la eficacia de la política de legalización de una droga “suave” como la marihuana. (Eso de droga “suave” es un decir. En los años 70’s del siglo pasado esto pudo ser cierto, pero desde hace 25 años un grupo de emprendedores holandeses decidieron abandonar el cultivo de marihuana en las casas particulares y hacer uso de laboratorios y colegios agrícolas, con lo cual lograron incrementar el monto del ingrediente activo THC —tetrahydrocannabinol— en sus plantas de un promedio del 4% al 9% por ciento a alrededor de un 18 %. Algunas cepas incluso han alcanzado un 30%).

¿Qué sentido tiene legalizar el uso de una droga “suave” como la marihuana si al mismo tiempo restringes el uso del tabaco? ¿Acaso el mensaje es que dejes de fumar tabaco y cambies a la marihuana? ¿Qué el tabaco es malo y la marihuana buena?

Y si así se las gasta el gobierno holandés, no quiero ni imaginarme lo que harían nuestros políticos en México si algún día se llevara a cabo la legalización de la marihuana que proponían Zedillo et al. como solución al problema del narcotráfico.

Tiemblo.



1/28/2009

El Día de la Marmota

Se acerca el dos de febrero y con éste el Día de la Marmota.

Ese día, mientras aquí los mexicanos celebramos el día de la Candelaria con tamales, en el pueblo de Punxsutawney, Pennsylvania, la gente se acerca a ver a la marmota Phil para ver su comportamiento y predecir así la duración del invierno.

Ambas tradiciones pueden parecerles estúpidas a algunos, pero a mi me gustan. Me gusta comer tamales y el día de la marmota me recuerda la magnífica película de 1993 “Hechizo en el Tiempo” (o Groundhog Day, por su título en inglés).

Si no has visto la película —salen Bill Murray y Andie MacDowell— te la recomiendo. Si ya la viste, entenderás un poco más lo que sigue a continuación.

Y es que de un tiempo para acá siento que el tiempo no avanza, que un mismo día se sucede con otro día idéntico. Siempre hago lo mismo: me levanto a la misma hora, voy y regreso del trabajo a las mismas horas, leo o veo la televisión —sí, los mismos libros y los mismos programas— me acuesto a la misma hora.

Y no sólo eso; si abro el periódico trae las mismas noticias (hoy me pasó algo curioso que me inspiró la presente entrada: al abrir la página de editoriales de El Norte.com me encontré con que eran ¡las mismas del día de ayer! Por algunos minutos, a alguien en El Norte se le pasó actualizar la página), la gente comenta las mismas cosas… las mismas guerras, la misma crisis, los mismos errores.

Me imagino que así debe ser estar encerrado a cadena perpetua, castigo que se me hace miles de veces más cruel que la pena de muerte. No entiendo cómo se considera un triunfo de los derechos humanos cuando a un criminal confeso se le conmuta la pena de muerte por cadena perpetua.

¿Puede haber algo más horrible que eso?

Despertar todos los días en un día idéntico al anterior; la misma celda; los mismos guardias; la misma comida; los mismos pensamientos, una y otra vez. Segundo a segundo, minuto a minuto, hora por hora, día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año… hasta que llega la liberación: la muerte.

Por eso yo como tamales el día de la Candelaria y, si puedo, veo de nuevo Hechizo en el tiempo. Disfruto de la vida al máximo y las repeticiones ocasionales como la que atravieso en estos momentos me recuerdan en que dentro de mí está la capacidad de poder romper el hechizo del día de la marmota.

Nos vemos de nuevo el tres de febrero.