5/14/2010

Agustín Carstens y el fenómeno OVNI


La relación que guarda el actual gobernador del Banco de México con los extraterrestres es, hasta donde tengo conocimiento, nula. Sin embargo, si tomamos en cuenta el hecho de que un OVNI por definición no tiene por qué ser de origen extraterrestre y que dicho acrónimo puede ser utilizado para describir otra cosa, entonces la cosa cambia.

No voy a escribir aquí ni de finanzas nacionales ni de alienígenas, sino a denunciar un acto de discriminación de dimensiones planetarias: Obesos Viviendo una Nueva Inquisición.

No es nada fácil para mí hablar de este nuevo fenómeno OVNI, ya que en cuestión de masa corporal estoy en el extremo opuesto de la obesidad. Soy muy delgado y peso lo mismo que hace veinte años. Sin embargo, me molesta sobremanera que otro grupo de la sociedad esté siendo atacado sistemáticamente.

Primero se fueron contra los fumadores, ahora están contra los obesos. ¿Quiénes vendrán a continuación? ¿Los feos?, ¿los que consumen carne?, ¿los miopes?... Porque, puestos a segregar, cualquiera de estos calificaría para la persecución.

Lo único que necesita el Gobierno (y por Gobierno me refiero a todos los implicados en el proceso de gobernar, sin distinguir partidos, niveles ni cargos) es encontrar algo que suene políticamente correcto y tratar de vender la idea de que si se los persigue es “por su propio bien”. Por otra parte, los ciudadanos siempre están echando pestes de su Gobierno pero, basta con que éste señale a algún grupo y ¡ay!, todos se unen a la persecución.

Las armas que se utilizan son siempre las mismas: la ignorancia de las masas y estadísticas sin sustento. Para muestra basta un botón. En un artículo aparecido en Milenio.com esta semana se hablaba del “box lunch”, engendro lingüístico creado por las secretarías de Salud y Educación, cuyo propósito es sacar de las escuelas públicas la “comida chatarra”, los refrescos y las bebidas azucaradas a partir del próximo ciclo escolar.

El “box lunch” se conformará, entre otras cosas, por una manzana, un sope “no frito”, un sándwich de atún y una botella de agua.

Esto se hizo, según el artículo, porque “de acuerdo con investigaciones sanitarias, los niños llegan a consumir en el recreo de media hora 2 mil calorías diarias, es decir, 10 mil calorías de lunes a viernes, sin considerar el desayuno, la comida y la cena”.

¡2 mil calorías en un recreo de media hora! ¡10 mil calorías acumuladas por semana! ¡Y sin contar las calorías consumidas por el niño en el desayuno, la comida y la cena!

Señores del Gobierno: Aquí estamos hablando de niños, ¡no de cetáceos!

Esto es lo que más me desespera cuando alguien trata de difamar a un grupo de personas basándose en criterios ideológicos o en prejuicios. Siempre es igual: ya se trate de atacar a los judíos o a los homosexuales o a los inmigrantes o a los fumadores o a alguna minoría étnica, siempre hay un “estudio” o una “investigación” a mano que apoya su tesis de odio.

En el ejemplo que nos ocupa, ¿quiénes elaboraron esas “investigaciones sanitarias”? ¿Cuál fue el tamaño de la muestra? ¿Qué criterios se utilizaron para medir las variables? ¿Se trató de investigadores independientes o de empleados o asesores de las secretarías de educación o de Salud, lo que implicaría un conflicto de intereses?

Si no conocemos las respuestas a esas preguntas, debemos considerar esas “investigaciones sanitarias” en su justo valor: cero. No sirven. Se mencionan sólo para dar algún sentido de verosimilitud a sus propuestas.

¡Y la gente se lo cree! La gente se cree todo lo que lee en los periódicos u oye en la radio o lee en Internet. Y eso me da mucha lástima. Y enojo.

Pero, antes de analizar la tremenda falsedad de las “investigaciones sanitarias” que llevaron a la creación del “box lunch” debemos de hacer un paréntesis y definir lo que es una caloría.

Se define a la caloría como la cantidad de energía calorífica necesaria para elevar un grado centígrado la temperatura de un gramo de agua pura, desde 14.5 °C a 15.5 °C, a una presión normal de una atmósfera. (Yo en lo personal prefiero la definición que dice que una caloría es la unidad que mide el grado de sabor de los alimentos. O sea, entre más calorías tiene un alimento, mejor es su sabor y viceversa).

La información que aparece en las etiquetas de los alimentos indica el valor energético que poseen algunos alimentos y suele expresarse en kcal/kg o también en raciones de 100 g. o en las que correspondan a una dieta normal. (Aquellos que se preocupan de estas cosas hacen la distinción entre las calorías con valor nutricional y las calorías “vacías” que no aportan nutrientes, sólo energía).

Volviendo a nuestro asunto… Si la gente dejara de aceptar lo que oye o lee sin cuestionar y se tomara la molestia de investigar, se podría encontrar con lo siguiente:

Hamburguesa = 380 calorías.

Hot-dog = 290 calorías.

Pizza (1 rebanada) = 250 calorías.

Barra de granola = 125-130 calorías.

Soda de naranja = 100 calorías.

Coca-Cola (lata) = 80 calorías.

Palomitas con mantequilla (1 taza) = 70 calorías.

Aún y cuando un niño de los que mencionan en las “investigaciones sanitarias” ingiriera todo lo anterior en un recreo de 30 minutos, su ingesta de calorías sería de 1,300 con lo cual aún le faltarían 700 calorías para llegar a la escalofriante cifra de 2,000 calorías.

No son muchos los niños que sean capaces de comerse en treinta minutos esa cantidad de comida. Además, no se están tomando en cuenta las diferencias de edades de los niños y se iguala a un alumno de primer grado de primaria con uno de segundo grado de secundaria.

Por si fuera poco, cualquier persona que esté en contacto con el sistema educativo (mi esposa es maestra de primer grado en una escuela privada) les podrá decir que la mayoría de los niños muchas veces ni siquiera tienen tiempo de comer algo en el recreo. A ellos lo que les interesa es jugar. Corren, juegan al futbol, se persiguen, saltan. Conforme avanzan de grado se vuelven más sedentarios, pero nunca al grado de pasarse los treinta minutos del recreo comiendo.

En cuanto al famoso “box lunch”…

Sándwich de atún = 122 calorías.

Sope “no frito” = 160 calorías.

Manzana = 70 calorías.

Botella de agua = 0 calorías.

“Entre otros” = ¿?

A primera vista, las 352 calorías del “box lunch” parecen adecuadas. El problema es que no se especifica en qué consiste ese “entre otros”, lo cual podría incrementar el número total de calorías.

Ahora bien, si un niño come en el recreo un hot-dog con una coca en lata estaría ingiriendo sólo 18 calorías más que con el “box lunch”. Si comiera una rebanada de pizza y se tomara un refresco de naranja estaría dos calorías por debajo del “box lunch”. También podría comerse una hamburguesa acompañada de una botella de agua (a algunos niños les gusta el agua) y sólo estaría ingiriendo 28 calorías más que con el “box lunch” (otra vez, sin tomar en cuenta el “entre otros”, con lo cual quizá quedarían empatados).

¿Por qué entonces escoger el “box lunch”? Lo único que les queda a sus proponentes es al de apelar a las famosas calorías “vacías” de la “comida chatarra”. No hay de otra.

Pero, digan lo que digan, una caloría es una caloría es una caloría.

Esa cifra de 2,000 calorías ingeridas por niño en un recreo de treinta minutos es totalmente falsa. En México existen quizá millones de familias en las que sus miembros en conjunto no alcanzan a ingerir 2,000 calorías diarias.

Si realmente se quiere combatir la “epidemia” de obesidad en México debemos de empezar por dejar de creer en estadísticas falaces e inventadas y tomar en cuenta la dignidad de las personas.

Por último, para aquellos de mis lectores que viven fuera de México, una breve aclaración final: el Dr. en economía Agustín Carstens es el actual gobernador del Banco de México (el Banco Central) y antes fungió como Secretario de Hacienda. En el ambiente de las altas finanzas sus opiniones son muy apreciadas, no sólo a nivel nacional, sino internacional. Y ha sido el peso de su inteligencia, más que el peso de su figura, el que lo ha llevado a tan altos cargos públicos.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario