Se dice que la vida imita al arte, pero en esta ocasión ni siquiera a los hermanos Cohen se les hubiera ocurrido algo tan bizarro.
Sucedió en Australia, donde Jill Courtney, de 27 años, está esperando juicio por conspirar para cometer homicidio y colocar explosivos en un espacio público. Este acto terrorista —no merece otro nombre— está sustentado en una ideología muy particular: el amor.
Sí, Jill ama locamente a Hussan Kalache, de 28 años. Incluso lleva tatuado su nombre en diferentes partes de su cuerpo. (Jill es una especie de Pucca, que está obsesionada de amor por el ninja Garu, en la extravagante serie animada surcoreana “Funny Love”).
Hussan Kalache, viendo la adoración de su novia, le dijo a Jill que se casaría con ella si llevaba a cabo una “misión”, la cual consistía en poner explosivos en un coche en plena ciudad de Sydney.
Pucca (perdón, Jill) no dudó ni un momento: Se informó ante varias personas sobre la fabricación de explosivos y compró el material necesario.
El plan fue desbaratado por la policía, informada por una llamada telefónica anónima. En el departamento de Jill, la policía encontró un detonador, productos para fabricar explosivos, una peluca y una libreta que presuntamente detallaba la misión: “Ir a lugar, instalar, marcharse, hacerlo, ir a coche prestado, cambiarse, peluca, volver a casa”.
Desgraciadamente, estamos tan acostrumbrados a la violencia, que el acto criminal de Jill (disfrazado de “Funny love” y con elementos realmente ridículos) nos mueve a risa más que a la consternación.
Sin embargo, como se mencionó anteriormente, el acto de Jill fue un acto terrorista frustrado, idéntico a cualquier otro acto terrorista del que se tenga conocimiento.
Todos los elementos están ahí: Un instigador, una cabeza hueca, un motivo abstracto.
El instigador: En ningún lado de la nota se menciona la nacionalidad de Hussan Kalache, el novio adorado por Jill. Sin embargo, se adivina; no por prejuicio, sino porque a menos que Hussan sea un terrorista encubierto, nadie en Occidente le dice a su novia que si se quiere casar con él tiene que poner una bomba en un sitio público.
Por otro lado, es posible que Hussan no sea terrorista sino que, ante la insistencia de su novia Jill de casarse, éste se haya inventado lo de la bomba, sabiendo que cualquier mujer en su sano juicio rehusaría a hacer tal barbaridad o a casarse siquiera con quien pidiera eso.
Por último, está la posibilidad de que Hussan no sólo no quería casarse con Jill, sino que sabiendo que está loca, aprovechó la oportunidad para deshacerse de ella. Así que le dice su condición para la boda —lo de la bomba—, se espera a que Jill ponga manos a la obra y hace la llamada anónima. (¡Por supuesto que fue Hussan el que efectuó la llamada anónima! La policía australiana se vio francamente mal al no haber sospechado siquiera de Hussan y haberlo metido también a la cárcel bajo el cargo de autor intelectual del atentado).
Una cabeza hueca: Cualquiera que dude de que Jill Courtney tiene la cabeza hueca sólo tiene que recordar lo escrito en la libreta donde planeó la misión: “Ir a lugar, instalar, marcharse, hacerlo, ir a coche prestado, cambiarse, peluca, volver a casa”.
Además de lacónicas, sus anotaciones evidencian lo vacío de su cráneo: con un simple error que Jill hubiera cometido al escribir la secuencia, habría colocado la peluca en el coche prestado y se habría calado la bomba en la cabeza o habría instalado la bomba en su casa y cambiado la peluca en el coche prestado antes de volver al lugar donde debía colocar la bomba. (De hecho, Jill cometió un error de secuencia. Si la nota periodística está en lo correcto, “hacerlo” no debería figurar como la cuarta instrucción).
Siempre que escuchamos hablar sobre los terroristas nos los imaginamos como seres fríos, calculadores, sin sentimientos y, por lo general, inteligentes. ¡Nada más alejado de la realidad! Todos esos imbéciles que se hacen explotar en un lugar público o que colocan explosivos para matar a gente inocente son idénticos a Jill: unos románticos incurables con la cabeza hueca.
Porque para matar inocentes no se requiere ser inteligente. Cualquier idota puede planear un ataque terrorista. La dificultad estriba en encontrar al cabeza hueca que lo lleve a cabo. Esto lo saben los instigadores, como Hussan, y para ello utilizan su arma secreta:
El motivo abstracto: A diferencia de los asesinos comunes, los cuales actúan por un motivo objetivo (el más común es el dinero) los terroristas necesitan un motivo abstracto para morir o matar por ello, llámese este religión, opresión o —como en el caso de Jill— amor.
Jill ama a Hussan y se quiere casar con él. Si para lograrlo tiene que poner una bomba en un lugar público y asesinar a algún inocente ¡qué importa! Jill ama a Hussan y ese sentimiento abstracto es para ella un motivo suficiente.
Con su cabeza hueca rellenada hábilmente por la promesa de boda de Hussan, Jill debió haber imaginado su vida de casada con Hussan: una linda casa, un amplio jardín, cenas y fiestas para sus amistades, paseos por la playa , etcétera.
Lo más horrible de todo el asunto es que, de no haberse hecho la llamada anónima a tiempo, Jill pudo haber llevado a cabo el atentado y alguien inocente hubiera resultado herido o muerto.
Y Jill se hubiera casado con Hussen después de cumplida su misión. Y hubieran vivido los dos en la felicidad conyugal más completa..., hasta que Hussan le dijera a Jill que, si quería tener hijos, debería de cumplir otra misión.
Sucedió en Australia, donde Jill Courtney, de 27 años, está esperando juicio por conspirar para cometer homicidio y colocar explosivos en un espacio público. Este acto terrorista —no merece otro nombre— está sustentado en una ideología muy particular: el amor.
Sí, Jill ama locamente a Hussan Kalache, de 28 años. Incluso lleva tatuado su nombre en diferentes partes de su cuerpo. (Jill es una especie de Pucca, que está obsesionada de amor por el ninja Garu, en la extravagante serie animada surcoreana “Funny Love”).
Hussan Kalache, viendo la adoración de su novia, le dijo a Jill que se casaría con ella si llevaba a cabo una “misión”, la cual consistía en poner explosivos en un coche en plena ciudad de Sydney.
Pucca (perdón, Jill) no dudó ni un momento: Se informó ante varias personas sobre la fabricación de explosivos y compró el material necesario.
El plan fue desbaratado por la policía, informada por una llamada telefónica anónima. En el departamento de Jill, la policía encontró un detonador, productos para fabricar explosivos, una peluca y una libreta que presuntamente detallaba la misión: “Ir a lugar, instalar, marcharse, hacerlo, ir a coche prestado, cambiarse, peluca, volver a casa”.
Desgraciadamente, estamos tan acostrumbrados a la violencia, que el acto criminal de Jill (disfrazado de “Funny love” y con elementos realmente ridículos) nos mueve a risa más que a la consternación.
Sin embargo, como se mencionó anteriormente, el acto de Jill fue un acto terrorista frustrado, idéntico a cualquier otro acto terrorista del que se tenga conocimiento.
Todos los elementos están ahí: Un instigador, una cabeza hueca, un motivo abstracto.
El instigador: En ningún lado de la nota se menciona la nacionalidad de Hussan Kalache, el novio adorado por Jill. Sin embargo, se adivina; no por prejuicio, sino porque a menos que Hussan sea un terrorista encubierto, nadie en Occidente le dice a su novia que si se quiere casar con él tiene que poner una bomba en un sitio público.
Por otro lado, es posible que Hussan no sea terrorista sino que, ante la insistencia de su novia Jill de casarse, éste se haya inventado lo de la bomba, sabiendo que cualquier mujer en su sano juicio rehusaría a hacer tal barbaridad o a casarse siquiera con quien pidiera eso.
Por último, está la posibilidad de que Hussan no sólo no quería casarse con Jill, sino que sabiendo que está loca, aprovechó la oportunidad para deshacerse de ella. Así que le dice su condición para la boda —lo de la bomba—, se espera a que Jill ponga manos a la obra y hace la llamada anónima. (¡Por supuesto que fue Hussan el que efectuó la llamada anónima! La policía australiana se vio francamente mal al no haber sospechado siquiera de Hussan y haberlo metido también a la cárcel bajo el cargo de autor intelectual del atentado).
Una cabeza hueca: Cualquiera que dude de que Jill Courtney tiene la cabeza hueca sólo tiene que recordar lo escrito en la libreta donde planeó la misión: “Ir a lugar, instalar, marcharse, hacerlo, ir a coche prestado, cambiarse, peluca, volver a casa”.
Además de lacónicas, sus anotaciones evidencian lo vacío de su cráneo: con un simple error que Jill hubiera cometido al escribir la secuencia, habría colocado la peluca en el coche prestado y se habría calado la bomba en la cabeza o habría instalado la bomba en su casa y cambiado la peluca en el coche prestado antes de volver al lugar donde debía colocar la bomba. (De hecho, Jill cometió un error de secuencia. Si la nota periodística está en lo correcto, “hacerlo” no debería figurar como la cuarta instrucción).
Siempre que escuchamos hablar sobre los terroristas nos los imaginamos como seres fríos, calculadores, sin sentimientos y, por lo general, inteligentes. ¡Nada más alejado de la realidad! Todos esos imbéciles que se hacen explotar en un lugar público o que colocan explosivos para matar a gente inocente son idénticos a Jill: unos románticos incurables con la cabeza hueca.
Porque para matar inocentes no se requiere ser inteligente. Cualquier idota puede planear un ataque terrorista. La dificultad estriba en encontrar al cabeza hueca que lo lleve a cabo. Esto lo saben los instigadores, como Hussan, y para ello utilizan su arma secreta:
El motivo abstracto: A diferencia de los asesinos comunes, los cuales actúan por un motivo objetivo (el más común es el dinero) los terroristas necesitan un motivo abstracto para morir o matar por ello, llámese este religión, opresión o —como en el caso de Jill— amor.
Jill ama a Hussan y se quiere casar con él. Si para lograrlo tiene que poner una bomba en un lugar público y asesinar a algún inocente ¡qué importa! Jill ama a Hussan y ese sentimiento abstracto es para ella un motivo suficiente.
Con su cabeza hueca rellenada hábilmente por la promesa de boda de Hussan, Jill debió haber imaginado su vida de casada con Hussan: una linda casa, un amplio jardín, cenas y fiestas para sus amistades, paseos por la playa , etcétera.
Lo más horrible de todo el asunto es que, de no haberse hecho la llamada anónima a tiempo, Jill pudo haber llevado a cabo el atentado y alguien inocente hubiera resultado herido o muerto.
Y Jill se hubiera casado con Hussen después de cumplida su misión. Y hubieran vivido los dos en la felicidad conyugal más completa..., hasta que Hussan le dijera a Jill que, si quería tener hijos, debería de cumplir otra misión.