8/28/2010

Ni las mujeres son de Venus...

Mientras las feministas nos dicen que las mujeres y los hombres son iguales, llegando al extremo de que hay chicas que boxean, los misóginos dicen que las mujeres y los hombres son diferentes, llegando al extremo de colocarlos separados en distintos planetas.

Feministas y misóginos apoyan sus argumentos en libros, tratados, estudios y prejuicios, pero a la fecha aún no se ha llegado (después de miles de años de disputa) a un consenso.

Yo me precio de no ser un experto en nada, pero si de algo puedo decir que cuento con una amplia experiencia es en el trato con las mujeres, el cual empezó prácticamente el día en que nací, ya que en mi casa se respiraba un ambiente cargado de estrógenos.

Mi abuela, mi madre y mis tres hermanas (la última nació cuando yo era pre-adolescente) formaban mayoría. Mi abuelo, mi padre y yo formábamos una especie de comparsas en ese hogar donde, aún y cuando no se podría hablar de un matriarcado, la presencia femenina era ineludible.

Resultaría exagerado siquiera insinuar que comprendo a las mujeres, ya que ni ellas mismas se comprenden. Pero desde muy temprana edad empecé a estudiar su comportamiento (en materia de estudio no hay criatura más fascinante que la mujer) y eso me permite el tener al menos cierta autoridad en la materia.

Empezaré con algo que quizá trastorne a las feministas: Las mujeres son diferentes a los hombres. Quizá no tanto para colocarlas en otro planeta, pero sí lo suficiente para tomarlo en cuenta y empezar a deshacernos de algunos mitos que no sirven para nada y sólo alimentan o perpetúan prejuicios.

Uno de estos mitos es el que dice que las mujeres pertenecen al sexo débil. ¡JA! Créanme, no hay nada más falso que eso. Y esto se puede probar desde que nacen: un bebé prematuro del sexo femenino tiene más posibilidades de vivir (en igualdad de circunstancias) que uno de sexo masculino.

También, el umbral del dolor en las mujeres es más alto que el de los hombres. Esto lo pude constatar más de una vez en mis dos hijos cuando eran pequeños: Ahí me tienen a las tres de la mañana viendo a Bob Esponja en la tele junto con mi hija de tres años. A la niña la acabamos de bañar y le dimos Cataflán para bajarle la fiebre por debajo de los 40° C, pero aún así tiene el ánimo suficiente para ver a Bob Esponja.

¿Mi hijo? 37.3 °C y parece que acaba de subir el edificio Empire State por las escaleras. (A todas las mujeres que estén leyendo esto: ¡Tengan piedad de nosotros! Les juro que a los hombres nos duele más que ustedes).

Otro mito muy difundido es el que dice que las mujeres son más sentimentales que los hombres, lo cual es una mentira enorme: la mayoría de las mujeres son tan sentimentales como el iceberg que hundió al Titanic.

Lo que pasa es que lloran muy fácilmente. Y no por ser mujeres, sino porque a nosotros los hombres se nos condiciona desde pequeños a nunca llorar. Es por eso que los hombres nos morimos antes que las mujeres.

El jefe le alza la voz y ya las lágrimas de la mujer amenazan con desbordarse, lo cual hace que el muy idiota del jefe modere su tono y le diga simplemente que tenga cuidado para la próxima. Mi jefe me arma una bronca tremenda y todo lo que puedo hacer es mantener una actitud de “me vale madre” mientras mis tripas amenazan con enredarse.

Y eso no es lo peor. Lo peor es cuando vas con tu novia al cine a ver una de esas películas para chicas (chick flicks las llaman los gringos) del tipo “Magnolias de Acero” o “Un aceite para Lorenzo”. ¡Una vez más, piedad! A los hombres también nos conmueven esas cosas y es muy desagradable tener que fingir que se te metió una basurita al ojo mientras caminas por el pasillo de salida. Y la novia que exclama en voz alta delante de todos en el pasillo: “¿Estás llorando o te entró algo en el ojo?”, como si la muy ruin no supiera la respuesta.

¿Otro mito? La compasión y la solidaridad. Se dice que las mujeres son más compasivas y solidarias que los hombres y que tienden a ayudar a los demás más que éstos.

¿Algún hombre de los que leen esto ha estado es un “baby shower” o en una despedida de soltera? Aunque a mí nunca me invitaron a ninguno, sí tuve la oportunidad de estar presente durante un ratito en este tipo de eventos (recuerden: tres hermanas, mamá y abuela).

¿Cuál creen que es el tema preferido en los Baby shower?: Niños que nacieron mal o que tienen enfermedades raras. ¡En serio!, ahí está la pobre embarazada primeriza y todas las demás le hablan de casos que parecen sacados de “Misterios médicos” o “Diagnóstico X”, además de que todas las que ya son mamás se sienten expertas en bebés. (Como cuando mi hermana Claudia le aconsejó a una amiga que, como el bebé por nacer iba a ser niño, lo más recomendable era ¡hacerle la vasectomía!... La tontuela confundió “vasectomía” con “circuncisión”).

¿Y el tema preferido en las despedidas de soltera? Los matrimonios que acaban mal y el espeluznante caso del novio que resultó ser joto en la luna de miel.

¿Y yo como sé que todos los “baby shower” y todas las despedidas de solteras son iguales? Esto lo sé porque he visto sus reuniones desde que eran niñas hasta que cumplen 50 años de casadas. Es impresionante.

Lo primero que llama la atención es que el nivel de ruido permanece invariable, ya se trate de una fiesta en que alguna niña cumple cinco años, una “piyamada”, una despedida de soltera o una reunión de abuelas.

La causa de este ruido (de muy altos decibeles) la llamo “conversaciones cruzadas”, y es que las mujeres tienen la asombrosa capacidad de mantener varias conversaciones a un mismo tiempo. Si en una reunión hay diez mujeres es posible oír siete conversaciones diferentes simultáneamente. ¿Cómo le hacen? Ni idea. De seguro ellas se entienden, pero a nosotros los hombres nos recuerdan a una parvada de cotorras. Sin ofender.

Hay muchas otras cosas que hacen que las mujeres sean diferentes de los hombres, pero estas diferencias, más que de una desigualdad, nos señalan un complemento.

Digan lo que digan las feministas o los misóginos, la verdad es que la mujer y el hombre están hechos uno para el otro.

8/26/2010

Mexicanos al grito de guerra...

No me gustan las armas de fuego. De pequeño jugaba a los vaqueros (en los años sesentas los vaqueros reinaban) y tenía una réplica plateada de un revolver Colt con todo y funda de cuero con estrella de latón. Más grande tuve un rifle de postas, el cual nunca utilicé para cazar ningún ser vivo, sino para jugar al tiro al blanco. Sin embargo, nunca me sentí atraído por la idea de poseer un arma real.

Aunque he tenido en mis manos armas potentes, como escuadras .9 mm y Magnum .357, la única arma real que he disparado en mi vida fue una pistola calibre .22 que pertenecía a mi amigo Isaac.

Fue en la sierra de Arteaga, en Coahuila. Dos disparos a una lata de aluminio colocada sobre una piedra a unos veinte metros de distancia. Al fondo se alzaba el bosque y del coche detrás de nosotros brotaba el estruendo de una canción de Def Leppard.

Dos disparos solamente. No recuerdo si le pegué a la lata o no. Lo que sí recuerdo es que la sensación de disparar un arma real no tenía nada que ver con mi etapa de vaquero o de tiro al blanco con rifle de postas, cuando el propósito de los disparos era enfrentarme con indios guerreros o tirar cuatro figuras de plástico en menos de un minuto.

Dos disparos, dos detonaciones ruidosas que no me hicieron sentirme como Harry el Sucio, sino como Jaime a secas. Desde ese entonces no he vuelto a disparar un arma.

Años después, fui con mi esposa y nuestra perra “Dalila” a pasar un fin de semana solos en el rancho de Paco, mi cuñado. El rancho estaba por el rumbo de “El Barro”, en Santiago. Al poco tiempo de estar ahí, un coche viejo con los vidrios oscuros pasó varias veces frente a la reja del rancho. En una de las ocasiones detuvo la marcha a medio camino. Pasaron unos minutos y se retiró.

En esos momentos olvidé lo de mi aversión a las armas. Lo que más deseé entonces fue tener un arma conmigo. Como no tenía ningún arma, le comenté a mi esposa que no tenía confianza en los ocupantes de aquel coche que había estado pasando frente a nosotros. Así que le dije que lo mejor que podíamos hacer era regresarnos a casa.

Así que recogimos nuestras cosas, subimos al coche y nos regresamos. Mi esposa no estaba nada contenta con ello y yo me sentí fatal. Sabía que estaba actuando cobardemente, pero en esos momentos no se me ocurrió nada mejor. (Después nos enteramos, por mi cuñado, que los ocupantes del coche eran los hijos del cuidador del rancho, que habían pasado por ahí para ver que todo estuviera bien). Si hubieran visto la expresión de mi esposa en ese momento…

La inseguridad en que vivimos actualmente los mexicanos es lo que me hizo recordar mi experiencia personal con las armas. Creo que llegó la hora de replantear mis convicciones.

A toda hora, inclusive en los tiempos de angustia que padecemos, no es raro escuchar frases como “la violencia engendra violencia” y “la violencia no resuelve nada”. A primera vista, ambas frases parecen contener una gran dosis de sabiduría. Sin embargo, un análisis más profundo nos muestra su vaciedad.

Que la violencia engendre violencia es muy discutible. Sólo resulta verdadero en el caso en que se presente una reacción. El problema con ello es que para que se presente la reacción es necesario que haya un equilibrio de fuerzas, y esto ocurre muy raramente. (La excepción son las armas atómicas. Aquí hay un equilibrio de fuerzas —varias naciones que cuentan con armas atómicas— pero no se presenta una reacción porque sería un suicidio).

Por regla general, quien inicia la violencia lo hace porque lleva la ventaja de la fuerza. Si no fuera así, sería estúpido que lo hiciera.

La otra frase que dice que la violencia no resuelve nada es aún más vacía. Un solo ejemplo: la violencia de la 2ª Guerra Mundial fue la que llevó al período de paz más prolongado en la historia de la humanidad, sobre todo en el continente europeo.

Lo anterior no significa que yo esté a favor de la guerra o de las bombas atómicas, sino que hay que tener cuidado con lo que se oye. Hablar de paz, acuerdos y no violencia está bien para impresionar chicas, pero no siempre es lo adecuado al tratar con la realidad.

Pero volvamos a las armas. Nuestra principal referencia en el asunto son nuestros vecinos del Norte, los gringos. Cuando se habla de armas, inmediatamente se nos vienen a la mente las masacres de Columbine y del Tecnológico de Virginia.

Basados en tan horribles eventos terminamos por concluir que los gringos están locos por tener una política tan laxa en cuestión del control de armas. En los EUA cualquiera puede conseguir un arma y son muchos los estados que permiten la posesión de armas —inclusive de alto calibre— porque la Segunda Enmienda de su Constitución considera el derecho a portar armas como inalienable.

Sin embargo, un examen más detallado del asunto del control de armas nos muestra una conclusión diferente: esas masacres —aunque terribles y dolorosas— deben de considerarse más una excepción que una regla. Es tan grande el número de armas en los EUA, que esas muertes son estadísticamente insignificantes (sí, ya sé: díganle eso a los familiares de los deudos). Por ejemplo, cada año mueren más niños por ahogamiento en albercas que por causa de un arma de fuego.

Por otro lado, las masacres no son inusuales en otros países con una política de control de armas mucho más estricta que en los EUA, como Japón y China. La diferencia estriba en que esas masacres se dirigen principalmente contra niños (algo particularmente horrible por ser países con políticas duras de control natal) y son con… cuchillos. Sólo en este año 2010 han muerto acuchillados en China docenas de niños inocentes.

En Inglaterra, donde también es muy estricto el control de armas, la muerte por navajas es la más común entre los adolescentes. Por otro lado, en países donde prácticamente todos sus habitantes cuentan con armas —como en el caso de Suiza e Israel— las masacres de civiles inocentes son prácticamente nulas.

Esto nos lleva a pensar que no es el control de armas por sí mismo el que produce o inhibe el ataque contra civiles inocentes. Son muy diversos factores los que influyen en ello.

Sin embargo, sí existe un asunto de gran importancia que es influenciado directamente por la política del control de armas: el crimen, como se puede ver en el siguiente artículo de José Carlos Rodríguez, autor de un blog de tendencia liberal.

Ese artículo lo hallé por casualidad mientras investigaba el asunto de la portación de armas en México. ¿Por qué decidí investigar eso? Por la sencilla razón de que en las últimas fechas me he sentido como aquella tarde vergonzosa en el rancho de Paco.

Ante la incapacidad de las autoridades por contener la ola de inseguridad que nos agobia y por la impunidad con la que opera el crimen organizado, creo que ha llegado el momento en que los ciudadanos honrados exijamos el derecho a poseer y portar armas de fuego. (Sé que esta propuesta alzará cejas en mis amigos y conocidos, ya que me consideran como alguien incapaz de matar ni a una mosca, pero no me importa. Las convicciones están para ser puestas a prueba, no para permanecer inalterables durante toda la vida).

Lo que propongo es exigir (sí, exigir) a nuestros legisladores que aprueben las leyes con las que se garantice el derecho de todo mexicano a poseer y portar armas de fuego.

Por supuesto, sería absurdo que todos los mexicanos tuvieran este derecho, el cual estaría limitado solo a aquellos mexicanos que: 1) Cuenten con mayoría de edad; 2) paguen impuestos; 3) no cuenten con antecedentes penales ni de inestabilidad mental; 4) se sometan a un curso de manejo y uso apropiado de armas de fuego; 5) compren las armas y municiones únicamente en las dependencias autorizadas por el ejército, para que éstas sean debidamente registradas y sometidas a control, y 5) obtengan su licencia para la portación.

Como medida cautelar, la posesión o portación de armas no registradas conforme a la ley sería considerada un delito grave.

Sé que esto no es La Solución al problema de inseguridad, ni pretende serlo. Sólo es una medida que podría ayudar a contener el índice de criminalidad al que estamos sometidos actualmente los mexicanos.

Los criminales en México actúan con total impunidad por dos razones principales: 1) La corrupción que impera en los cuerpos policíacos y tribunales, y 2) el saber que sus víctimas son incapaces de defenderse.

Se dice que la violencia engendra violencia y yo no lo creo. El desequilibrio de fuerzas es lo que origina la violencia. Así que hagamos trabajar a nuestros políticos y equilibremos fuerzas (¡pero ya!) con el crimen organizado.

Y esto se los dice alguien que siendo adolescente fue incapaz de sentirse emocionado al disparar un arma al ritmo de Def Leppard.

8/22/2010

La femme Narkita

Recientemente, en estas Crónicas Profanas hablamos de los “sicarios”, verdadera minoría que no tiene nada de ridícula y que actualmente tiene asolada a la población civil.

Se trató el tema desde una perspectiva que difiere sustancialmente de la “realidad” que nos ofrecen los medios de comunicación, ya que existen diferencias que no se ven confirmadas por los hechos.

Una de estas diferencias radica en su número. Mientras los medios hablan de miles de estos sicarios, el Gobierno Federal y el autor de estas crónicas los reducen a una minoría. Esta hipótesis se basa en lo siguiente: 1) El promedio de homicidios cometidos por cada sicario comúnmente rebasa los 30, lo cual indica que no se necesitan muchos asesinos a sueldo para explicar el numero de ejecuciones (28,000 en un período de cuatro años) registradas a la fecha. 2) El “rescate” de sicarios encarcelados por las autoridades nos indica que no es fácil para el crimen organizado sustituir a los que se encuentran presos, por lo cual prefiere “reciclarlos”. 3) Aunque se aduce que las faltas de oportunidades de los jóvenes, la pobreza y la desigualdad social orillan a miles a convertirse en asesinos, la verdad es que sólo un número reducido de ellos es capaz de asesinar. La pobreza puede producir criminales, pero no asesinos. No al menos por miles.

Otra de las diferencias era la de su función. Porque la función del sicario que trabaja para el narco tiene que ver con dar protección a sus jefes, intimidar bandas rivales, facilitar el cobro de deudas y eliminar traidores e informantes, y no con secuestros, extorsiones, robo de autos y cobro de “derechos de piso” a los que se ven sometidos los ciudadanos comunes.

¿Acaso los 29 mil millones de dólares que supuestamente ingresan al país cada año como producto de la venta de drogas a los EUA no son suficientes para los cárteles mexicanos? Una de dos: O los narcos mexicanos son en extremo ambiciosos o esos 29 mil millones de dólares son tan sólo otra estadística ficción cuyo propósito es apoyar algún punto de vista de algún “experto” y que tanto contaminan el problema del narcotráfico en México.

Otra posibilidad es que los narcos realmente estén perdiendo la batalla. Con la frontera cada vez más cerrada, con la crisis económica en los EUA, con los decomisos de armas y droga y con la captura y muerte de algunos “capos”, el negocio de las drogas parece que ya no es el jugoso negocio de antaño. Ahora hay que buscar “la papa” en otros negocios ajenos al tráfico de drogas. Puede ser.

Todo esto viene a cuento porque la semana pasada leí en el periódico El Norte una noticia que apoyaba el punto de vista sostenido en estas crónicas (los sicarios como minoría) pero a la vez presentaba un hecho aterrador: la llegada de un nuevo género de sicario.

La nota decía: “En el material difundido por la SSP, Rogelio Amaya Martínez, uno de los detenidos por su supuesta participación en el atentado con coche-bomba en Ciudad Juárez, aseguró que va en aumento la incorporación de mujeres adolescentes a la organización criminal (La Línea) para fungir como asesinas”.

"Ya han realizado varios trabajos, igual, como cualquier sicario hombre, trocas, carros, van con armas largas o cortas. Son bonitas, adolescentes de buen ver, para engañar más a los contrarios, es lo que más se usa, sí ha resultado”, afirmó el detenido.

Sicarios mujeres, ¿qué tal? Podrá decirse cualquier cosa de los narcos, pero de tontos no tienen nada.

En 1990 se estrenó la película La femme Nikita, dirigida por Luc Besson. En la película, una mujer adicta a las drogas (interpretada por Anne Parillaud) es encarcelada después de haber cometido varios robos y asesinatos. Pero las autoridades se dan cuenta de que tiene algo especial que la hace diferente a los demás y que puede convertirse en un arma mortal. Por eso le entrenan de manera especial y le asignan una nueva identidad: Nikita. Desde entonces, su misión será luchar contra el mal.

Me imagino al jefe de sicarios de La Línea, estresado porque no sabe cómo suplir a “sus muchachos” que han sido atrapados o muertos. Para calmar el estrés, echa mano a unas películas (piratas, por supuesto) que compró por ahí y se pone a ver La femme Nikita.

Mujer drogadicta con antecedentes delictivos encarcelada… es agresiva, pelea bien… de seguro sabe manejar armas… la entrenan… ¡Bang, eso es! Él conoce a varias mujeres que tienen los mismos problemas que la Nikita esa. ¿Qué tal si las reclutara como sicarios?

Se dice que la realidad supera a la ficción. En el caso de México, realidad y ficción están yuxtapuestas, con asesinos que son reos de día y ejecutores de noche; y ahora con mujeres adolescentes que se dedican a asesinar por dinero.

“Narkitas” de verdad, que luchan no contra el mal, sino con éste. En un país tan machista como México es lo peor que podría pasarnos.

A fuerza de atentar cotidianamente contra los derechos más elementales de las mujeres, por menospreciarlas, golpearlas, explotarlas y vejarlas de todas las formas imaginables, el macho mexicano se ha ganado a pulso el derecho a ser odiado.

¿Cuántas mujeres maltratadas, sumidas en las drogas o en el alcohol, no estarían dispuestas a matar a hombres desconocidos, sólo por dinero?

Son bonitas, adolescentes de buen ver, para engañar más a los contrarios, es lo que más se usa, sí ha resultado” dijo el detenido en la nota del periódico.

¡Por supuesto que ha resultado! Y lo va a seguir haciendo…

Afuera de un bar en Ciudad Juárez, Narkita espera pacientemente. Apenas una semana antes estuvo a punto de morir por una pelea en un picadero. Después de la pelea, un tipo se le acercó con una propuesta que no pudo rechazar.

En esos momentos frente al bar, un rondín del ejército pasa a su lado y ni siquiera la miran, ya que buscan sicarios, no mujeres.

Narkita ve salir a sus dos víctimas del bar. No necesita acercarse a ellos. Ya la vieron y se dirigen hacia donde está ella fumando, recargada en una camioneta. La abordan y le prometen una noche de placer como nunca se ha imaginado: ¡Un trío de antología! Narkita acepta y los tres suben a la camioneta.

Al día siguiente son encontrados los cuerpos acribillados de dos hombres, arrojados a la orilla de la carretera, en un basurero.

Mientras se recogen las evidencias, Narkita pasa por ahí con su camioneta, despacio. Un policía de tránsito le hace vigorosas señas para que avance. Él tampoco se fija en ella.

En Ciudad Juárez nadie se fija en las mujeres.

8/19/2010

Oliver Twisted

La Suprema Corte de Justicia de la Nación recién avaló la adopción de niños por parejas gay —esta no es inconstitucional— por una votación de mayoría.

En lo personal, la decisión no me sorprendió, como tampoco me sorprendió cuando la Corte recientemente dio el sí a los matrimonios gay. En este último caso, quien pensó lo contrario (esto es, que la SCJN rechazaría las uniones gay) pecó de ingenuo: México, nos guste o no, forma parte de la economía global y por lo tanto no es ajeno a las tendencias que se dan en otras partes del mundo. Tarde que temprano se tenía que presentar el tema gay, como habrá de suceder (está sucediendo) con la legalización de la marihuana.

Alguna vez escribí que, para mí, los homosexuales son como los pingüinos: me son por completo indiferentes. Esto es, no estoy a favor ni en contra de sus propias preferencias sexuales. No estoy de acuerdo que se les discrimine o se les trate mal, pero tampoco me apuntaría para compartir juntos un desfile del “orgullo gay”.

Esta ambigüedad personal no es gratuita: Defiendo los derechos gay de la misma manera que defiendo los derechos de cualquier minoría. Pero cuando cualquiera de estas minorías (la minoría gay en especial) se autoproclaman “víctimas”, dejan de tener mi simpatía.

Porque el acto de “victimizarse” reduce todo problema a una mera dicotomía: Si no estás de acuerdo con los puntos de vista de la “víctima” eso significa que estás contra ella.

Y eso no es verdad. El no estar de acuerdo que los matrimonios se realicen entre personas del mismo sexo no significa que seas homofóbico; el no estar de acuerdo en que las parejas gay adopten niños no te convierte automáticamente en un inquisidor medieval.

Esto representa un problema para todos los que impulsan los derechos gay porque, ¿cómo clasificar a aquellos que están de acuerdo con los matrimonios gay, pero que no apoyan la adopción de niños por éstos? Porque la mayoría —sobre todo los jóvenes— no se oponen a que las parejas gay contraigan matrimonio, pero muchos no están de acuerdo con que también puedan adoptar.

Al igual que con los debates del Calentamiento Global Antropogénico y la legalización de la marihuana, he seguido de cerca las reacciones de la llamada “opinión pública” en torno al debate de los matrimonios y adopciones gay.

Como era de esperarse, abundan los argumentos basados en prejuicios, y la dicotomía de la que hablé más arriba es muy visible: predomina el tono de “si no estás conmigo estás contra mí”. Ambos bandos manejan argumentos maniqueos y, en su mayor parte, estúpidos. Pero también se escuchan algunas pocas voces sensatas.

Es el tono y lo acalorado del debate gay lo que me lleva a fijar mi postura: Considero un acierto (acorde a las tendencias de un mundo globalizado) el que la SCJN haya avalado las uniones entre mexicanos del mismo sexo, pero considero un error el que haya hecho lo mismo con respecto a la adopción de niños por matrimonios gay.

¿Por qué? Por la sencilla razón de que México no está preparado para ello. No todavía.

Como dije, no estoy a favor ni en contra de los homosexuales. Para mí, estos son personas normales que tienen preferencia sexual por otras personas de su mismo sexo.

Una pareja de homosexuales casada y que desee adoptar un niño no tiene por qué diferir de una pareja heterosexual en la misma situación. Las parejas gay pueden ser padres amorosos y responsables para con sus hijos adoptados.

El problema es que no todos piensan como yo. Es más, la mayoría no piensa. Punto.

Sígase de cerca el debate gay y ¿qué encontramos?: Intolerancia, prejuicios y mucho, mucho odio. Y eso no es exclusivo del bando anti-gay. Los homosexuales también cargan con la misma intolerancia, prejuicios y odio.

Es más: puedo decir, sin temor a equivocarme, que en el bando heterosexual existen más personas dispuestas a cambiar sus convicciones y apoyar la causa gay, que homosexuales dispuestos a comprender las razones de duda de los heterosexuales.

Los homosexuales no parecen ser concientes del hecho incontrovertible de que son una minoría, no parecen darse cuenta del enorme triunfo que representó para la causa gay que un país como México aceptara finalmente el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Y ese es el problema de fondo, el error al que me referí anteriormente: apenas se empezaba a aceptar que el matrimonio gay era una realidad, cuando ya se hablaba de la adopción por parejas gay.

¿Por qué la prisa? ¿Por qué no dejar pasar algunos años más y demostrar con hechos que los matrimonios gay no significan el fin de la sociedad o uniones de depravados morales o cualesquier otro prejuicio que mantienen los heterosexuales intolerantes?

¡Ah, no. El tema de la adopción gay no podía esperar! Envalentonado por el triunfo de los matrimonios entre personas del mismo sexo, el bando gay se lanzó de lleno a conseguir ¡ya! el derecho de los matrimonios gay a adoptar.

Esta victoria pírrica del bando gay es la que mantiene tan rastrero el nivel del debate actual y es la causa por la que muchos heterosexuales que antes apoyaron el matrimonio gay ahora vuelvan a su atalaya anterior.

Y los que pierden por ello no son los homosexuales, que ya ganaron su derecho a casarse y adoptar; tampoco pierden los heterosexuales, ni los partidos de izquierda, “progresistas” o cualquier otra organización social que maneje una agenda políticamente correcta.

No, los que pierden son esos niños que serán adoptados por un matrimonio gay. Todo el rencor, toda la intolerancia se dirigirá hacia ellos, no hacia sus padres o madres.

Oliver Twist salió del orfanato; se hizo aprendiz de enterrador; huyó a Londres; conoció a Jack Dawkings que lo convirtió en ladrón involuntario en la banda de Fagin; se enfrentó con el repulsivo Bill Sikes; finalmente fue adoptado por el bondadoso Mr. Brownlow y vivió feliz junto a Harry y Rose.

¿Pasará lo mismo con Oliver Twisted, que será adoptado por un amoroso matrimonio gay?

Yo no lo creo, aunque me gustaría pensar que sí, que tendrá una vida feliz.

Sólo el tiempo lo dirá.

8/15/2010

Avivando las llamas

Antes de empezar quiero dejar muy clara mi posición: Soy un escéptico, un “negacionista” del Calentamiento Global/Cambio Climático. No niego que esté ocurriendo. Lo que niego es que el Cambio Climático sea causado por el ser humano.

Es obvio que algún efecto debe de tener la acción humana, pero no al grado de propiciar un Cambio Climático. A mi parecer, éste tiene su origen en ciclos de origen natural y quizá en los patrones de radiación solares.

Aunque, repito, no creo que los seres humanos sean los causantes del Cambio Climático, sí apoyo todas las acciones posibles para evitar la contaminación y sustituir paulatinamente el petróleo por otras fuentes alternativas de energía renovable.

No recibo un solo peso de alguna empresa petrolera o biotecnológica, mi trabajo no tiene nada que ver con empresas energéticas y no siento simpatía por ninguna de éstas.

¿Quedó claro?... Bien, prosigamos.

El origen de mi escepticismo en esta materia se remonta al 2000, cuando Al Gore perdió las elecciones para presidente contra George W. Bush y cambió su discurso hacia el anuncio de un inminente “Calentamiento Global”.

Cuando un político —de cualquier nacionalidad e ideología— hace algo así, de inmediato me pongo en alerta. Algo extraño va a pasar. Sin embargo, como la política no es ni con mucho mi tema preferido, no fue sino hasta 2003 cuando me encontré con algo que alteró mi punto de vista: La conferencia que dio el extinto Michael Crichton en el Instituto de Tecnología de California el 17 de enero 2003 intitulada: Aliens cause Global Warming. (El enlace nos lleva ¡a la Asociación Forestal de la Costa Central! No es por nada, pero queda como anillo al dedo en el tema que nos ocupa).

Por desgracia, después de tan brillante elocuencia, a Michael Crichton se le ocurrió escribir en 2004 un libro sobre el mismo tema: Estado de Miedo, título que le va a la perfección porque resultó ser un libro realmente espantoso.

Sin embargo, el buen Michael ya había plantado en mí la semilla de la duda, por lo que desde entonces me dediqué a leer todo sobre el asunto del Calentamiento Global.

Como acostumbro a hacer, no sólo leí todo lo que reforzara mi punto de vista escéptico, sino que también todo lo relacionado con los creyentes en el Calentamiento Global. Así que no soy nuevo en el tema, y todo lo que he leído acerca de la realidad o la falacia acerca del Calentamiento Global me ha permitido establecer mi punto de vista y poder dar una opinión basada en argumentos sólidos y no en especulaciones. (Una fuente confiable en donde se puede tener una visión de ambos bandos es el Climate Debate Daily).

Pasado el tiempo llegó el tramposo documental Una verdad Incómoda de Al Gore (es tramposo porque abunda en inconsistencias, medias verdades y mentiras a secas); el premio Nobel de la paz 2007 para Al Gore y el IPCC de la ONU, y más recientemente el escándalo del “Climategate” de los correos filtrados de la Universidad de East Anglia, en Inglaterra, que dejó muy mal parados a los que apoyan el Cambio Climático.

A tal grado resultó dañino para “la causa”, que la Cumbre de Copenhague fue un fracaso y desde entonces ha bajado en forma considerable el apoyo a la hipótesis del Cambio Climático Antropogénico.

Poco a poco, los medios de comunicación fueron abandonando el tono de “¡Es el lobo, es el lobo!” con cualquier desastre natural que ocurría. La gente está mostrando cansancio al ver de que el lobo no aparece por ningún lado y se da cuenta (o sospecha al menos) de que hay algo podrido en Dinamarca. Así que, insensiblemente, el discurso del Apocalipsis ecológico salió de los medios de comunicación.

Pero tal parece que actualmente vuelve por sus fueros. O al menos es lo que pude entrever cuando leí el siguiente artículo acerca de los incendios en Rusia y que es el motivo del presente post, ya que lo quiero comentar para que se vea que el discurso catastrofista no se ha abandonado.

El propósito del artículo no es comentar la situación de emergencia causada por los incendios forestales en Rusia, sino ligar el hecho al Calentamiento Global. Esto se puede ver desde el título: “Tienen efecto global incendios en Rusia”.

Los que redactaron el artículo conocen su oficio. Las afirmaciones catastrofistas de los primeros párrafos se ven contradichas posteriormente, pero están mezcladas de tal manera que su efecto contradictorio se pierde. Así que colocaré en un orden diferente algunas de las partes del artículo para ver este efecto engañoso. (La contradicción aparece en cursiva):

“La ola de incendios que asuela Rusia no sólo tiene un efecto nocivo en la salud de los pobladores, sino que está acelerando el deshielo del Ártico y el calentamiento global con consecuencias impredecibles… La principal preocupación es qué impacto tendría el humo ruso en el Ártico en términos de carbono negro y otras partículas que caigan sobre el hielo marítimo… La quema masiva de árboles se reflejará en un clima más caliente y seco, lo que a su vez llevará (en las próximas décadas) a un aumento en el riesgo de incendios… No hay duda de que las catástrofes naturales actuales son causadas por el cambio climático, pero, además, generan efectos para el clima del planeta”.

Hasta aquí nos queda claro que los incendios en Rusia acelerarán el Calentamiento Global, pero más adelante dice el artículo: Sin embargo, señalan (los expertos) que es imposible relacionar directamente el calentamiento global con un evento en particular.

Entonces, ¿por qué demonios están relacionando directamente el Calentamiento Global con los incendios en Rusia? ¿No que resulta imposible hacer eso?

Más adelante: “Más allá de la situación en Rusia, causada por una prolongada sequía y temperaturas récord, las recientes catástrofes naturales reportadas en China, India y Pakistán por inusuales lluvias coinciden, según los expertos, con las predicciones sobre los efectos del cambio climático”.

Pero, “…por lo menos parte de estos últimos fenómenos, según Baddour, podría ser atribuida al fenómeno meteorológico de "La Niña", que, al contrario que "El Niño", se caracteriza por un enfriamiento de la temperatura en la superficie del Océano Pacífico, lo que favorece importantes precipitaciones”.

Por más esfuerzos que los “expertos” han realizado hasta la fecha, resulta imposible predecir la aparición, intensidad y duración de los fenómenos meteorológicos de “El Niño” y “La Niña”.

¿Por qué se empeñan en culpar a las grandes cantidades de CO2 liberado en la atmósfera por los incendios en Rusia de las fuertes lluvias ocurridas en otras partes del mundo? ¡Las lluvias en China, India y Pakistán fueron anteriores o simultáneas a los incendios en Rusia!

No es posible que esas precipitaciones hayan sido por causa de los incendios rusos. Quizá si en un futuro cercano se presentaran esas fuertes lluvias en esos países podría achacárseles a los incendios, pero no antes. ¿Entonces, por qué no quieren admitir que es más posible que el fenómeno de “La Niña” haya causado dichas precipitaciones abundantes?

Para terminar con el artículo: "Siempre vamos a tener condiciones climáticas extremas. Sin embargo, el cambio climático parece estar exacerbando la intensidad de los extremos… Son acontecimientos llamados a repetirse e intensificarse en un clima perturbado por la contaminación de gases de efecto invernadero, explicó el vicepresidente del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU”.

Sin embargo: “No se puede jurar al 100 por ciento que nada de esto habría pasado hace 200 años, pero la sospecha está ahí”.

Artículos como este (de los que hay miles) son lo que me ha llevado a mi situación actual de escepticismo con respecto al Cambio Climático. Son artículos tendenciosos, alarmistas, tramposos, que confunden (a propósito) peras con manzanas.

Es por eso que el asunto del Calentamiento Global se ha convertido más en un artículo de fe que de ciencia. El la más nueva religión en el orbe.

Son pocas las voces que se han alzado para denunciar el tono catastrofista de los que apoyan la hipótesis del Cambio Climático Antropogénico. A esas voces hay que escucharlas con atención. Hay que deshacernos de nuestros prejuicios y exigir hechos, no especulaciones, a los que nos hablan sobre el Cambio Climático.

Y siempre (¡siempre!) sospechen de las causas que los políticos toman como propias. Créanme, esos tipos no son confiables.

Los dejo con el más sensato artículo sobre el tema que he leído recientemente. Lo encontré en el semanario alemán Der Spiegel.

8/12/2010

¿Cuántos sicarios se necesitan para cambiar un foco?

En estos momentos en los que comienza la ebullición del debate acerca de la legalización de las drogas (o, al menos, de la marihuana) surgen argumentos y contra-argumentos en los que la razón brilla por su ausencia.

La mayor parte de los que opinan, ya sea a favor o en contra de la “legalización”, basan sus argumentos ya sea en prejuicios o en malas interpretaciones. Y esto sucede porque no hay una base de datos confiable a la cual recurrir para sustentar los argumentos.

Existen tal multitud de estudios especializados —médicos, psicológicos, económicos, criminalísticos— acerca de las drogas, que resulta virtualmente imposible obtener una visión objetiva de la realidad, ya que muchas de sus conclusiones se anulan entre sí: algunos hablan de un aumento en el consumo en el caso que se legalicen las drogas, en tanto otros afirman lo contrario.

Unos dicen que el Gobierno obtendría una fuente extraordinaria de ingresos impositivos, en tanto otros señalan que bajaría tanto el precio que la ganancia fiscal sería insignificante… Así, cada aspecto del problema encuentra su contraparte.

Y eso en los Estados Unidos, donde la legalización o no de la marihuana no alteraría el desarrollo posterior de la nación. En el caso de México la cuestión acerca de la legalización es de vida o muerte, por el ingrediente de violencia del que carecen los gringos.

Debemos dejar que los gringos centren sus discusiones en los aspectos económicos y de salud pública de la legalización de la marihuana. Nosotros en México debemos abocarnos a la tarea de responder a una sola pregunta, que dejaré para el final.

Me explicaré. En México el narcotráfico tiene una larga historia, de poco más de 70 años. En todo ese tiempo es incalculable el número de toneladas de diferentes drogas que se han exportado, principalmente a los Estados Unidos.

Durante años, este ilícito tráfico se realizó en las sombras, como corresponde a toda actividad criminal que se precie de serlo. Ocasionalmente la violencia surgía aquí y allá, pero era una violencia focalizada, no sólo en ciudades como Culiacán o Tijuana, sino por el perfil de las víctimas: narcomenudistas, policías, soplones. Además, las ejecuciones tenían lugar la más de las veces en sitios apartados.

Regía una especie de “código mafioso” en las que se respetaba la vida de las mujeres y los niños de los narcos (había excepciones. En 1989, para vengarse del “Güero Palma”, Ramón Arellano Félix ordenó que arrojaran vivos a los hijos de éste desde un puente de 50 metros de altura mientras los garbaban. Creo que después le mandó la grabación junto con la cabeza cercenada de su esposa), así como se evitaba la muerte de civiles inocentes que nada tenían que ver en el asunto.

Como se ve, no era un mundo feliz precisamente, pero la mayor parte de la población en el país vivía en calma. Sin embargo, todo empezó a cambiar a finales de los años ochenta del siglo pasado, cuando los narcos mexicanos pasaron de servir como “puente” de la cocaína colombiana y se hicieron productores. A partir de entonces, todo fue cuesta abajo.

Los narcos empezaron a disputarse las plazas. Durante los años noventa y el principio del nuevo milenio, los cárteles luchaban por obtener las mejores rutas para el tráfico de drogas. Las guerras entre las bandas fueron encarnizadas, pero seguían limitándose a luchas entre ellos, sin incluir a la mayoría de la población civil. (¿Por qué los capos de la droga no se pusieron de acuerdo entre ellos en vez de iniciar una guerra por controlar las rutas? Porque los mexicanos somos así. Quizá por nuestra herencia española y árabe, aquí en México desconfiamos de las alianzas. No somos buenos para empezar sociedades, para trabajar con desconocidos. Preferimos la familia o el clan, la tribu).

Con todo y estas luchas intestinas, la mayoría de los mexicanos no consideraban al narco como una amenaza para el país. Hasta el 2004, sus preocupaciones eran otras. Pero fue a partir de ese año cuando el narcotráfico empezó a levantar su horrible cabeza.

Ya los cuerpos de los ejecutados no se pudrían en brechas rurales o en parajes abandonados sino que eran exhibidos en las calles y lugares públicos. Las balaceras empezaron a tener lugar en la vía pública a cualquier hora del día. Y empezaron a aparecer en el habla popular extraños términos como “levantón”, “encajuelado” y, sobre todo, “sicario”.

Fue tan súbito el cambio, tan descarado, que el presidente Felipe Calderón lo tomó como su principal reto. El resto es historia. Hasta ahora la cifra de muertos llega a los 30,000. El país entero está en pánico y ya ni el Chapulín Colorado parece capaz de defendernos.

¿Qué pasó? ¿Por qué de repente el narco decidió hacerse visible? Hipótesis hay muchas y yo no poseo la información suficiente para emitir alguna más. Sólo puedo especular.

En lo personal, creo que todo el problema actual es culpa de los gringos. No sólo consumen drogas en cantidades tales que los colocan en primer lugar a nivel mundial, sino que son muy paranoicos.

No se por qué nadie se ha dado cuenta de que los ataques terroristas a las Torres Gemelas en septiembre de 2001 y la crisis económica de 2008 afectaron a todo el mundo, incluyendo a los narcos mexicanos.

¿O acaso todos pensaron que los narcos mexicanos son tan poderosos que esos dos hechos no los iban a afectar? ¡Por supuesto que los afectaron! Y a tal grado, que los obligaron a levantar la cabeza.

El gringo promedio es más paranoico que Andrés Manuel López Obrador y en todos lados ve conspiraciones. Como para el gringo Estados Unidos es el mundo, a toda costa hay que protegerlo.

La protección de la frontera sur es una de sus principales preocupaciones (como si de la frontera con Canadá no podría penetrar ninguna amenaza) y la reforzaron como no tienen ni idea. Nunca he sido paranoico, pero estoy convencido de que los gringos son capaces de ver todo lo que cruza la frontera, aunque no lo anuncien a los cuatro vientos.

Sin embargo, comparten con el resto del mundo la propensión a la corrupción. Si alguien piensa que los mexicanos somos corruptos, los gringos nos dicen ¡quítate que ‘ai te voy!

Vigilan su frontera, sí, pero se hacen de la “vista gorda” cuando les conviene. Sin embargo, esto no significa que todo puede cruzar la frontera. Es un hecho que ésta se ha vuelto menos porosa, por lo menos en el sentido México-EUA.

Para los narcos esto significó que la tarea de cruzar la droga a los EUA se hiciera cada vez más difícil. Así que lucharon a brazo partido por las pocas rutas aún rentables. Por supuesto hubo quienes ganaron el control de dichas rutas. Así que los perdedores voltearon sus ojos al mercado interno.

El problema con ello es que los mexicanos somos muy proclives al “chupe” y al “cigarrito”, pero eso de las drogas no se nos da muy bien. Así que, aún cuando el consumo de drogas ha crecido de manera alarmante dentro de nuestro territorio (de acuerdo a nuestros estándares) la verdad que no ha sido en grado tal que compense a los narcos las pérdidas que han sufrido por no poder transportar su droga a los EUA.

Casi al final de ese período de cambio (que como todo, se lleva su tiempo) se presentó otra eventualidad que habría de sacudir al mundo entero: la crisis hipotecaria de los gringos.

Esto bajó aún más las potenciales ganancias de los narcos al tiempo en que se incrementaba su inquietud. El camino que escogieron fue el más lógico: extorsión, secuestro, piratería y trata de indocumentados. En otras palabras, dejaron de ser narcos al 100% y se convirtieron en bandidos que ocasionalmente transportan drogas.

Es entonces cuando “el narco” empieza a incidir en la vida cotidiana de los ciudadanos. Y para llevar a cabo su cometido, utilizan dos de sus armas más poderosas: el dinero y el sicario.

El narco ha corrompido a prácticamente todas las esferas del Gobierno y ciudadanas. No es tarea difícil a la hora de escoger entre los dos metales que te ofrece el narco: plata o plomo. La mayoría escoge la plata, aunque algunos valientes mexicanos escogen el plomo.

Y nadie maneja mejor el plomo que los “sicarios” (asesinos a sueldo). Y aquí llegamos al meollo de mi argumento.

El principal problema con los sicarios es que nadie sabe cuántos son. Los medios escritos y electrónicos, así como la “opinión pública” los cuentan por miles, en tanto el presidente Felipe Calderón se refirió a los sicarios (de manera torpe) como la “minoría ridícula”.

¿Quién tiene la razón: todo el mundo o el presidente Calderón?

Yo me inclino por Calderón, aunque me parece estúpido haberlos llamado “ridículos”. Los sicarios pueden ser cualquier cosa, menos ridículos.

En fin… ¿Por qué comparto con el presidente la idea de que es una minoría la que mantiene en vilo a nuestro querido México?

Hay varios hechos que apuntan en esa dirección: La captura de tres sicarios en Monterrey en los primeros meses de 2009; el “rescate” de 53 reos (la mayoría sicarios) de un penal de Zacatecas también en 2009; los sicarios que eran reos de día y asesinos de noche en el penal de Gómez Palacio, Durango y la reciente muerte del capo Ignacio “Nacho” Coronel.

Entre tantas noticias relacionadas con el narco, no recuerdo exactamente cuándo fueron capturados en Monterrey esos tres sicarios. Ni siquiera recuerdo a qué cártel pertenecían. Lo que sí recuerdo que me llamó mucho la atención en ese momento fue que entre los tres sicarios acumulaban un total de casi doscientos asesinatos. Cada uno de ellos tenía un promedio de 63 muertos.

¿Qué nos indica esto? Que dentro del universo de “los malos” no son muchos que tienen la sangre fría y la falta de escrúpulos necesarios para matar a alguien. Muchos, quizá miles, están involucrados en el negocio del narco, pero sólo unos pocos asesinan.

Y esto puede extrapolarse a la población en general. Aún y cuando muchos afirman que la falta de oportunidades de empleo, pobreza y desigualdad económica es lo que lleva a los jóvenes a convertirse en asesinos a sueldo, la verdad es que no es cierto.

México ha estado sumido en repetidas crisis económicas desde los años setentas del siglo pasado y éstas nunca se han convertido en una fuente de asesinos. Si así fuera, ¿por qué se rescataron a esos 53 reos de la cárcel de Zacatecas? Sencillamente, porque no había quiénes los suplieran. Ni entre tantas pandillas pudieron encontrar a 53 nuevos sicarios.

Las masacres de Torreón, que parecían retratar el terrible poder de los sicarios, fueron llevadas a cabo no por nuevos sicarios, sino por unos sicarios que ya estaban presos (esto sólo ocurre en México). Traducción: no tenemos más sicarios, así que utilizamos a los mismos repartiendo plata.

Por último, Ignacio “Nacho” Coronel murió en un enfrentamiento con el ejército junto con un sobrino suyo. Su escolta sobrevivió y fue aprehendido. “Nacho” Coronel mantenía un perfil bajo, lo cual significa que no andaba por ahí rodeado de escoltas ni tenía a su cargo a un gran número de sicarios.

No era ningún santo, por supuesto. Sólo que él se dedicaba a lo que mejor sabía hacer: el tráfico de drogas. Metanfetaminas. Y cuando te dedicas exclusivamente al tráfico de drogas no necesitas más que un puñado de sicarios. Y estos se dedican a lo suyo: sirven para intimidar a los rivales y para proteger a su jefe.

Esos sicarios que “levantan”, extorsionan, roban y secuestran a ciudadanos comunes, poco (y a veces nada) tienen que ver con el tráfico de drogas. Llámenlos oportunistas o bandidos, da igual. Esos son los que tienen a México secuestrado. Si queremos ganar la guerra, a ellos son los que hay que perseguir y eliminar.

Pregunta: ¿Cuántos sicarios se necesitan para cambiar un foco?

Respuesta: Ninguno, porque el foco es nuestro.

El día en que todos los mexicanos nos unamos para cambiar el foco habremos ganado.

8/07/2010

Justin el memorioso

El más curioso de los géneros literarios es la auto-biografía. Desde mi punto de vista, sólo hay tres motivos que pueden inducir a alguien a escribir su auto-biografía: 1) Un enorme ego, 2) El ansia de justificarse, y 3) El dinero. Por supuesto, han existido muchos casos en los que los tres motivos confluyen.

Se necesita un enorme ego para escribir sobre uno mismo. Hay que creerse el centro del Universo, hay que pasar por alto el hecho que existen otras personas más inteligentes o más astutas o más desgraciadas que uno mismo.

Escribir sobre uno mismo es un acto de solipsismo. Es negar que si eres actualmente no fue por ti mismo, sino a pesar de ti mismo. Aquellos que te rodean, esos que consideras meros satélites o comparsas, son los que realmente hicieron de ti lo que eres.

Porque fueron los encuentros y desencuentros con los demás los que te obligaron a tomar tal o cual decisión, a actuar de esta manera y no de la otra. En otras palabras, fue con su ayuda o con el perjuicio que te causaron lo que te llevó a ser como eres. Por supuesto que las acciones y omisiones de uno mismo afectan o influyen en los demás, pero nadie es un centro por sí mismo. No existe un único centro en ningún lado.

Por otro lado, el acto de justificarse es quizá uno de los motivos más comunes que llevan a alguien a escribir su auto-biografía, sobre todo si eres alguien ligado a la política o tienes una enorme fortuna material.

Si no fuera por el hecho de que muchas veces involucran situaciones serias, las auto-biografías que escriben los políticos resultan sumamente graciosas. Aquí, al contrario del que escribe motivado por su ego, resulta que todas las acciones tomadas por el autor fueron producto de la perfidia de terceras personas o de sus esfuerzos denodados de anteponer El Bien de la Nación a sus aspiraciones personales.

Ahora bien, si tienes casa, coche y perro no necesitas justificarte ante nadie. Pero si tienes catorce casas, ciento cincuenta coches y un galgódromo, de seguro sientes la necesidad de contarle al mundo entero el por qué.

Aunque en esencia la auto-biografía de un millonario no se diferencia de la auto-biografía de un egocéntrico, todos los millonarios te recuerdan constantemente que empezaron su fortuna sin un peso, durmiendo en coches prestados, calzando un solo zapato (sin calcetín) y que todo lo que han logrado hasta ahora fue sólo por su esfuerzo y dedicación. Nunca te dicen nada acerca de la simple suerte ni de pisotear o explotar a los demás para alcanzar “su sueño”.

Por último, tenemos el motivo más común por el que una persona decide escribir su auto-biografía: el dinero. Este motivo no necesita mayor explicación.

Sea lo que fuere lo que motive a una persona a escribir su auto-biografía, el hecho de que se les llame también “memorias” implica también una acumulación de experiencias. Y las experiencias sólo se acumulan con el transcurrir del tiempo.

Es por eso que me dio un ataque de risa cuando el lunes pasado leí en el periódico que Justin Bieber está por publicar sus memorias.

¿Y quién es Justin Bieber? Cualquiera que no lo sepa no tiene por qué sentirse mal. Sólo basta con ver lo que dice Wikipedia de él para ver la razón.

Ahora bien, ¡¿cómo demonios se pueden escribir unas “memorias” con eso?! Créanme, ni Honoré de Balzac hubiera sacado un solo párrafo de ello.

Las “memorias” de Justin Bieber son el tercero de los motivos que llevan a alguien a escribir su auto-biografía llevado al extremo. El chico busca dinero. Rápido. Ya.

La razón de su apuro es obvia: Justin Bieber necesita escribir algo, hacer una película, salir en los medios de una u otra manera porque su tiempo se acaba. Eso lo sabe él, lo sabe su madre, lo sabe el que lo “descubrió”.

Esas “estrellas” sacadas al vapor son como fuegos artificiales. Su despegue es tan rápido que nadie alcanza a ver la estela de humo que deja. Una vez arriba, estalla y refulge durante unos breves instantes. Luego desaparece.

En estos momentos, Justin Bieber estalla con gran estruendo. Uno de sus videos superó la marca de doscientos cuarenta millones de visitas que tenía “Lady Gaga”. Sin embargo, esos doscientos cuarenta millones de visitas no corresponden al mismo número de adolescentes o niñas que lo han visto.

Lo que hacen esas niñas y adolescentes es que cada una de ellas, individualmente, ha visto el mismo video una y otra vez, llevando la estadística a ese enorme número.

¿Por qué, dado que Justin Bieber no tiene nada de especial? (En serio). La razón es que la nueva generación de adolescentes se rige por la idea de que acumular puntos (o “likes” o visitas o “amigos” en Facebook o “seguidores” en Twitter) es sinónimo de calidad.

Acumulando estadísticas es como se llega a la cumbre actualmente. No importa que carezcas de calidad, como Justin Bieber.

Como dijo ayer @jurgenwolff en Twitter: “Just read that Justin Bieber is writing his autobiography. Presumably the first half will cover his 9 months in the womb”.

No podría estar más de acuerdo.

8/03/2010

Los lentes de Clark Kent

Si en una prueba psicológica de asociación libre alguien me dice “tecnología informática” la primera palabra que se me viene a la mente es “magia”.

Porque, para mí, todos los procesos de tecnología informática son mágicos. Pero mágicos no en el sentido de algo sobrenatural que implique hechizos ni nada por el estilo, sino en el sentido que Arthur Weasley (el padre de Ron, compañero de Harry Potter) daba a todos los artefactos muggles.

Así como el señor Weasley se sorprendía de que con sólo meter dos rebanadas de pan en las rejillas de un tostador y bajar una palanca, éstas salieran tostadas después de un minuto sin que hubiera necesidad de invocar algún hechizo, a mí me sorprende que con sólo dar unos cuantos “clicks”, estas palabras que escribo salgan impresas en una hoja blanca.

Y esa sorpresa mía da paso al asombro cuando sale al mercado una nueva tecnología que no sólo parece sacada de un libro de ciencia-ficción, sino que altera el significado mismo de un antiguo concepto filosófico.

Me refiero a la tecnología de la Realidad Aumentada.

Básicamente, la tecnología de Realidad Aumentada consiste en un conjunto de dispositivos que añaden información virtual a la información física ya existente, creando una realidad mixta en tiempo real.

Un ejemplo de ello es un “app” para smartphone que recientemente salió en Alemania. La aplicación consiste en que en ciertos puntos de la ciudad de Berlín puedes ver el muro que cayó en 1989. Por ejemplo, si te paras enfrente de alguna avenida que hace treinta años estaba dividida por el muro y levantas tu teléfono a la altura de tus ojos ¡puedes ver el muro en medio de la avenida mientras los autos lo atraviesan en ambos sentidos!

Las aplicaciones de la Realidad Aumentada son múltiples y abarcan diferentes campos. Con esta tecnología podemos recuperar esa sensación de estar viviendo en el mundo del futuro que perdimos cuando llegó y pasó el año 2000 sin pena ni gloria. (¿Quién no sintió cierta decepción al no ver en las ciudades autos voladores?).

Sin embargo, toda tecnología nueva trae consigo un lado oscuro que, aún y cuando tarda en aparecer, siempre llega. Como en Internet, por ejemplo, en donde la multiplicación de los canales de comunicación entre los seres humanos nos ha llevado paradójicamente— a una mayor sensación de soledad individual.

La Realidad Aumentada no es la excepción. En lo personal, encuentro aspectos inquietantes que van desde simples contradicciones filosóficas, hasta una anti-utopía.

Yo me pregunto, para empezar: ¿cómo puede ser posible aumentar algo que aún no ha sido definido? Desde hace siglos, los filósofos han intentado definir lo que es la realidad, sin conseguirlo. A lo más que han llegado ha sido a colocarse en alguna de las dos posiciones antagónicas: o se dicen idealistas o se dicen materialistas. (No pretendo realizar aquí un análisis filosófico de ambas posiciones. Sólo quiero señalar que las dos vertientes de pensamiento resultan inútiles cuando de Realidad Aumentada se refiere).

Por otro lado, la Realidad Aumentada la hemos venido sufriendo hace mucho tiempo, sin necesidad de utilizar dispositivos tecnológicos de vanguardia: los medios de comunicación impresos y electrónicos se han encargado de ello.

Abrimos un periódico o vemos un noticiero y nos encontramos con una realidad aumentada hasta niveles de vértigo: asesinatos, violencia, narcotráfico y desastres naturales o causados por el hombre. Toda una serie de acontecimientos que han ocurrido desde los albores de la civilización se nos presentan bajo una lupa catastrofista que magnifica la realidad cotidiana.

¡Por supuesto que hay violencia en México! ¡Por supuesto que hay accidentes, fenómenos meteorológicos, desigualdad social y crisis económica! Pero eso no significa que estemos inmersos en el caos y la desesperación. Eso no significa que México esté derrotado.

Para darnos cuenta de qué tanto está aumentada la realidad cotidiana por los medios de comunicación podemos realizar un sencillo experimento: durante dos semanas completas hay que abstenerse de ver algún periódico o escuchar algún noticiario. Nada que tenga que ver con sucesos actuales.

Algunos dirán que eso es imposible, pero no es verdad. Con un poco de voluntad (yo mismo lo he hecho) podemos lograr evitar ver la realidad aumentada que nos presentan los medios y experimentar por nosotros mismos lo que verdaderamente es la realidad.

No se trata de un acto de negación. Se trata de un acto de liberación. Inténtenlo, quedarán asombrados.

Por otro lado, en lo que se refiere a la tecnología de la Realidad Aumentada en sí, podemos especular acerca de sus posibles efectos negativos futuros.

Como base, tomemos la que yo considero como la mejor novela de ciencia-ficción de todos los tiempos: El congreso de futurología, de Stanislaw Lem, misma que escribió en 1971.

En dicha novela (que recomiendo muchísimo) la sociedad ha llegado a un punto en la que el sistema de gobierno puede definirse como una farmacocracia. Multitud de sustancias químicas son utilizadas para dirigir a los ciudadanos y, sobre todo, para enmascarar una realidad espantosa.

Así que no me es difícil imaginar un futuro no muy lejano en el que el Gobierno utilice la tecnología de Realidad Aumentada para mantener sumisos a los ciudadanos que, llevados a la impotencia por el estado de miedo generado por los medios de comunicación, se dejan conducir ciegamente por sus gobernantes, olvidando toda iniciativa individual:

Imaginemos que estamos en el año 2029, en una colonia popular, donde conviven casuchas de cartón y lámina y un modesto asentamiento de casas de interés social. Recientemente ha caído una fuerte lluvia y en las angostas calles se acumulan los baches, la basura y el lodo.

Es un sábado por la tarde y la colonia bulle de actividad. Los vecinos han estado encerrados en sus casas por el mal tiempo y tienen ganas de salir a pasear y divertirse.

Aunque algunos de los vecinos llevan aún sus lentes viejos, la mayoría luce con agrado sus nuevos lentes de contacto repartidos gratuitamente por uno de los candidatos a gobernador.

Estos lentes de contacto no sólo son cómodos, sino que vienen en varios colores y son el avance más reciente de la tecnología de Realidad Aumentada.

Juan Hernández lo sabe, al igual que todos sus vecinos lo saben: esos lentes de contacto te hacen ver las cosas de manera diferente.

Juan y su hijo Manuel salen de su casa de interés social y se dirigen a la tienda de abarrotes del barrio a comprar unos refrescos. Avanzan con dificultad sobre el barro y al llegar a la esquina de la cuadra tienen que subirse a un tablón de madera que alguien colocó sobre un enorme bache lleno de agua y en el que flota el cadáver de un gato.

Los dos atraviesan el precario puente improvisado y se internan por una angosta senda de tierra mojada a cuyos lados se yerguen precariamente casuchas de cartón y techo de lámina, muchas de las cuales presentan graves daños ocasionados por la lluvia.

Multitud de chiquillos, todos con sus lentes de contacto nuevos, juegan encantados entre montones de basura y ramas. Juan saluda a uno de ellos mientras su hijo Manuel entra a la minúscula tienda de abarrotes a comprar los refrescos.

Luego regresan a su casa, charlando alegremente. Antes de entrar, Juan inspecciona la fachada de su casa para ver si resultó dañada por la lluvia. No encontró nada malo, así que entra, satisfecho.

¿Y cómo no iba a estar satisfecho? Esos lentes de contacto de Realidad Aumentada eran magníficos: al salir de su casa, Juan y su hijo habían visto la ancha calle perfectamente asfaltada y limpia por la lluvia. Al llegar a la esquina habían atravesado la avenida por un hermoso puente y admirado el estanque en el que nadaba un cisne.

Después del puente se adentraron en un camino empedrado de un modo rústico a cuyos lados se veían pequeños chalets con tejados rojos y ventanas enmarcadas en blanco. Unos niños jugaban en diversos juegos infantiles entre los que destacaban dos resbaladeros y un sube y baja muy largo.

Juan saludó al hijo de su compadre Ramón mientras Manuel recorría los amplios pasillos de la tienda, cuyos estantes con mercancías diversas llegaban hasta el alto techo.

Mientras regresaban, padre e hijo platicaban animadamente sobre lo afortunados que eran por vivir en esa colonia tan bonita. Antes de entrar a su casa, Juan echó un vistazo a la elegante fachada de mármol.

…Y a todo esto, ¿qué pasó con los lentes de Clark Kent? No sé. Fue lo primero que se me ocurrió cuando pensé en escribir acerca de la Realidad Aumentada. Existe alguna relación con el tema (siempre que titulo un escrito lo hago pensando en el tema), pero ésta se perdió en el proceso.

¿Sería acaso porque, al ponerse los lentes, Clark Kent ocultaba la realidad de su súper poder a los demás? Quizás fuera eso.

Lo único que puedo decir en este momento acerca de los lentes de Clark Kent es que estos son una de las razones por las que nunca me he sentido atraído por las historias de súper héroes: ese disfraz de los lentes que escogió superman para ocultar su identidad es el disfraz más estúpido que he visto nunca.

Y lo que es peor: ¡le funcionaba!