5/07/2010

Narcoproletariado

(Nota: El presente post tiene un año de antigüedad. No sé el por qué no lo incluí en estas crónicas recién lo escribí. Sin embargo, como el asunto del narco en México por desgracia sigue vigente, el post no ha perdido su actualidad. Algunas cosas pueden sonar anacrónicas, pero en su mayor parte es como si lo hubiera escrito ayer).

En Julio 2007 me fui de vacaciones a Mazatlán, Sinaloa. En mi equipaje llevaba dos libros que me compré ex profeso. Uno de ellos era “Freakonomics” de Steven Levitt y Stephen Dubner. El libro incluía un ensayo intitulado: “¿Por qué los traficantes de crack viven con sus madres?” que me llamó mucho la atención, ya que argumentaba algo que yo ya había sospechado: que ser narcotraficante no es el gran negocio como se cree popularmente.

A primera vista esto parece un sin sentido, dado el increíble monto de dinero involucrado en el negocio ilícito del narcotráfico: miles de millones de dólares que recorren el mundo por las múltiples redes del crimen organizado. ¿Cómo no puede ser esto el negocio más lucrativo de todos? Bueno, es que todo depende en dónde estés situado, si en la cima o en la base.

En enero pasado causó gran revuelo el que la revista Forbes incluyera a Joaquín Guzmán Loera, alias “el Chapo Guzmán”, entre los hombres más ricos del mundo. Esto ocasionó una enérgica protesta de la presidencia de la República, misma que fue criticada por la mayoría de comentadores políticos, intelectuales y —obviamente— por los partidos de la oposición.

El reclamo presidencial era simple: Forbes había cometido una imprudencia al enaltecer a un criminal, equiparándolo con exitosos y honrados hombres de empresa. La respuesta de sus contrarios fue también simple: ponían en entredicho no tanto el éxito, sino la supuesta honradez de algunos de los hombres de empresa ahí listados, por lo cual la inclusión del “Chapo” en la lista no se veía tan desencaminada.

¿Quién tenía la razón, el presidente o sus detractores? Por esta ocasión, el presidente Felipe Calderón. Y esto es porque el mensaje que se grabó en la mente de la gente es que el ser un narcotraficante es un muy buen negocio. (Además, la gran mayoría razonó que, ya que los narcos tenían tanto dinero, toda acción de la autoridad encaminada a combatirlos estaba condenada al fracaso).

En ese entonces pensé en escribir un post en estas crónicas apoyando el punto de vista del presidente, pero por alguna causa que no recuerdo no lo hice. Hasta que el día de ayer leí en un periódico sobre la detención de Gabriel Ayala Romero, alias “Gaby”, quien resultó ser el “zar” de la piratería en Nuevo León, ligado con los Zetas.

No ahondaré en la noticia. Sólo quiero señalar un dato importante: que por los doscientos millones de pesos recaudados por medio de extorsión y “derechos de piso” a vendedores de mercancía pirata (la mayor parte proporcionada por la banda de extorsionadores) en un periodo de ocho meses, el “Gaby” recibió una camioneta Ranger 2008 de color blanco.

En otras palabras, por organizar una banda de piratas y extorsionadores, que incluían diez laboratorios clandestinos de copiado, con sus operadores y empleados, más los encargados de recabar las extorsiones, más aquellos encargados de repartir amenazas y sobornos, por lo cual se obtuvo una ganancia en ocho meses de doscientos millones para los jefes, “Gaby” recibe ¡una camioneta!

Una de dos: o el zar de la piratería ama realmente extorsionar a la gente o rompió un récord Guinness al pagar doscientos millones de pesos por una camioneta (que muy bien hubiera podido robarse).

Y su caso no es el único: a uno de los dos presos recapturados después de la fuga de 53 reos de una cárcel de Zacatecas le pagaban sólo $6,000 mensuales por delinquir; los policías y tránsitos detenidos en Nuevo León por complicidad con el crimen organizado recibían de $3,000 a $5,000 mensuales; en las redadas en las que capturan a los tan temidos “sicarios” estos visten como mineros en paro. ¿Y vieron a la mamá del “pozolero”? A la pobre mujer la entrevistaron frente al anafre donde calentaba las frituras que vendía para sobrevivir.

Habrá alguien que objete esto, argumentando que muchos narcomenudistas y sicarios andan en automóviles y camionetas de lujo, sin tomar en cuenta que prácticamente todos esos vehículos no se los compraron ellos mismos, sino que son robados… o los recibieron de premio por haber contribuido con doscientos millones de pesos para el jefe del cártel, como en el caso del “zar” de la piratería en Nuevo León.

La realidad es que los únicos que ganan con esto del narcotráfico son los de arriba. Las bases —los narcoproletarios— se las ven negras para sobrevivir. Las condiciones laborales en Corea del Norte son una maravilla comparado a las que enfrentan nuestros sicarios y narcomenudistas: el suyo es un trabajo muy peligroso, sin seguro de gastos médicos o prestaciones. No hay vacaciones pagadas ni posibilidad de jubilarse. Los horarios son pesadísimos, ya que deben tener disponibilidad de 24 horas al día. No hay sindicatos que los protejan. No tienen derecho a renunciar ni a cobrar su finiquito, ya que si los despiden es con una bala en la nuca. Y ni a quién reclamarle.

En un artículo reciente en el periódico El Norte, Rosaura Barahona comentaba la impresión que le produjo la declaración de un “sicario” capturado en un operativo del ejército. Éste le respondió a un reportero que le preguntó el por qué mataba: “Porque matar es mi pasión” fue la respuesta.

Una respuesta que tomada al pié de la letra, como lo hizo Rosaura Barahona, causa espanto. ¿Pero realmente sentía esa pasión por matar? ¡Por supuesto que no! Lo que sucede es que el tipo ese estaba muerto de miedo ante su situación actual: lo habían capturado y sabía lo que le esperaba en la cárcel. Su respuesta era un “farol” (como dicen los españoles) dirigida no al reportero, sino a sus captores y a sus futuros compañeros de celda.

“¡Soy muy malo y más les vale que nadie se meta conmigo!” Ese es el mensaje que quería dar a entender el infeliz. Un mecanismo de defensa.

Porque salvo algunos psicópatas, los “sicarios” y demás narcos no sienten pasión por matar. Entran al narcotráfico porque lo ven como una actividad en la que es posible ganar mucho dinero en poco tiempo. ¿Y de dónde sacan esta errónea conclusión?

Es aquí donde entran a escena los medios de comunicación (y también los intelectuales y los escritores): todos presentan sólo un lado de la moneda. La información que recibimos de ellos está sesgada, dando lugar a una irrealidad acerca del narcotráfico que mucho daño causa a la sociedad, ya que no sólo altera la percepción de los ciudadanos respetuosos de la ley con respecto al conflicto, sino que sirve de base para crear falsas expectativas en aquellos que buscan una manera rápida e ilícita de conseguir dinero.

Aunque estoy en contra de toda forma de censura contra los medios o los individuos, sí me gustaría que estos dejaran de hablar por un tiempo sólo del inmenso poder y riqueza de los capos del narco, sin mencionar a aquellos que están en las bases y quienes se encargan de realizar el trabajo duro.

Porque nunca he visto un reportaje periodístico de fondo o leído un libro donde se exponga la cruda realidad de la vida del narcoproletariado. Sólo encuentro crónicas que describen a los capos del narcotráfico, con su enorme poder y riqueza.

Ahí está el multimillonario “Chapo” en la lista de Forbes como ejemplo.

Pero ¡ay! una vez que entran al “lucrativo negocio” del narcotráfico, los narcoproletarios se dan cuenta de que han caído en una trampa sin salida. Un puñado de oligarcas, allá en la cima, controla sus vidas, como en los regímenes comunistas, donde los altos jerarcas del partido son los que detentan todos los privilegios, en tanto los explotados proletarios esperan una revolución que los llevará a ellos al poder y a los privilegios.

Y la cruel realidad es que, como se ha demostrado una y otra vez, esa revolución nunca llega. Y siguen las ejecuciones. Y la desesperación. Y la maldita impotencia de saber que por más enemigos que mates, por más extorsiones que consigas, por más secuestros y robos y tráfico de drogas que hagas, nunca en tu vida saldrás en la lista de Forbes.

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