11/04/2006

La canción de Henry Miller

"El sexo es una de las ocho razones para la reencarnación;
las otras siete carecen de importancia". Henry Miller.

Así es Henry Miller: directo, agudo, iconoclasta. Uno de los más grandes escritores del siglo XX que, sin embargo, ha sido sistemáticamente ignorado por el "establishment" literario: todos lo han leído, pero ninguno lo "recuerda" como el gran escritor que fue. (Hagan la prueba. Pregúntenle a un escritor cualquiera que les diga quienes fueron, a su juicio, los diez más grandes escritores del siglo XX. Casi por seguro, Henry Miller no estará en la lista).
La razón de tal "olvido" es enigmática —para no decir, inexplicable— ya que fue enorme la contribución de Henry Miller a la literatura del siglo XX.
Para intentar resolver el enigma, recordemos los hechos biográficos: Henry Valentine Miller nació el 26 de diciembre de 1891 en Brooklyn, Nueva York. Allí estudió y trabajó en el Ayuntamiento, en una fábrica de cemento y en una compañia de telégrafos. A los 39 años viajó a París, para dedicarse exclusivamente a escribir, regresando a los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Murió en California, en 1980.
Como toda biografía, ésta nos dice todo y nada sobre Henry Miller. Sin embargo, adquiere sentido cuando leemos las experiencias de éste en la Compañía Telegráfica Cosmodemónica o su epifanía en el Tranvía Ovárico.
Porque Henry Miller-hombre es sustituído por Henry Miller-escritor a través de una autobiografía mitómana en la que la realidad y la ficción se yuxtaponen, en donde narra no sólo su experiencia al convertise en escritor, sino que crea un alter-ego que no es él mismo ni un personaje de ficción, sino un alter-ego esquizoide: un Henry Miller cínico, soez, obsceno, pero a la vez humano, demasiado humano.
Inmerso en la corriente surrelista de la época, tal vez fue el último de los románticos.
Pero su verdadera escencia está en su vitalidad: Henry Miller amó la vida como pocos lo han hecho. También fue un humanista. Su amor por la humanidad transpira por cada poro de su pluma.
Sin embargo, no está a la vista. Es necesario sumergirse en su obra para descubrirlo.
Así, en las páginas iniciales de Trópico de Cáncer nos dice: "Entonces, ¿este? Este no es un libro. Es un libelo, una calumnia, una difamación. No es un libro en el sentido ordinario de la palabra. No, es un insulto prolongado, un escupitajo a la cara del Arte, una patada en el culo a Dios, al Hombre, al Destino, al Tiempo, al Amor, a la Belleza... a lo que les parezca. Cantaré para ustedes, desentonaré un poco tal vez, pero cantaré. Cantaré mientras se mueren, bailaré sobre su inmundo cadáver... Para cantar, primero hay que abrir la boca. Hay que tener dos pulmones y algunos conocimientos de música. No es necesario tener un acordeón ni una guitarra. Lo esencial es querer cantar. Así pues, esto es una canción. Estoy cantando."
Si quieres ser escritor, o simplemente sientes que el mundo es una mierda y crees que todo está perdido, entonces acude a oír lo que que canta Henry Miller en sus libros.
Créeme, entonces tú también lo pondrás en la lista.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario