7/03/2010

Billones y billones de gotas

30 de junio 2010. Miércoles. 11:54 PM

El huracán “Alex”, degradado a depresión tropical, deja caer su primera gota sobre tierras neolonesas. Millones de gotas la siguen. Billones de gotas esperan, aguardando su turno de caer a tierra.

En tierra, millones de neoloneses miran con recelo a las nubes que cubren ominosas un cielo en el que predomina el blanco y el gris. Están preocupados, ya que recuerdan (en este México del tiempo cíclico) otro huracán, otra depresión tropical.

23 de septiembre 1988. 9:40 PM

En Seúl, Corea, las delegaciones de los países competidores desfilan. Se inauguran los juegos olímpicos. En Monterrey, mucha gente sigue por televisión el desarrollo de la inauguración. El momento es propicio. Es de noche y ha estado lloviendo todo el día.

Es una lluvia curiosa. Gotas pequeñas, poco viento, muy profusa. Nada que llame la atención. Es cierto que las autoridades han alertado acerca de la aproximación del huracán “Gilberto” (que había tocado tierra tamaulipeca hacía unas cuantas horas) pero, como siempre, las altas montañas que rodean a Monterrey hacen imposible que un huracán caiga sobre la ciudad. El paso del huracán “Gilberto” por tierra adentro lo ha degradado a tormenta tropical. Las montañas se encargaron de degradarlo aún más, a una simple depresión.

En un momento dado, aquellos que ven la inauguración de las olimpiadas empiezan a cambiar de canal, ya que recibieron la llamada de algún familiar o amigo. Sintonizan los canales locales y se encuentran con unas imágenes asombrosas: el río Santa Catarina se encuentra lleno de agua, con una corriente tumultuosa que en su ímpetu se alza en olas embravecidas de color marrón.

Pero el espanto no es sólo ante esas imágenes de un río seco que resucita, sino ante la visión de un autobús lleno de gente que está siendo arrastrado por la corriente. Algunos de los pasajeros hacen señales de socorro desde las ventanillas y hay quienes intentan salir y subirse al techo del autobús.

La inauguración de los juegos olímpicos en la lejana Seúl queda olvidada ante el espectáculo de la tragedia en medio de un río tumultuoso.

Y éste fue sólo una muestra de las diversas tragedias que se sucedían en diversos puntos de la ciudad: vehículos varados debajo de pasos a nivel inundados, personas siendo arrastradas por fortísimas corrientes, calles desgajadas, bardas caídas…

El saldo oficial de muertos fue de 206, aunque algunos hablan de hasta 1,200. Hubo más muertos en Nuevo León por “Gilberto” que en otros países del caribe como Haití, República Dominicana y Cuba. Hubo más muertos en Nuevo León que en las costas del estado de Tamaulipas donde el huracán “Gilberto” tocó tierra.

3 de julio 2010 (Durante el día)

¿Por qué sucedió esto en un estado localizado a 260 kilómetros de la costa, rodeado por montañas que sirven como barrera natural contra los huracanes?

La respuesta se encuentra precisamente en esa barrera natural: si bien los huracanes son disipados por las montañas, la enorme cantidad de agua que cae sobre éstas no puede ser absorbida en su mayor parte por las empinadas laderas, por lo que se escurre hacia abajo encontrándose con miles cauces de arroyos. Y estos arroyos son los que alimentan a los distintos ríos del estado.

Quienes conocen la capital del estado de Nuevo León, Monterrey, saben que un río atraviesa la ciudad, dividiéndola en norte y sur. Este río es el Santa Catarina, cuyo lecho permanece seco la mayor parte del tiempo (Prácticamente todos los ríos que atraviesan el estado de Nuevo León están secos o presentan un caudal mínimo).

Y un río con un lecho seco es una contradicción que invita al engaño. Después de todo, esa sinuosa hondonada de tierra resulta un desperdicio si no se le utiliza, ¿no es así?

Así que a lo largo de muchos años, el lecho del río Santa Catarina se ha utilizado en los más variados proyectos: canchas deportivas, pistas de go-karts, ferias, circos, mercado de pulgas y hasta campos de golf.

Cuando uno oye que incluso hay un proyecto de construir un lago artificial en el lecho del río Santa Catarina bajo el puente “atirantado” no queda más que sacudir la cabeza y preguntarse el por qué no aprendemos del pasado.

O los regiomontanos tienen una memoria colectiva muy corta o son unos insensatos o son simplemente arrogantes.

El amanecer del día dos de julio de 2010 nos dice que quizá sean las tres anteriores. No sólo a lo largo del río Santa Catarina fue la ruta de la destrucción, también en muchas de las colonias construidas sobre lechos de arroyos en apariencia secos.

Recuerden, para que un río seco o los arroyos resuciten sólo necesitan que caiga una gota a la que siguen cientos, miles, millones, billones y billones de otras gotas.

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