11/06/2010

Trabajo en proceso I

Bueno, pues aquí estoy: 1,392 palabras por debajo de mi cuota de 1,667 palabras por día, durante cada uno de los treinta días de noviembre, hasta juntar las 50,000 que formarían el cuerpo de mi novela.

Claro que no se trata sólo de acumular palabras. De haber sido así, seguiría el sistema de Jack Torrance en The Shining, de Stephen King. ¿Lo recuerdan? Sólo tendría que repetir la misma frase página tras página hasta conseguir mis 50,000 palabras.

Pero no, me propuse terminar una novela de 50,000 palabras que fuera coherente y que, sobre todo, no fuera únicamente basura.

Con eso en mente, realicé un apresurado borrador en el que utilicé uno de los consejos que daban los del National Novel Writing Month: “mantén bajas tus expectativas”.

¿Y qué mejor manera de mantener bajas mis expectativas —me dije— que escribir una historia de monstruos? Así que aquí me tienen, escribiendo una novela de zombis.

Ahora sé que no fue una decisión sensata, ya que, como nunca he creído ni me he interesado por los zombis (ni por los vampiros ni por los hombres lobo ni por los fantasmas) resulta que no sé nada de zombis. Fuera de algunas referencias externas, todo lo que pongo de zombis en mi novela me lo he tenido que inventar.

Empecé a escribir mi novela el lunes pasado con muy poca fortuna, ya que me agripé el viernes y el domingo tuve que asistir a un evento relacionado con mi trabajo. Así que el lunes me sentía como… zombi.

Pero empecé a escribir y a escribir y a escribir. Aprovechaba cada tiempo muerto en mi trabajo para adelantar unas líneas y llegado a la casa le seguía. Sin embargo, no me dediqué de lleno a la tarea, ya que me había propuesto no abandonar mis actividades cotidianas por completo. Así que también leí un poco y pasé un rato con mi familia.

Los primeros cuatro días cumplí con mi cuota de 1,667 palabras, pero ya para el jueves empecé a retrasarme un poco. El problema es que estaba escribiendo con un método por completo opuesto a mi método de escritura habitual.

Cuando escribo un cuento, por ejemplo, hay todo un proceso de reflexión antes de ponerme a escribir un borrador, el cual cuenta con todos los elementos (principio, medio y final) y una descripción general de cada escena involucrada.

Aquí no había nada de eso. El borrador que había hecho sólo me servía como una guía muy pobre, como si estuviera en Moscú tratando de interpretar un mapa de la ciudad con caracteres en alfabeto cirílico.

Lo peor de todo es que conforme avanzaba me estaba dando cuenta de que no estaba escribiendo sino basura, ya que no había tiempo para efectuar una corrección, ni de estilo ni de forma.

Pero esto no me frustró. Al contrario, sentí una especie de placer culpable al estar escribiendo sin una guía, sin rumbo, sin un destino determinado.

Avanzaba igual que los personajes del libro: a tientas. Cuando parecía que había llegado a un callejón sin salida, el deseo de seguir avanzando, de contabilizar palabras, me permitía vislumbrar una brecha en la trama y por ahí me lanzaba.

Así, voy creando conforme avanzo. La narración hasta el momento (estoy por terminar el segundo capítulo) yo la considero basura, aunque me queda la esperanza de que pueda ser reciclable. Además, puede ser cualquier cosa menos aburrida. Está tan llena de clichés y de lugares comunes que resulta muy divertida

Como lo mencioné en el aviso de la semana pasada, quiero que estas crónicas sean también interactivas. Así que, quienes se interesen en conocer mis avances, sólo tienen que mandarme un correo a jaimegyg@gmail.com y yo les mandaré el primer capítulo de Retorno 2012.

Pueden hacer las críticas que deseen o proponer alternativas.

Todo se vale en un país invadido por zombis.

Nos vemos aquí el próximo día 13 para seguir comentando.

1 comentario:

  1. Anónimo7:11 p.m.

    buenas noches cronista; me regalaria una copia del avance de su proyecto?

    diessel.devil@gmail.com

    gracias de antemano, saludos.

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