1/13/2011

Tsunami

No podía creer lo que veía en las imágenes por televisión: decenas o cientos de personas (hombres, mujeres y niños) acercándose a la orilla de la playa para ver el espectáculo que se desarrollaba ante ellos: el mar se había retirado casi cien metros de la playa. Muchos tomaban fotografías o videos, mientras otros se adentraban en la arena recién abandonada por el agua, conscientes de que estaban experimentando un fenómeno inusual.

Sin embargo, ninguno de estos curiosos cayó en cuenta de que estaban viviendo sus últimos momentos, que muy pronto iban a morir.

26 de diciembre de 2004. Océano Índico. Indonesia.

El mar regresó, con olas de hasta 30 metros de altura y causó el mayor número de muertos en un desastre natural en la era moderna (le sigue, por supuesto, al terremoto de hace un año en Haití): al menos 230,000 personas perecieron.

Si en un principio dije que no podía creer lo que veía por televisión, es por la sencilla razón de que nadie reaccionó (ni siquiera los habitantes de Sri Lanka) cuando el mar se retiró tan espectacularmente. Porque cuando eso sucede sólo hay una explicación posible: ha tenido lugar un terremoto submarino, lo cual causa, a su vez, lo que se llama un tsunami.

El terremoto sucede sin aviso, pero el tsunami no. La onda expansiva del maremoto avanza furtiva por el océano. En aguas profundas la ola no rebasa el metro y medio de altura. Pero cuando se acerca a la costa comienza a crecer desmesuradamente. Y para crecer necesita esa agua que está junto a la costa, así que la absorbe. Y a esa absorción de agua acudieron curiosos cientos de turistas y habitantes del lugar, creyendo que veían algo fascinante. ¡¿Por qué no reaccionaron?! Porque ignoraban lo que estaban presenciando.

Una vez que las marejadas hubieron golpeado la costa y matado a miles de personas, los sobrevivientes dieron rienda suelta a su dolor y su indignación: ¿Por qué nadie les avisó que se acercaba un tsunami? ¿Por qué el gobierno no dio la alerta? ¿Qué no sabían las autoridades que así se hubiera evitado un número de víctimas tan elevado?

Porque como sucede frecuentemente en los países subdesarrollados, el sentir general fue  que las autoridades fueron las responsables de la tragedia. Nadie culpó a las víctimas (sobre todo a aquellas que acudieron voluntariamente a su muerte) de ser las responsables.

Pues bien, en México estamos sufriendo actualmente una especie de tsunami. Los índices de inseguridad, corrupción e impunidad han llegado a niveles espantosos. El tejido social es absorbido mar adentro y la mayoría de los mexicanos no han hecho otra cosa que acercarse a la orilla de la playa para fascinarse con el espectáculo, sin saber que ello puede costarles la vida. El crimen (organizado y no) se ha apoderado del país y una tremenda marejada amenaza con destruirnos.

¿Y qué hacemos los mexicanos mientras la tragedia se gesta? Nada: paseamos inquietos, pero fascinados, por las zonas recién liberadas por el agua, culpando al gobierno o a “los demás”, de un fenómeno potencialmente mortal que no comprendemos, ni procuramos entender, ni mucho menos actuar en consecuencia.

En mi libro “Retorno 2012” (léanlo, se les va a pasar el tren) uno de los personajes habla de una posible causa: el síndrome del damnificado. Porque México es un país de víctimas, en donde cuando ocurre un desastre natural (o artificial como en el caso de la criminalidad) todos de autonombran “damnificados” y esperan que el gobierno o terceras personas les resuelvan la vida.

Por supuesto, la relación con el gobierno es ambivalente, ya que así como se le exige que repare los daños, se le culpa de todo lo malo.

Y ahora a los mexicanos les ha dado por echarle la culpa al gobierno de los muertos por la violencia originada por el narco y se les exculpa a los criminales, que ya fueron absorbidos por el maremoto que se gestó desde hace años ante nuestra indiferencia y que vuelve ahora con fuerza hasta la costa mientras nosotros nos paseamos tranquilamente por la playa vacía, indignados por el espectáculo, pero sin hacer nada por nuestra parte para actuar: correr hacia un sitio elevado y así salvar nuestras vidas y la de los nuestros seres queridos.

2 comentarios:

  1. Hola. Solo para decirte que estoy totalmente de acuerdo contigo.. Se culpa al gobierno de todo hasta de las imprudencias personales.
    Saludos! :O)

    ResponderBorrar