9/07/2010

Luna de miel en Atami



Quizá la paradoja más enigmática de la llamada “revolución informática” es el aumento de la soledad derivado de una mayor comunicación.

Parece imposible, pero ahora que contamos con Internet y teléfonos celulares, lo cual nos permite mantener comunicación instantánea con otras personas, el número de individuos que se sienten solos sea cada día más grande.

Una posible causa se encuentra en el hecho de que la mayor parte de la comunicación hoy en día se realiza a distancia. Atrás quedaron los tiempos de la comunicación frente a frente.

Cada vez más, los diálogos entre las personas se llevan a cabo mediante el intercambio de mensajes de texto. Son diálogos mudos, sin voz de por medio, con lo que perdemos un elemento esencial de la comunicación humana.

Chateamos, twitteamos, compartimos información en Facebook y blogs, pero en silencio, como si viéramos una vieja película muda en donde los actores tienen que mostrar gestos exagerados para trasmitirnos el mensaje; una pantomima frenética en donde quizá se logre trasmitir el mensaje, pero donde el diálogo está ausente. Por lo tanto, la interpretación corre a cuenta de cada uno.

Y cuando esto sucede, cuando tratamos de interpretar el mensaje basados tan sólo en lo que somos (nuestras ideas, nuestras conceptos, nuestros prejuicios) la sensación de ser únicos, irremplazables e irrepetibles nos lleva invariablemente hacia la soledad.

Nos bastamos con nosotros mismos. La mera posibilidad de encontrarnos con otra persona que interprete el mundo como lo hacemos nosotros mismos se nos antoja fantástica. De esta manera se reduce nuestra capacidad de relacionarnos con los demás, ya que no estamos dispuestos a aceptar otra interpretación diferente; o quizá si aceptemos otra interpretación diferente, pero tememos que la nuestra no sea aceptada.

En países como el nuestro, donde la penetración de la revolución informática todavía no es tan profunda, persisten los contactos humanos y la sensación de soledad no es tan fuerte.

No así en Japón, en donde la informática reina en un ambiente de estancamiento económico y una población cada vez más vieja, menos capaz de relacionarse entre si y más solitaria.

Un artículo de The Wall Street Journal da cuenta de uno de estos casos. Lo presentan bajo el concepto de “Sólo en Japón…”, como si fuera un hecho aislado que sólo puede ocurrir en la tierra de Godzilla y Poquemón. Pero no es así; su significado es profundo y terrible. Es tal vez la imagen del futuro que nos espera a todos.

El artículo del WSJ trata sobre Atami, un destino turístico japonés que fue muy popular entre los recién casados de los años sesentas del sigo pasado, quienes lo escogían para su luna de miel.

Ahora, en estos tiempos de estancamiento económico y alta tecnología, los promotores de Atami lanzaron una campaña turística destinada a atraer a un nuevo tipo de lunamieleros: hombres jóvenes solteros, cuyas novias las llevan dentro de un estuche de mano.

Son los entusiastas de LovePlus+, un juego de simulación de Nintendo DS que recrea la experiencia de un romance adolescente.

Una vez que el jugador escoge una de tres chicas disponibles, inicia una relación con ella, lo que incluye paseos tomados de la mano y citas después de las clases. El propósito del juego no es sólo escoger a la chica, sino mantener la relación.

Se puede sincronizar LovePlus+ con la fecha y hora reales, lo que permite mantener la relación en tiempo real. Así, la novia de caricatura se levanta, va al colegio, come y duerme a la misma hora que el jugador. Todo se realiza por medio de suaves golpes de stylus sobre la pantalla. Incluso se cuenta con un micrófono que permite mantener conversaciones entre los novios.

Como toda relación, el juego tiene sus retos. Hay que ganar “puntos de novio” completando algunos retos del juego, como hacer la tarea o ejercitarse.

La recompensa del jugador que ha ganado los suficientes “puntos de novio” es un fin de semana virtual en Atami. En LovePlus+, la pareja visita los lugares de interés del centro turístico virtual y se aloja en el elegante Hotel Ohnoya.

Son tantos los entusiastas de LovePlus+ (la mayoría hombres entre sus veintes o treintas) que los promotores del Atami real vieron una oportunidad y lanzaron su campaña en Julio pasado. Cerca de mil quinientos entusiastas de LovePlus+ acudieron al llamado.

Organizados como son, los habitantes de Atami recibieron instrucciones sobre cómo tratar a los recién llegados. Así, por ejemplo, los empleados del Hotel Ohnoya real son instruidos para registrar al jugador de LovePlus+ como si fuera una pareja.

Incluso ha habido jugadores que pagaron una habitación doble (que puede llegar a costar $500 dólares) para llevar su fantasía más lejos.

Una vez establecidos, a los jugadores se les puede ver paseando por Atami, reconociendo lugares ya vistos en el Atami virtual o comiendo unos pasteles especialmente hechos para ellos y sus novias virtuales mientras toquetean la pantalla del Nintendo DS con su stylus.

El japonés tiene la particularidad de interpretar la realidad a partir de una imagen. Admira la foto de la Torre Eiffel más que a la Torre Eiffel misma. Cuando está de turista, ve la realidad a través de la pantalla de la cámara. No es sino hasta llegar a su casa que los cientos de imágenes del viaje tomadas se convierten en la experiencia del viaje (es por eso que el Manga es tan popular en Japón. Las imágenes de sus héroes y heroínas, con sus grandes ojos, su minúscula boca y sus expresiones exageradas de emociones son para ellos tan reales que no les es difícil aceptar una caricatura como algo real).

Pero ni siquiera esto explica el tremendo patetismo que destilan los entusiastas del juego LovePlus+ en la Atami real cuando se registran como pareja en el Hotel Ohnoya, salen a caminar con sus ropas citadinas o comparten pasteles con sus novias de videojuego.

Porque no estamos hablando aquí de personas perturbadas mentalmente. Estamos hablando de hombres jóvenes que perdieron su capacidad de relacionarse con los demás, principalmente con las mujeres. Y lo peor de todo es que este fenómeno no es el único que afecta actualmente a los hombres jóvenes en Japón: también están los chicos come-pasto u hombres herbívoros (soshoku-danshi) de los que hablaré en un próximo post).

Los entusiastas de LovePlus+ son conscientes de su comportamiento inusual. Saben que su relación de “noviazgo” se da entre una persona real (ellos mismos) y una caricatura virtual. El problema aquí es que no les importa. Prefieren el aislamiento social o la burla a intentar superar su incapacidad para relacionarse con los demás.

Después de todo, en LovePlus+ ellos son los que mandan. Quizá tengan una pelea con Manaka, Rinko o Nene, pero en última instancia ellas son criaturas virtuales, no mujeres a las que se pueda herir… ni ser heridos por ellas.

Es muy difícil establecer el grado de culpabilidad de las nuevas tecnologías informáticas y de entretenimiento en la pérdida de la capacidad para relacionarse de los jóvenes japoneses, porque si un juego como LovePlus+ fue posible, es porque sus creadores vieron un nicho de mercado que podía ser cubierto por ellos.

Por otro lado (y esto es lo más seguro) quizá los creadores de LovePlus+ hayan diseñado el juego pensando que éste les serviría a esos jóvenes solitarios como una especie de entrenamiento para establecer una relación real con las mujeres.

De lo que no cabe duda es que Japón —con su estancamiento económico, su población envejecida, su elevado estándar de vida y su manía tecnológica— se ha convertido en un laboratorio donde se lleva a cabo un experimento social cuyos resultados preliminares estamos viendo ahora.

Y créanme, no auguran nada alentador.

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