1/18/2011

Un penacho, un cuerno de chivo y un cambio de signo

Recientemente he leído en los medios algunas noticias que me han causado un profundo malestar, no por ellas mismas, sino por los comentarios del público que las lee. Es triste, pero ello confirma que si no avanzamos es por causa de nosotros mismos.

Empecemos por el cambio de signo. Resulta que la Sociedad Planetaria de Minnesota nos recordó a los que vivimos en este siglo XXI que la luna influye sobre nuestro planeta: su jalón gravitacional ha hecho que la alineación de las estrellas haya sido “empujada” hacia delante casi un mes.

¿Y qué hay con esto? Nada, que el Zodiaco ha cambiado: aquellos nacidos entre noviembre 29 y diciembre 17 han dejado de ser Capricornios o Sagitarios: ahora son Ofiucos. Además, este cambio ha afectado a los demás signos del Zodiaco.

Yo no creo en horóscopos. Me parecen una reverenda tontería. Más adelante escribiré algún post (aunque no sea correcto, me gusta usar el término post, en lugar de “entrada”) sobre el asunto de los horóscopos, explicando el porqué son una tontería.

En estos momentos lo que me interesa comentar aquí es la reacción que tuvo la gente al enterarse de ello. Yo creí que muchos estarían emocionados por estrenar un nuevo signo: me equivoqué. La mayoría de los que habían cambiado de signo decían: “¡Ah, no. Yo nací Capricornio y moriré Capricornio!”, o “¿Cómo es posible que esos astrónomos nos vengan con esos cuentos de que la alineación de las estrellas ha cambiado por la luna? ¡Soy Escorpión y los escorpiones no nos dejamos engañar fácilmente!”. (Estos comentarios no fueron exactamente así, pero resumen el sentir general).

O sea que una parte significativa de la población que cree en los horóscopos (31% en los EUA, según Time Magazine) creen compartir con todos los de su mismo signo, digamos Leo, una gran fortaleza de carácter, al tiempo en que rehúsan creer que los controles de precios son dañinos para la economía.

En otro orden de cosas, el día de ayer Carlos Marín, del periódico Milenio, escribió un comentario acerca del préstamo que Austria quería hacer a México del penacho que supuestamente perteneció a Moctezuma.

Pues bien, sólo hizo falta que Carlos Marín se refiriera a Moctezuma como un tirano, para que el foro entero empezara una diatriba acerca de la tiranía azteca y su costumbre de los sacrificios humanos.

¿Cómo era posible que alguien llamara a los aztecas tiranos? ¡Los sacrificios humanos de los aztecas fueron un mito inventado por los conquistadores! El foro se llenó de insultos, enlaces a fuentes científicas y pseudocientíficas, descalificaciones y argumentos vanos.

Aquellos que defendían la causa azteca (los cuales eran mayoría) cayeron en un error muy común: intentar explicar los actos del siglo XIV en base a la mentalidad del siglo XXI. Y esto simplemente no es posible.

Por más reprensibles y abominables que nos resulten actualmente algunos actos (como la esclavitud o los sacrificios humanos) la mentalidad de nuestros antepasados es cosa aparte.

No nos vayamos muy lejos en la historia. Bástenos con recordar que en el siglo XIX no era mal vista socialmente la costumbre de exhibir a personas con alguna deformidad física. Los espectáculos con “fenómenos” eran muy populares (recordemos a John Merrick, el hombre elefante) y se veían más como una especie de curiosidad científica que como una falta total de respeto hacia la dignidad humana.

Los aztecas mantenían sojuzgados a muchos pueblos y practicaban sacrificios humanos. ¿Y qué hay de malo en ello? Es algo que pasó —nos guste o no— y no debe servirnos como excusa para envenenar un debate. Además, los aztecas eran unos y los mexicanos somos otros. No hay punto de comparación. Las creencias y valores de ambos son diferentes.

La tercera noticia cuyos comentarios me causaron malestar fue la de la matanza en Tucson, Arizona. Debido a este hecho trágico, subió de nuevo a la superficie el debate acerca del control de armas. Después de todo, el asesino había utilizado una pistola Glock con un cargador para 30 balas.

Ya he expresado en estas crónicas mi parecer acerca del control de armas, e incluso pienso que se debería flexibilizar la legislación mexicana al respecto (ver Mexicanos al grito de guerra...). Pero en lo que no estoy de acuerdo es en la postura equivocada que los gringos se aferran por conservar.

Me refiero a las armas de asalto. Estoy completamente de acuerdo en que una persona pueda poseer y utilizar armas para defensa personal. En lo que difiero es que esa defensa se realice con armas de asalto. ¿Para qué demonios necesita alguien un AK-47 para defensa? ¿Qué cazador en sus cabales querría una ametralladora Barret calibre 50 para cazar ciervos? ¿Quiere un trofeo de caza o picadillo de ciervo?

Pero igual que el Sagitario defendiendo su signo o que el mexicano cantando las loas a la pureza de sentimientos de los aztecas, el fanático de las armas de asalto hará todo lo que esté de su alcance para acomodar la realidad a sus deseos.

La realidad es complicada —demencialmente complicada— y de nada nos sirve intentar simplificarla tratando de adaptarla a la fuerza a nuestros estrechos criterios personales. Esto sólo nos lleva a la polaridad, al desacuerdo, a querer defender lo indefendible.

Nos aferramos a nuestras ideas y puntos de vista como si estos realmente fueran los únicos verdaderos, cerrándonos al diálogo, a compartir ideas. Somos nosotros contra ellos, lo que nos lleva a la intolerancia, al fanatismo.

Y después nos preguntamos el por qué están tan mal las cosas y el por qué no avanzamos.

Patético.

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