10/14/2010

El Nobel innoble

No creo en los premios. Aún y cuando me parece correcto premiar a todos aquellos que se destaquen del promedio por medio de su talento y esfuerzo, no coincido con los criterios que se aplican para ello. Así que, más bien que decir “no creo en los premios”, sería más correcto afirmar: no creo en los jurados.

Porque aquellos que conforman los jurados están sesgados en sus decisiones. Por supuesto, no puedo afirmar que esto siempre sea así, pero en la mayor parte de las premiaciones estas no se otorgan al mejor, sino al más apegado a la idiosincrasia de los que otorgan el premio.

Quizás el caso más evidente de ello es el premio Nobel de literatura, que de literatura no tiene nada, sólo el nombre. Hubo un tiempo, ya hace mucho, cuando creí que los máximos escritores eran los que recibían el premio Nobel de literatura, así que me dediqué a leer a los galardonados con el premio.

Pronto me di cuenta que algo no cuadraba. Aún y cuando algunos de ellos sí parecían haber merecido el premio, había otros que simplemente no me explicaba el por qué habían sido premiados (¿Winston Churchill, permio Nobel 1953?). Lo peor de todo era que algunos de mis escritores favoritos (Kafka, Borges, Conrad) no aparecían por ningún lado.

¿Y quién demonios eran los escritores Halldór Laxness, Ivo Andric o Wole Soyinka? ¡Ni en su casa (Islandia, Yugoslavia y Nigeria, respectivamente) los conocen!

Más que un premio de literatura, era un sistema de cuotas: lo que contaba no era lo que escribías, sino en dónde vivías. Lo que es más: no sólo tu nacionalidad, sino cuál era tu postura ideológica.

Porque si te inclinabas hacia la izquierda política, tus posibilidades eran buenas. Pero que no se te ocurriera escribir hacia la derecha, porque estabas fuera.

Pero si todo hubiera sido así de simple, no todo estaría perdido. Después de todo, aún y cuando uno no comparta la postura política de, digamos, Günter Grass, no cabe duda que es un buen escritor.

Pero la cuestión es que la infame Svenska Akademien (Academia sueca) premiaba a algunos escritores mediocres que no aportaban nada a la literatura y dejaba de lado a verdaderos genios literarios (como los ya mencionados Kafka y Borges) que se encontraban entre mis escritores favoritos.

Es por eso que ya desde hace mucho me dejó de importar quién ganara el premio Nobel de literatura… Hasta que el pasado día 7 de octubre se lo concedieron a Mario Vargas Llosa.

Debo de confesar que quedé muy impresionado. ¡Por fin un premio a quien realmente lo merecía! Vargas Llosa es quizá (y que me perdone Carlos Fuentes) el mejor escritor vivo que tiene actualmente Hispanoamérica. Cuenta con algunas de las mejores novelas que se han publicado en los últimos 50 años y sus ensayos son insuperables (a veces prefiero al Vargas Llosa ensayista que al novelista).

Lo más gracioso de todo el asunto fue la reacción que tuvieron los medios e intelectuales de izquierda, los cuales aún piensan que el Nobel de literatura es un premio de ideología que no premia la buena escritura, sino lo que ellos consideran la postura política “correcta”.

Aquí en México la reacción fue igual. Fueron muy pocos los intelectuales a lo que agradó que Vargas Llosa se llevara el premio Nobel de literatura. La mayoría (aquellos que aún se deshacen de halagos a la mediocridad del fallecido Carlos Monsiváis) prefirieron guardar  un rencoroso silencio.

Uno de los pocos intelectuales de izquierda que comentaron favorablemente la elección de Vargas Llosa por la Academia sueca fue José Woldenberg. Sin embargo, aún así deja ver un resabio de amargura. En el artículo intitulado Vargas Llosa que apareció el día de hoy en el periódico El Norte nos dice: “Se trata de un liberal capaz de defender con elocuencia y maestría la expansión de las libertades individuales frente a la tradición, la iglesia o los resortes conservadores; no así de comprender las garantías sociales que pueden hacer más digna y armónica la vida, por transportar esos mismos valores a la esfera de la conducción de la economía y los problemas sociales” (el énfasis en cursiva es mío).

¿Cuáles son esas “garantías sociales” de la que nos habla Woldenberg? ¿Por qué pregunta el cómo se puede transportar los valores individuales a “la esfera de la conducción de la economía”? (Respuesta corta: no se pueden. Cualquier conducción de la economía implica una restricción a las libertades individuales).

Yo le pregunto a José Wondelberg, ¿y eso a quién le importa?

Lo que realmente importa de Vargas Llosa es responder a las preguntas de si es un buen escritor: ¿Escribe bien? ¿Es capaz de contar una historia? ¿Sus personajes son creíbles? ¿Es un mentiroso de primera? Si las respuestas a estas preguntas son afirmativas, entonces nos encontramos a un digno ganador del Nobel de literatura.

Para alguien como yo (apolítico y a quien le encanta leer) esta reacción de “la izquierda” no sirve mas que para confirmar que el premio Nobel de literatura no es más que un ejercicio innoble por parte de jueces que de literatura no saben nada.

Así que felicidades a Mario Vargas Llosa por ese premio tan bien merecido.

Sólo esperemos que el premio del próximo año no se lo vayan a dar a Miyokulele O´ngu, que no sabe escribir, pero que es capaz de citar a Carlos Marx.

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