9/05/2010

Un baobab en Argentina

Murió Germán Dehesa.

A mí, como a la mayoría (incluso al él mismo) su muerte me tomó por sorpresa. Sin embargo, aún y cuando fue hasta el 25 de Agosto que anunció públicamente que tenía cáncer, en su columna del 9 de Agosto ya nos adelantaba que algo andaba mal.

Como puede verse, yo seguí su columna desde hace muchos años. Pero eso no significa que fuera su fan (mi admiración la reservo para gente como Sergio Sarmiento y Juan Villoro). Lo que me gustaba de Germán Dehesa y que hacía que leyera sus columnas era su amor a la vida y su amor por Jorge Luis Borges, amores ambos que comparto.

Fue precisamente éste último amor el que me llevó a tener mi primer y único contacto con Germán Dehesa. Sucedió que éste viajó a Argentina para seguir los pasos de Borges y escribió un paseo imaginario de Borges por Buenos Aires. En dicho paseo, el escritor llegaba a un parque y se sentaba a la sombra de un baobab.

Días después, Germán Dehesa presentaba una fe de erratas y decía que fue un error de su parte haber confundido un baobab con un simple árbol gomero. Esto sí que no se lo aguanté y le escribí el siguiente correo:

Estimado Germán:

Así que ahora resulta que el baobab era un árbol gomero y que todo fue un "imperdonable error" de su parte. ¿Cómo está eso? (Como diría el inolvidable clavillazo: ¡Nuuunca me haga eso!)

Para la gran mayoría de sus lectores, su viaje a la Argentina no pasó de ser una ocasión más para disfrutar con su divertida prosa. No para mí.

Yo sí sé lo que representó para usted el viajar hasta el fin del mundo (recuerde que estuvo en Ushuaia) para recorrer, en Buenos Aires, invisibles senderos frecuentados por un poeta ciego. También sé lo que lo llevó a buscar la visión de un hombre en una esquina rosada y la mirada de un tigre.

Lo sé porque también yo soy discípulo de Borges. A éste lo descubrí por azar cuando yo tenía unos dieciséis años y visitaba durante las vacaciones de verano la biblioteca del CUM. (Terra ignota, dicho sea de paso, ya que yo pertenecía a las huestes lasallistas en aquellos días).

No recuerdo qué fue lo primero que leí de Borges, pero desde ese momento quedé prendado. Además, sin saberlo, pasé a formar parte de una minoría selecta. Porque hay que reconocerlo: en este país habemos muy pocos borgeanos.

Por ello me alegró bastante el que usted emprendiera un viaje de búsqueda que yo mismo he soñado con realizar algún día. Siempre he disfrutado con sus escritos, pero ahora realmente gocé con su crónica tras los pasos de Borges, sobre todo con "Un viejo pasea", donde menciona al baobab y se reúne con Borges bajo su sombra.

¡Y ahora me sale con que siempre no, que no hay baobab! No se deje confundir por comentarios de gente que no estuvo con usted y que no aman a Borges.

Le diré lo que creo que realmente pasó: En Buenos Aires, usted llegó a un parquecito dedicado a Francisco Mitre y se sentó a la sombra de un baobab. Y este baobab existe porque usted lo produjo. Me explicaré.

Como usted muy bien sabe, Borges nos narra que en Tlön no es infrecuente la duplicación de objetos perdidos. Estos objetos secundarios se llaman "hrönir" y su metódica elaboración ha permitido interrogar y modificar el pasado.

Sin embargo, continúa Borges, existe algo más extraño y puro que todo "hrön" y es el "ur": la cosa producida por sugestión, el objeto elucido por la esperanza.

Pues bien, yo sostengo que fue su devoción por Borges (la cual comparto) lo que le llevó a usted a producir un "ur": el baobab.

Así que para mí, y gracias a usted, Argentina cuenta con un parquecito donde existe un baobab que todavía conserva la sombra de Jorge Luis Borges.

Saludos,

Jaime.

Por supuesto, no esperaba respuesta de parte de Germán Dehesa. Por ello me sorprendí cuando recibí la siguiente respuesta:

Estimado Jaime:

Me conmovió mucho tu correo y te agradezco que "te hayas puesto en mis zapatos". Es muy grato encontrar a una persona que comulga con uno en algo tan entrañable. Gracias, amigo.

Un abrazo,

Germán Dehesa.

Días después, Germán Dehesa escribió una columna en donde devolvía el baobab a su lugar de origen, el parquecito dedicado a Francisco Mitre.

Murió Germán Dehesa. Murió un amigo al que ayudé a replantar un baobab en Buenos Aires, en donde Borges meditaba a su sombra. Lo extrañaré.

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