4/17/2010

El verdadero deporte Regio

El deporte más popular de los regiomontanos (como se nos conoce a los habitantes de la ciudad de Monterrey y su área conurbana) no es el futbol, sino los choques de autos. Pero no los de autos de carreras, sino de nuestros propios autos.

Los regios ostentamos el título de los peores conductores del mundo. Según la estimación más reciente del CEFPEAB (Centro de Estadísticas Ficticias Para Efecto de Argumentación en Blogs) la relación entre conductores regios torpes y vehículos automotores es de 1:1.

En otras palabras, cada vehículo automotor en Monterrey es conducido por un idiota.

Sé de lo que estoy hablando. Yo mismo soy regio y conduzco. Sin embargo, mi idiotez no es por mi manera de conducir —no he tenido un accidente desde que era adolescente— sino por atreverme a conducir con tanto idiota al volante.

Cualquiera que viva en Monterrey o que lo haya visitado alguna vez puede saber que no exagero. Basta una ligera llovizna para convertir a la ciudad en un enorme depósito de chatarra (“yonke”, como se le conoce popularmente aquí en el norte del país).

Por supuesto, el factor de humedad no puede ser utilizado como excusa, ya que aunque se tenga un día soleado el número de choques se mantiene prácticamente igual.

¿Entonces, cuáles son las causas para que los regios colisionemos constantemente? Se han presentado diversas hipótesis, que van desde una conspiración de propietarios de grúas para mantener saludable el negocio, hasta pretender que los regios chocan con el fin de cobrar el seguro por “pérdida total” y así ahorrarse el pago de las mensualidades que les faltan del crédito.

Para mí, las causas principales son: la velocidad y un extraño sentido de la propiedad.

En Monterrey se maneja rápido. ¿Qué tan rápido? Hace como dos años hubo una racha de choques tan alta —incluso para los estándares regios— que llegó incluso a ocupar espacios en los comentarios editoriales de los periódicos locales.

En esa ocasión me llamó la atención el comentario de un “forista” (esos extraviados que creen que porque pagan una suscripción ya tienen derecho a opinar) a una nota editorial del periódico El Norte y que para mí resume a la perfección este asunto de la velocidad a la que manejamos los regios.

Su comentario era más o menos el siguiente (y juro que no lo estoy inventando): “La mejor manera de evitar los accidentes fatales como los que se han presentado en los últimos días es manejar más rápido. Todas las estadísticas dicen que entre más tiempo pases en la calle, hay más posibilidades de tener un accidente. Así que si manejas más rápido, pasas menos tiempo en la calle y por lo tanto tus posibilidades de chocar disminuyen”.

Por desgracia, esta retorcida lógica (más propia de un crustáceo o de un diputado que de un ser racional) es compartida por casi todos los regios.

Al manejar tan rápido, los regios también ponen en evidencia el hecho de que la mayoría carece de los más elementales conocimientos de física elemental. Para estos, la masa es de lo que están hechas las tortillas y creen que inercia es el nombre de una de las hijas del príncipe Felipe de España.

Así que creen que, como son tan buenos manejando, pueden detener el auto que conducen a 150 kilómetros por hora en, digamos, 15 metros. Pobres ilusos.

Lo que nos lleva al segundo factor de importancia que incide grandemente en el número de choques: un extraño sentido de la propiedad.

Porque los regios no sólo se sienten propietarios del auto que conducen, sino también de al menos un kilómetro de espacio frente al auto en línea recta.

En Monterrey, cuando los confundidos policías de tránsito interrogan al conductor de cómo fue posible que su auto acabara atorado en las ramas más altas de un álamo, el accidentado responde invariablemente que fue porque “le dieron un cerrón”. Éste inusual término (que los regios utilizan como excusa en un 95% de sus choques) significa simplemente que otro conductor “invadió” el carril del accidentado. Y esto es la peor ofensa posible.

Porque para un regio, el carril por el que conduce es SU carril y cualquier intrusión en éste causa una reacción exagerada y, por supuesto, idiota.

Basta con que alguien irrumpa en su espacio vital (ese kilómetro imaginario frente al auto) para que el regio acelere aún más tratando de alejar al invasor. Cuando esto sucede, la distancia entre los dos autos se vuelve crítica y el ofendido se ve en la necesidad de dar un golpe de volante para no chocar, lo que lógicamente resulta en una pérdida de control y posterior choque.

En las raras ocasiones en que los regios conducen más despacio (no sé, tal vez es porque van hablando por celular), la invasión de carril puede no acabar en un choque, pero sigue más o menos el siguiente guión: el ofendido acelera y se coloca a unos tres centímetros de la defensa trasera del invasor, accionando repetidamente el cambio de luces y haciéndole señas con la mano libre para que se aparte de su camino. El “invasor” puede reaccionar a esto haciéndose a un lado o simplemente acelerando a su vez, lo cual inicia una carrera improvisada que tiene altas probabilidades de acabar en… un choque, el cual se suma a los miles de choques que hacen de esta actividad el deporte regio por excelencia.

Como todos los mexicanos, los regiomontanos somos grandes anfitriones y tratamos muy bien a los que nos visitan. Así que ya lo sabes, si quieres visitarnos, eres bienvenido.

Sólo te doy un consejo: no vengas en auto.

1 comentario:

  1. Anónimo8:10 p.m.

    Interesante linea de pensamiento

    Sobre el sentido de propiedad del carril, hay un libro que toca mucho el tema, por si te interesa.

    "El mono desnudo" de DEsmond Morris

    un punto de vista de la sociedad, de un zoologo


    Neta buena info, saludos

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