7/16/2010

El único gay del pueblo

Los que siguen estas crónicas saben que odio hablar de política. Para mí, la política es un mal necesario que no merece ser comentado. Porque, ¿para qué hablar sobre un tema en el que cada participante se cree poseedor de la verdad absoluta? ¿Por qué hablar de algo en donde los argumentos contrarios no son escuchados, donde no se llega a ningún lado?

Para mí, todos aquellos que hablan de política tienen el síndrome de Daffyd Thomas, el genial personaje de la serie humorística Little Britain caracterizado por Matt Lucas.

Para los que no han visto la serie: Daffyd Thomas es un homosexual que vive en el pueblo de Llandewi Breffi, en Gales. Daffdy tiene un espíritu rebelde que desea sublevarse ante la opresión de una sociedad que él considera homofóbica. Sin embargo, todos los habitantes del pueblo aceptan su homosexualidad sin darle mayor importancia y le prestan todo su apoyo.

Entonces, ¿dónde está el problema? El problema de Daffdy Thomas es que se cree el único gay del pueblo. Daffdy constantemente niega la presencia de otros gays en Llandewi Breffi, pese a que el pueblo está literalmente plagado de ellos.

Daffdy usa su homosexualidad de distintas formas, empleando diversas frases según se presente la ocasión: cuando no quiere realizar alguna tarea o conseguirse un trabajo, Daffdy se escuda tras la frase: “Pero soy gay”; cuando alguien le dirige el saludo o le hace alguna observación cualquiera Daffdy, creyéndose atacado, exclama “Sí, soy gay, ¡supéralo!”. Y, por supuesto, su frase preferida es recordarle a todo el mundo: “Soy el único gay del pueblo”.

Daffdy Thomas se siente víctima de la intolerancia sin darse cuenta de que él mismo es un intolerante mayúsculo. En un episodio memorable Daffdy es invitado a la boda de su amiga Mifanwy, la propietaria del pub local.

Es una boda gay, ya que Mifanwy es lesbiana. Todos los asistentes a la boda —incluso el vicario que casó a Mifanwy— son gays, pero Daffdy se presenta ante todos como “el único gay del pueblo”.

Cuando Mifanwy y su nueva esposa le dicen a Daffdy que ahora que están casadas planean adoptar a un niño y le piden que si les puede servir como referencia, Daffdy se horroriza y les dice: “Iiiiuuuuu… pero si son dos “come-conejos”. ¡No deben criar niños, no está bien! ¡Matrimonios gay, adopción! ¿Qué hay de quedarse viendo la tele poniéndose a cien con Sandy Toksvig? (comediante inglesa de origen danés, quien es lesbiana y madre de tres niños).

También se enfrenta con una de las amigas de las nuevas esposas que le dice que ella también es lesbiana. “¿Tú, lesbiana? Pero eso es imposible. Eres muy guapa y se supone que las lesbianas son aquellas que no encuentran novio”.

Al final Daffdy se retira del pub diciendo que no tolerará la homofobia en el pueblo.

Si trasladamos la forma de ser de Daffdy al escenario de la política nos podemos dar cuenta de que todos se comportan del mismo modo que éste. Sólo hay que cambiar la palabra “gay” por “demócrata”.

“Soy el único demócrata del pueblo”. Esta es la frase que resume el sentir de todos aquellos involucrados en el quehacer político, ya se trate de un político profesional o de un simple ciudadano que exprese su opinión sobre tal o cual política. Nadie parece ser capaz de ver en “el otro” (en política es una regla no escrita el considerar al interlocutor con diferente punto de vista como un contrario) a un “demócrata”, como él mismo se auto nombra.

Algo parecido pasa con los integrantes del “pueblo”, ese indefinido concepto del que tanto se abusa en política. Cuando no quiere hacer algo, Daffdy Thomas exclama “Pero soy gay”. Del mismo modo, aquellos que se dicen “pueblo” y que tampoco quieren hacer nada y son felices en sus papeles de víctimas exclaman “Pero somos el pueblo”.

Recientemente, tras el paso del huracán “Alex” por el estado de Nuevo León, me tocó presenciar un vergonzoso ejemplo de lo anterior: como sucede siempre en caso de desastres naturales, se implementó el Plan de Emergencias DN3 en el cual intervienen elementos del ejército mexicano mediante ayudas diversas a la población civil, que incluyen labores de limpieza y remoción de escombros.

Pues bien, por televisión me tocó ver cómo los soldados se afanaban quitando escombros, recogiendo ramas y basura en una colonia popular del municipio de Santa Catarina o García Nuevo León (no recuerdo cuál) mientras eran observados por los habitantes, muchos de ellos hombres y jóvenes, sentados o simplemente parados con los brazos cruzados.

A ninguno de los habitantes de esa colonia se le ocurrió ayudar a los soldados. Ninguno fue lo suficientemente lúcido para razonar que habitantes y soldados trabajando juntos podrían resolver más pronto la situación. “Pero soy el pueblo”, parecía decir la indolencia mostrada por los habitantes de esa colonia.

México está hundido en la partidocracia, asfixiado por una clase política que representa al verdadero crimen organizado. Individuos sin escrúpulos que se dedican a engañar, robar, extorsionar y mentir; cínicos descarados que viven en la impunidad protegidos por fueros y connivencia mutua. Sólo buscan vivir del presupuesto.

Por desgracia, los ciudadanos —el verdadero pueblo— son incapaces de unirse para evitar que los políticos sigan haciendo de las suyas. Y esta incapacidad les viene del hecho de que también sufren el síndrome de Daffdy Thomas.

Para constatarlo sólo basta darse una vuelta por los foros de discusión en línea de Milenio, El Universal, El Norte o Reforma. Como lo comenté en el post “Quinceañeras de bigote y barba”, esos espacios de discusión son cualquier cosa menos “foros”.

Cada quien defiende su postura, sin importarle nada más. Los articulistas y columnistas son atacados sin piedad alguna cuando no apoyan el punto de vista de todos los “foristas”. Y como es imposible que alguien escriba algo que satisfaga todos los puntos de vista, aquello se convierte en un compendio de descalificaciones, groserías, ataques ad hominem (esto es, atacar a quien escribe y no a sus argumentos) y calumnias.

Todos los que escriben en los foros se creen los únicos poseedores de la razón. Cada uno de ellos se siente “el único demócrata del pueblo”.

Lo único en lo que son diferentes políticos, “el pueblo” y “foristas” de Daffdy Thomas es que por lo menos éste último sí es gracioso.

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