2/25/2011

Hijos de nadie

En un principio pensé en titular el presente post What’s on Watson? pero hay un blog inglés que se llama así y no quiero problemas por derechos de autor. Además, Hijos de nadie se acerca más al argumento que quiero comentar.

Aunque aquí en México apenas si se le prestó atención (distraídos entre “Juayderito” y los $6,000 pesos del Secretario de Hacienda), diversos medios internacionales siguieron con interés la participación de la  súper computadora Watson de IBM en Jeopardy!

Si bien es cierto que la mayoría de los mexicanos desconocen este famoso concurso gringo (y que no tienen razón alguna para conocerlo) los medios en México dejaron pasar una gran oportunidad para hacer que los mexicanos dejáramos de estar absortos en nuestro presente y alzáramos un poco la vista para el futuro.

En pocas palabras: Watson es el intento más reciente de IBM (el anterior fue Deep Blue) para que una de sus computadoras se sometiera a una “prueba de Turing”, llamada así por el pionero de la computación Alan Turing que en 1950 razonó que, dado que la consciencia es subjetiva y por lo tanto inescrutable, la única manera que tenemos de saber que una computadora es inteligente es haciéndole preguntas. Si las respuestas obtenidas fueran indistinguibles de las de un ser humano, entonces se puede considerar a la computadora como inteligente. Esa es la famosa prueba de Turing.

Así como la computadora Deep Blue se enfrentó en 1996 y 1997 con el campeón de ajedrez Gary Kaspárov (derrotándolo en éste último año con su versión “Deepest blue”), Watson se enfrentó el 15, 16 y 17 de febrero pasados a dos campeones de Jeopardy!, Ken Jennings y Brad Rutter, a los cuales venció.

Esto causó la alegría (muy merecida, por cierto) del equipo de programadores de IBM y también de los miembros del Movimiento Singularista, liderados por Raymond Kurzweil, uno de los pioneros de la Inteligencia Artificial (IA), quien afirma que para 2045 las computadoras se volverán inteligentes. Y no sólo eso, sino que también serán más inteligentes que cualquier ser humano que haya nacido nunca. Así, los robots androides se volverán una realidad largamente esperada por todos los fans de la Ciencia Ficción.

Aún y cuando yo puedo considerarme un fanático de la Ciencia Ficción, la verdad es que cuando se trata de la IA tengo mis reservas.

Para empezar, la Inteligencia Natural es tan escasa (los ejemplos abundan; basta con echar un vistazo a cualquier periódico o cambiar de canal en la TV para encontrarlos a montones) que hablar de Inteligencia Artificial se me antoja excesivo.

Porque cuando se habla de IA no parecen existir límites. Sus proponentes no sólo hablan de máquinas súper inteligentes, sino de máquinas conscientes; esto es, capaces de razonar, pensar y sentir, indistinguibles de un ser humano, excepto en que carecen de padres y nunca sienten ganas de hacer pipí. (No, en serio: ¿por qué demonios alguien querría tener un robot androide?)

Como bien dijo Cecil Adams en su columna del 10 de septiembre de 2010 en The Straigh Dope (pueden encontrar el enlace en "enlaces recomendados"): “Los humanos tenemos un método probado para fabricar homunculi autopropulsados que realísticamente simulan a un ser humano adulto. Se llama sexo. Cinco minutos de mezclar los ingredientes, nueve meses de paciente construcción y diez años estacionados frente a la TV. Voilá, el más lindo robotito que puedas imaginar… ¿Camina? Puedes apostarlo. ¿Habla? Como un campeón. ¿Piensa? No esperes milagros. También tendrás el problema de darle de comer Cajitas Felices regularmente en vez de guardarlo en su estación de recarga hasta la siguiente vez que lo necesites. Sin embargo, es difícil imaginar porqué gastarías 90 jilliones de dólares replicando algo cuando tienes un globo lleno de bípedos haciendo su parte a nuestras expensas”.

El viejo Cecil Adams me leyó el pensamiento con su respuesta. Yo también creo que la construcción de robots androides carece de sentido (por lo menos el tipo de actividades en que las colocan las narraciones de Ciencia Ficción).

Si tuviera que escoger un tipo de robot androide que tuviera algún sentido práctico real me inclinaría por aquellos que se encargaran de cuidar a personas con Alzheimer o alguna otra enfermedad incapacitante.

Por supuesto, también me gustaría tener un robot androide que fuera una réplica exacta de la actriz Ellen Page para… ejem, pasemos a otra cosa.

Lo que también me molesta de los proponentes de la IA es su terquedad en convertir una máquina en un ser consciente y pensante. ¿Para qué?  Por más que se avance en tecnología nunca será posible replicar el cerebro humano.

Yo sé que muchos argumentarían que hace cincuenta años nadie hubiera imaginado que llegaría el día en que tendríamos más de 500 canales de televisión a nuestra disposición, pero tampoco hubieran imaginado que en esos 500 canales no habría ni un solo programa decente que ver en un fin de semana; o que cinco años atrás nadie fue capaz de prever que para el 2011 casi todo el mundo tendría teléfonos celulares, pero tampoco previeron que dichos teléfonos celulares nos convertirían en sus esclavos; o que una sola persona pudiera tener 850 amigos en Facebook, pero ninguna invitación para tomar un café… Por cada avance tecnológico parece haber al menos una consecuencia no deseada.

 No se me malinterprete: no me opongo para nada a la investigación o al avance tecnológico. Ojala los triunfos como el de Watson lleven a mayores descubrimientos.

Mi punto es que resulta, además de imposible, inútil el tratar de fabricar una máquina que sea capaz de pensar y tener consciencia de sí misma. Y es inútil porque de nada sirve tener un androide por compañero (a menos que se trate de Ellen Page, por supuesto) si no somos capaces de relacionarnos con otros seres humanos; de nada sirve crear un avión tan inteligente que sobrevolando el Océano Pacífico a veinte mil pies de altura se cuestione a sí mismo si acaso no se está volviendo viejo para volar; de nada sirve dotar de conciencia a un soldado androide si lo mandamos a luchar con nuestro enemigo.

Es imposible replicar la mente humana. Aún y cuando llegara el día —ya sea en 2045 o dentro de mil años— en que las máquinas fueran más inteligentes que los humanos, y que pudieran pensar, sentir y tener consciencia de sí mismas, aún les faltaría ese elemento de humanidad que es exclusiva de nuestra especie: la estupidez.

Porque errar es de humanos, no de máquinas.


1 comentario:

  1. jonathan velzam9:41 p.m.

    Completamente de acuerdo , los robots nunca pasaran de ser un apoyo para el hombre en ciertas tareas , creo que es imposible que piensen por si mismos , obvio que se les puede programar para que piensen en millones de soluciones por segundo para un numero indeterminado de tareas pero nunca tendrian respuestas para preguntas nuevas que surgirian despues de su programacion

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